Hoy por hoy nadie puede decir para donde va este mundo ni para donde va este país. La humanidad ha perdido el rumbo, porque nos hemos concretado a vivir una visión muy personal de la vida sin darnos cuenta de la dependencia que tenemos de los demás. Cada quien se piensa a salvar a si mismo pero de ninguna manera se salva; la ecología ya debería de habernos enseñado la dependencia que tenemos los unos de los otros, cuando eliminamos de la naturaleza a algún elemento, finalmente el ecosistema desaparece.
Lo que vivimos ahora es producto de la testarudez de nuestro egoísmo. Se han realizado los negocios particulares pero hemos acabado con la ciudad, con el orgullo que alguna vez llegó a representar esta ciudad. Del viejo comercio poco queda. Son unos pocos quienes sobreviven. El desempleo ha producido subempleo y quienes se saben aprovechar de las situaciones, hicieron proliferar el comercio informal que ahora se guarece en algunas calles del centro de la ciudad.
Por mucho tiempo se estuvo pidiendo un estacionamiento en el centro de al ciudad. Nunca se puso atención en ello; hubieron más quienes defendieron una plaza que también se lleno de comercio informal y que al parecer hasta en los últimos tiempos han podido vaciar de tanta vendimia.
Pero hoy, después que los comerciantes del centro fueron incapaces de unirse, ¿qué queda del antes pujante centro de Torreón? Casi nada. Los viejos nombres han muerto, y nos hemos puesto en las manos de las cadenas que vienen de fuera, de las fábricas que vienen de fuera, según los sueldos que ellos nos quieran dar; ya que así globalizados, vivimos el mercado de la oferta y la demanda; y adivinen que, nuestros gloriosos secretarios generales de muchos sindicatos, viven a todo lujo, porque es su representación lo que ha llevado a la mano de obra nacional, a la situación en la que se encuentra.
Si la economía ya es difícil de por sí, a eso le agregamos la inseguridad pública, que nos tiene en constante temor, ante una autoridad que lo único que ha demostrado es ser impotente frente a tu enemigo. Que intenta combatir a unos delincuentes con armamento del primer mundo, con una policía del tercer mundo a quienes, según dicen, les venden las balas.
Dígame usted en donde está la salida; a través de los noticieros nos damos cuenta de las trifulcas que arman nuestros diputados y senadores, a de los tartos que hacen a nuestras espaldas o frente a nosotros, de la falta de seriedad para cumplir con las respectivas palabras, de los intereses particulares que ponen antes que los intereses de la nación. Bien dice el dicho, divide y vencerás. Como se ha de carcajear el delincuente al ver que nuestras autoridades se pelean entre si en lugar de unirse para vencer a la inseguridad. Y vaya que nos cuestan los partidos, y se les hará poco, a nosotros se nos hace nulo el esfuerzo hecho para sacar adelante los pactos que necesita esta nación para resolver su problema de sobrevivencia.
Vivimos una guerrilla de delincuentes dentro de la ciudad, con muertos a diario. Y no es que sea pesimista, no se ve en el horizonte nada ni nadie a quien recurrir para resolver el problema. La credibilidad en las instituciones se va perdiendo, hasta en la iglesia se va perdiendo, somos una civilización que va a la deriva.
¿Usted cree que va a venir inversión de fuera? ¿Usted cree que se van a abrir nuevas fuentes de trabajo? ¿Usted cree que alguien va a terminar con el crimen organizado, con la corrupción? ¿Usted cree que los egresados de nuestras universidades encontraran trabajo al recibir sus títulos? Pues tendrá mucha fe.
Dicen que las universidades se dedican a la investigación y a la solución de problemas. Que yo sepa, ninguna de las tantas que hay en nuestra región ha dicho esta boca es mía; y si lo ha dicho, nadie le ha hecho caso. Hasta en la misma función de educar estamos fallando, dudo mucho que la juventud de ahora crea en los viejos símbolos que llenaban a las viejas generaciones; y sin embargo, como ha proliferado el alcoholismo entre las jóvenes, y sobre todo entre ellas, bendita libertad.
Y de que nos vale presumirá nuestros millonarios del forbes si vivimos en un país que nos ahoga. Y luego dicen que la fantasía es dañina, pero si lo que estamos necesitando ahora es de fantasía, de una buena fantasía que nos haga recordar que somos seres humanos y que los seres humanos viven para perseguir un intangible que se llama felicidad y que eso es lo que no tenemos, ni siquiera la ilusión de ser felices o que alguno de los nuestros pueda ser feliz, con camisa o sin camisa, con millones o sin ellos.
Yo creo que por eso mismo no hay tanto ruido con esto de los centenarios, ni las televisoras han producido programas de historia que alimenten nuestro orgullo nacional; (y eso que son los pobres millonarios del forbes) no queda otra más que vivir por inercia.
Mas o menos la idea de los de abajo era el saberse convertido en una piedra que rodaba por la ladera de cerro, ir a caer a ninguna parte.