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EL SÍNDROME DE ESQUILO

EL PARAÍSO DE PACO AMPARÁN

De luto. El escritor lagunero Francisco Amparán, quien  falleció el pasado domingo.  ARCHIVO

De luto. El escritor lagunero Francisco Amparán, quien falleció el pasado domingo. ARCHIVO

VICENTE ALFONSO

El domingo por la tarde una noticia consternó a La Laguna: acababa de morir Francisco Amparán.

Poco a poco el pesar se fue extendiendo como una sombra, y los mensajes de pesadumbre fluyeron por muchos rincones del país.

Lamentamos el deceso quienes fuimos y seguiremos siendo sus lectores. Reproduzco hoy un fragmento de lo que escribí en este mismo espacio en agosto de 2008, acerca de su novela Otras Caras del Paraíso.

La novela de Amparán me la regaló otro lagunero que entonces vivía en el exilio defeño. Un lagunero que hoy habita más lejos, por allá por Comalá: Antonio Jáquez. Tanto me gustó, que me lancé en plena madrugada a trazar el breve comentario que titulé "Policías corruptos en El Paraíso":

Mucho se ha dicho que la literatura suele adelantarse a la realidad. No se trata de poderes adivinatorios: a fuerza de observar, de jugar con la madeja de lo cotidiano, el escritor se vuelve capaz de predecir lo que sucederá en su entorno.

Así, no deben sorprender a nadie las ácidas críticas hacia el mediocre trabajo de la Policía que han poblado en los últimos años las letras laguneras (...).

El libro que hoy me ocupa es Otras Caras del Paraíso, novela de Francisco Amparán, publicada por Castillo Ediciones en 1995.

A Francisco Amparán no es necesario presentarlo: habitante de estas mismas páginas, es un escritor y periodista ampliamente conocido en La Laguna y fuera de ella.

A quien presentaré, en todo caso, es al ingeniero Francisco Reyes Ibáñez, protagonista de esta novela: se trata de un "modesto catedrático del Tecnológico de Monterrey (Campus Laguna) metido por azar a investigador criminal".

El hecho de que el misterio de este libro -la desaparición de una joven- deba ser esclarecido por un maestro universitario y no por un agente del Ministerio Público, es ya una dura crítica. Por supuesto, hay un par de investigadores encargados del caso: Se trata de "El burro" y "El gusano", policías judiciales no muy brillantes.

En esta novela, Reyes Ibáñez busca a Helena Salgado, prima de una de sus alumnas, que se ha esfumado en misteriosas circunstancias.

Este detective improvisado no es, para nada, un héroe: conforme avanza el relato sabe cada vez menos de la realidad en la que se desenvuelve. La teoría y la práctica se disocian totalmente, y el Estado de Derecho termina por ser sólo una abstracción o cuando mucho un catálogo de buenas intenciones.

De esta forma, Francisco Amparán logra retratar la impotencia colectiva: cada vez es más difícil para la sociedad civil darle coherencia a lo que ocurre en su entorno. Esto queda aún más claro en el capítulo siete, en donde Paco visita La Garzita en busca de "La Güera", una elusiva prostituta que pudiera darle pistas acerca del paradero de la joven que busca.

De pronto, el profesor-detective es víctima de un atentado: alguien acribilla su automóvil. Reyes Ibáñez se salva por muy poco.

Pero no es casualidad que en esta situación los campesinos se desenvuelvan con muchísima mayor soltura. Están acostumbrados (¡!) a sufrir abusos por parte de los uniformados. Cuando llega la Policía al sitio de los hechos, los campesinos tienen ya un diagnóstico de lo sucedido.

Viene después un cambio de tono en la voz narrativa: una prosa cruda, seca, sin la ironía y el ludismo que habían caracterizado la novela hasta ese punto. Y se destapa una cloaca: la red de corrupción que causó la desaparición de Helena Salgado incluye industriales, senadores y otros cromos.

Amparán sabe presentar los mecanismos de procuración de justicia en México: lo que se puede armar son apenas especulaciones acerca de lo que pudo haber sucedido.

Clasemediero a fin de cuentas, el personaje hace una suerte de viaje paralelo al que el Dante realiza en su Comedia: de mansiones y edificios corporativos en donde la ostentación es el común denominador, desciende a la pobreza -jodidez, mejor dicho- y al olvido en que viven los campesinos mexicanos.

Como el título advierte, bajo la forma de novela encontramos aquí una crónica del norte salvaje, brutal, que dista mucho de ser un territorio maravilloso.

En Otras Caras del Paraíso podemos leernos retratados -ironías de por medio- los laguneros con virtudes, carencias, complejos y ventajas.

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