Hace ya años en este espacio apareció una crítica por una camioneta suburban (de lujo) que fue adquirida por el Ayuntamiento de Torreón para uno de sus funcionarios privilegiados. Eran tiempos del Gobierno de Guillermo Anaya; el funcionario distinguido con el grande vehículo tiene un apellido sagrado en las filas panistas.
Aquel artículo causó molestia al servidor público afortunado, y por canales formales e informales, llegaron las quejas al respecto.
Esto viene a cuento porque nuevamente al principio de una Administración Municipal aparecen acciones que fomentan la inconformidad a priori de los hechos, y que ahora surgen con claridad: la decisión de Eduardo Olmos de destinar dos millones de pesos para la remodelación principalmente del quinto piso del edificio que fue el Banco de México, sito sobre la avenida Morelos frente a la Plaza de Armas de Torreón.
Esta añeja y bella construcción, fue adquirida por el Municipio con el afán en parte de apoyar al Centro de la ciudad que desde entonces moría (esto fue entre 2003-2005) y por otra el evitar en el futuro que el Ayuntamiento dejara de pagar rentas de oficinas que no cabían en la Presidencia Municipal de la avenida Matamoros.
La información disponible, es que el actual alcalde pretende situar su oficina precisamente en ese quinto piso, que consta de 600 metros cuadrados, incluida terraza con vista a la plaza.
Con esos datos, la conclusión es muy simple: si Olmos se piensa hacer una oficina de las dimensiones que ocupa el dichoso quinto piso, léase 600 metros, y para ello piensa gastar del erario dos millones, sencillamente el presidente rápido ha mostrado el cobre; y es igual que la inmensa mayoría de los políticos que lo han precedido en fechas recientes, que mostraron desfachatez ocasionalmente en gastar el dinero del pueblo en frivolidades, como en el caso de hacerse un fastuoso despacho ubicado en la cuadra de mayor trascendencia histórica de la centenaria ciudad de Torreón.
Al día siguiente de la publicación acerca de la intención del gasto que se hará por restaurar el dichoso quinto piso, el alcalde Olmos declaró que el gasto de los dos millones, incluía además de la adecuación del lugar donde se pretende crear su despacho la máxima autoridad unipersonal del Ayuntamiento, el gasto contempla el mantenimiento de otras áreas del vetusto edificio, como el servicio a los elevadores arcaicos, así como la muda de los aparatos tecnológicos que se situaban en el famoso piso, que consistía principalmente en cableado de alta tecnología que fue ubicado en el nivel más alto del otrora Banco de México.
Las declaraciones llenas de justificantes del edil, contenían información en la que señalaba que él no podría dar más información pertinente para justificar la fastuosa oficina que se pensaba autodestinar, salvo su aclaración que no todo sería su despacho, pero además de eso Olmos había declarado que el gobernador Moreira tenía planes de hacer cosas y él no podía ni de chiste declarar de qué se trataba.
Fuentes habilidosas se daban cuenta de los planes que el presidente le ha cedido a Moreira para que lo comunique; la idea principal es demoler la Presidencia Municipal actual, para crear centros de esparcimiento ciudadano.
En su momento habría que ver la factibilidad de tirar el Palacio del Municipio, que no cuenta con una edad que lo convierta en sí en joya histórica, por lo que su valor artístico será poco relevante. Pero su estado actual tampoco lo delata como una ruina, no cabe duda que el Gobierno Municipal tendrá un gran reto de convencer a la ciudadanía de derrumbar una finca que está en términos generales en buen estado.
Se sigue fortaleciendo la opinión general de que no son tiempos de hacerse bellas oficinas pero causa extrañeza que don Eduardo se haya ocupado en hacer adecuaciones, cuando se depende de un gobernador que ha mostrado un cariz netamente popular y que no verían bien hechos que denotan mucho más costumbres burguesas a las acciones que Moreira hace mayormente en su Gobierno, con enfoque de apoyo a menos favorecidos económicamente.
