¡MÚSICA PARA LA QUINCEAÑERA!
Es cierto que hay cientos de publicaciones en el follaje lagunero, pero la mayoría obedece a intereses comerciales. En cambio Estepa del Nazas, la revista literaria del Teatro Isauro Martínez, circula gratuitamente, y su misión no es otra que ayudar a los escritores laguneros a ofrecer cuentos, ensayos y versos a los demás. Porque si bien la poesía es de quien la trabaja, ésta no se concibe aislada, muda y muerta. Hay que repartirla.
La labor ha sido colectiva, es cierto, pero hay que decir también que Saúl Rosales es el director en esta orquesta. De él depende todo.
Sin frac y sin batuta, da los últimos retoques a las pruebas finas y borronea indicaciones. Los ensayistas, por supuesto, ensayan. Los novelistas, novelan. Los poetas y los cuentistas tensan los versos y untan con brea los bolígrafos.
Y es que en buena parte el maestro Rosales ha aportado potentes dosis de su música para la revista: Violín Concertino Vera Mijaílovna (febrero de 2000) es un cuento imprescindible. Desde allí resuena todavía la Serenata para Cuerdas Op.84 de Tchaikovski junto a las cavilaciones intensas del protagonista que todos hemos sido alguna vez.
Se añaden al programa tres poemas: Obertura de Invierno, de Ana Lucía Matouck, Telarañas de Música de Pancho Aldama (octubre de 1998), y Concierto de Emmanuel Quiñones (febrero de 1998). Incluso hace poco adivinamos a Mozart detrás del espejo, en una obra teatral de Antonio Malpica (abril de 2004).
Estepa del Nazas borra las fronteras entre canto y poesía: Sirena y Cuatro a eme, de Frino, fueron estrofas que después estallaron en canciones (abril de 2002); pero también escuchamos voces del báltico con vocación de verso: canciones populares traducidas del ruso por Tatiana Maroutchak (octubre de 2002 y agosto de 2003).
Las traducciones en este canto de la tierra no terminan allí. Si no en los mapas, por lo menos en el arte el Nazas entronca con el Mississippi e invocan espíritus lejanos. Surge entonces la traslación de coros jazzísticos de Jack Kerouack hecha por Carlos Velásquez (abril de 2003), así como los versos azulosos y nostálgicos de Corrido Blues (diciembre de 2003).
En la estepa leí por primera vez a Pablo Arredondo, a Jaime Muñoz, a Magdalena Madero, a Cristina Lozano, a Pepe Lupe González, a Daniel Maldonado, entre otros muchos. Mención especial merece la obra gráfica de Tábata Ayup, que sin duda es una muestra entre lo mejor que tiene La Laguna.
Que empiece ya la cuenta de los próximos quince años, aún hay mucha tierra por labrar y muchos versos por cantar.
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