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EL SÍNDROME DE ESQUILO

PELAO FINO Y AUDAZ

VICENTE ALFONSO

Conocí el trabajo de Piporro cuando tenía apenas siete años. Por ese tiempo, yo vestía playera de osito panda y recorría el país en una casa rodante con mi familia durante el tiempo que no tenía escuela. Un día, después de hacer un alto en una estación gasolinera de Zacatecas, mi padre me regaló un caset. Desde la portada, un pelao muy sin embargo (sombrero norteño, pistola al cinto) me miraba. Me atraparon de inmediato canciones como "Don Baldomero", "Natalio Reyes Colás", "El Tragabalas" y "El terror de la Frontera".

Eulalio González, mejor conocido como Piporro, nació el 16 de diciembre de 1921, en Los Herreras, pequeña población de Nuevo León. Vivió en varias ciudades de Tamaulipas: Ciudad Guerrero, Los Guerra, Reynosa y Matamoros. Estudió la carrera de Medicina, aunque nunca la terminó. Más tarde cursó contaduría, aunque no ejerció porque la inquietud lo llevó a trabajar de periodista en El Porvenir de Monterrey. En los años cuarenta se inició como locutor en la radio, para después colocarse como actor de las radionovelas en La voz de América Latina de la XEW. Fue en la serie radial Ahí viene Martín Corona (que más tarde sería película), donde nació el personaje de Piporro. Después, vendrían más de veinte películas.

¿Cuál es el mérito de Piporro? Son muchos, sin duda. El primero es el de forjar un personaje alterno al peladito de barriada, al habitante de ese México urbano que el cine mexicano retrataba en la época. Pero hacerlo con ritmo y humor, es ya cosa de maestros. El México de los cincuenta y sesenta no fue únicamente el de las vecindades, del danzón y el mambo. Fue también (y sigue siendo) el México de los mojados, de los pueblos del Norte, de la machaca y el cabrito, la redoba, la polka y el acordeón. Basta escuchar la despedida entre el trabajador mexicano y el policía de migración norteamericano en la canción Chulas Fronteras; you wait for me o I wait for you, mejor you güey! Dice el mexicano al gringo.

Carlos Monsiváis, quien reconoce en la obra de Piporro una de sus "plataformassentimentales", hizo una cálida semblanza del cantautor y cómico mexicano durante su cumpleaños número setenta y ocho: "Se necesitaba un arquetipo para uso exclusivo de los norteños de México y, en el límite del barroquismo, un actor depura al personaje y lo convierte en arquetipo de una cultura fronteriza, un modo de ser mexicano en ambientes naturales, un regocijo nómada."

"Yo creo que desde la Edad Media, nadie había inventado tantos refranes como él". Agrega el escritor y filósofo mexicano. "Entre otros soportes, su humor requiere de la agilidad magnífica para, por así decirlo, improvisar la tradición".

Hoy, todavía escucho los discos de Piporro. Aunque he memorizado las estrofas, los comentarios y los diálogos, los disfruto y me sorprenden tanto o más que si estuviera de regreso en aquella carretera de Zacatecas, donde los escuché por primera vez. Y para que vean que no es hablada, cito aquí, una de las mejores piezas del maestro: "Yo sé bien que no soy ninguna alhaja/lo atestiguan Juana Petra y Nicanora/quesque soy informal y mentiroso /que a la mera hora se raja/, pero sepan que no es cierto; pregúntenle a mi caballo, él les dirá que nunca miento...".

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