Espectáculos Miss Universo Christian Nodal Julión Álvarez

EL SÍNDROME DE ESQUILO

UNAS CHELAS PA' LA CRUDA... REALIDAD

VICENTE ALFONSO

Este 2010, el regalo nos llegó por adelantado con la noticia del Premio Nobel para el escritor peruano Mario Vargas Llosa. No está de más seguir celebrando, y con su permiso, para todos los que amanecieron con algo de cruda, aquí los invito unas cervecitas... en la Catedral.

Conversación en La Catedral es una excelente novela del escritor peruano Mario Vargas Llosa, terminada y publicada en 1969. Dividida en cuatro partes, cada una comprende un momento distinto en la vida de Santiago Zavala: la adolescencia y la elección de carrera, una juventud ligada al comunismo, el posterior desencanto de la utopía y la salida de casa (el paso a la edad adulta) para terminar en un presente apático y frustrante como periodista en un diario de segunda.

Sentado en una mesa del bar La Catedral, bebiendo unas cervezas con el negro Ambrosio, el antiguo chofer de su padre, Santiago trata de reconstruir los momentos decisivos de su vida en busca del error que lo ha llevado a ser un tipo mediocre y sin ambiciones. Así, en una charla que salta de los amores frustrados a la corrupción política pasando por la aridez de los sueños revolucionarios, el asesinato y los conflictos familiares, Santiago expone al lector una historia en la que nadie se salva: Perú entero se ha jodido en un proceso de descomposición irreversible.

¿Cuándo fue? ¿Cuándo optó por la educación pública en San Marcos y no por la universidad particular en La Católica? O tal vez cuando la ingenuidad lo llevó a conspirar en revoluciones de café, a creer en una emancipación imposible, en una sociedad más justa. Qué puro, qué ingenuo, Zavalita. Tal vez fue antes, cuando decidió que no quería ser como sus padres, que la felicidad acomodada no era lo suyo. Tú no eres eso que quieres demostrarte que eres Santiago, le había dicho un día su padre. Entonces ¿quién era?

En la novela Mario Vargas Llosa llega ante el lector para mostrar el debate interno que a Santiago le inicia a los treinta años, pero que bien puede extenderse hasta los ciento cincuenta. Para él, la vida ya ha terminado: trabaja en algo que no le satisface, necesita sobrevivir aunque no sabe para qué. No cree en Dios, ni cree en la revolución, ni sueña con la posibilidad de construir un mejor lugar. No tiene hijos y no quiere tenerlos. ¿Cómo explicarles después que el mundo no es un lugar agradable, que a veces no es ni siquiera un sitio soportable? No tiene fe en los demás, ¿por qué tenerla? Tampoco cree en él mismo, no sabe si alguna vez creyó.

-Debían inventar una pastilla, un supositorio contra las dudas, Ambrosio -Dice Santiago-. Fíjate qué lindo, te lo enchufas y ya está: creo.

Como acostumbra el autor peruano, la novela está concebida como un entramado fino de dos o más situaciones paralelas: el tiempo nunca es garantía, el presente es futuro y el pasado está por llegar. Los personajes se encuentran y desencuentran sin puntos o paréntesis, sin espacios ni líneas conductoras, como suelen columpiarse los recuerdos en las neuronas. La contradicción humana es, simultáneamente, un punto de contacto y de discordia. Cayo Bermúdez, personaje indispensable para el desarrollo de la novela, es el anti-Zavalita por definición: hace tiempo que no sabe si lo que hace está bien o está mal, pero no le importa, le basta con saber qué es lo que le conviene, y lo que le conviene es acumular cada vez más poder. A su manera, Cayo es también un escéptico, aunque no un desencantado inofensivo. Su falta de fe se resuelve con aplanadora: el mundo es una porquería, pero en esta porquería yo mando y los demás se callan. No hay héroes, no hay buenos ni malos, simplemente humanos tan reptantes como alados.

Leer más de Espectáculos

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Espectáculos

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 586674

elsiglo.mx