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El pelo de Hillary; las piernas de Ruth

GENARO LOZANO

La política es un terreno duro para cualquier persona que decide dedicar su vida a ella, pero especialmente para las mujeres y si alguien sabe de ello es Hillary Clinton. Ayer mismo el Washington Post, uno de los diarios más influyentes del mundo, dedicó un extenso artículo a la jefa de la diplomacia estadounidense en el que se analizaba el "nuevo desafío de Hillary": usar el pelo largo a sus 62 años.

Por más trivial que parezca esa nota, lo cierto es que revela precisamente uno de las barreras que más trabajo cuesta superar para las mujeres que entran a la política, tanto en EU como en México.

Pese a que la población mundial está casi igualmente dividida entre hombres y mujeres, son los primeros quienes dominan la política en casi todo el mundo. Por poner algunos ejemplos, en América Latina sólo seis mujeres han logrado llegar a ocupar la Presidencia de sus respectivos países. En el Congreso estadounidense, las mujeres legisladoras son apenas el 17% del total. En México hoy sólo dos mujeres son gobernadoras.

Tanto en México como en EU, el débil acceso de las mujeres a cargos de elección popular se puede explicar por arreglos institucionales. La reelección legislativa en EU es un mecanismo magnífico para la rendición de cuentas, pero ha impedido el acceso de más mujeres estadounidenses a los congresos locales y en el federal. La representación proporcional y el sistema de cuotas en partidos ha ayudado a que más mujeres mexicanas accedan al Congreso de la Unión, pero prácticas toleradas como el caso de las diputadas "juanitas" impiden el acceso real de más mujeres a la política.

Sin embargo, además de los factores institucionales, otras variables como la falta de oportunidades económicas, la disparidad en el ingreso, el acceso a la salud y a la educación, así como una cultura que tolera el sexismo y la misoginia impiden cerrar la brecha entre hombres y mujeres en la política.

Lamentablemente las mujeres que deciden entrar a la política son juzgadas más severamente que los hombres en torno a su apariencia física. Durante la campaña presidencial de 2008, abundaron las notas en las que se destacaba que Hillary "había llorado", que usó un escote en el Senado o a criticar que usara pantalones en lugar de faldas. Por ello, durante esa larga contienda, la ex candidata presidencial tuvo que luchar más que sus colegas varones para que trascendieran sus propuestas electorales.

México no es ajeno a esos estereotipos en la política. Patricia Mercado, la única mujer que ha obtenido más de un millón de votos en una elección presidencial; Ruth Zavaleta, la ex diputada federal por el PRD; Gabriela Cuevas, la actual diputada federal por el PAN; y Beatriz Paredes, ex presidenta del PRI son algunas de las mujeres en la política que día a día se enfrentan a un mundo en el que sus acciones pasan a segundo plano frente a la forma en la que se visten o por la forma en la que "gritan histéricamente".

Al respecto, el Foro Económico Mundial dio a conocer el año pasado el "Informe global de disparidad entre géneros", que mide la brecha entre hombres y mujeres respecto a la participación económica, el nivel educativo, el poder político y el acceso a la salud y México se ubicó en el lugar número 99, muy por debajo de otros países latinoamericanos como Argentina, Costa Rica, Honduras, Chile, Paraguay, Venezuela y Brasil.

Por ello, bajo el lema de "Más mujeres a la política" un grupo de Organizaciones No Gubernamentales, coordinadas por Patricia Mercado, así como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) lanzan en conjunto una iniciativa, financiada por la ONU, para ayudar a unas mil 700 mujeres en 10 estados de la República para que puedan competir en equidad por cargos de elección popular.

Tradicionalmente se piensa que el género es un concepto sin importancia para la vida. Hay quienes dicen que no importa si hay más mujeres o menos en un Congreso. En la Ciencia Política hay una literatura abundante que analiza si el género importa o no. Las conclusiones son mixtas y no hay consensos cerrados.

Sin embargo, la realidad es que México está desaprovechando a todos los niveles de la vida política y económica la fuerza del trabajo de las mujeres. Con tan pocos casos de mujeres en la política o de mujeres dirigiendo empresas en México no es posible llegar a conclusiones. Para ello, se requiere en efecto que más mujeres lleguen a posiciones de liderazgo político y a dirigir empresas, así como mapear quiénes controlan hoy, tanto en el enramado burocrático como en los organismos autónomos de derechos humanos, la agenda de género. Hay mucha tarea aún por hacer en México para que dejemos de hablar del pelo de Hillary Clinton o de las piernas de Ruth Zavaleta y nos concentremos en entender los efectos de una política orientada hacia el género.

Politólogo e Internacionalista

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