Una nueva prioridad colocó a Estados Unidos en la agenda de seguridad internacional, en por lo menos la próxima década, tras la Cumbre de Seguridad Nuclear de abril en Washington: la amenaza del terrorismo nuclear. ¿Cuál es realmente esta amenaza para la paz internacional? Concretamente el tráfico ilícito a nivel mundial de tecnología y material atómico que pueda ser usado por grupos extremistas para atacar a sus enemigos, entiéndase como enemigo a Estados Unidos y sus aliados.
Washington obtuvo el compromiso de los 46 países asistentes, para trabajar en la "protección de instalaciones nucleares y material atómico". Con ello abrió el camino para la construcción de acuerdos bilaterales y/o regionales en el tema de la no-proliferación de armas nucleares que se discutirá en mayo próximo en la ONU. Algunos pasos previos a la cumbre fueron el anuncio de Washington de la nueva estrategia nuclear y el pacto firmado con Moscú que sustituye al de 1991 para reducir sus excedentes de plutonio.
También aprovechó para consolidar su postura sobre la cuarta ronda de sanciones que promueve contra Irán en el Consejo de Seguridad y que a pesar de que no fue el tema del encuentro, sí se abordó en cada una de las reuniones bilaterales que sostuvo con 10 países. Entre éstos, India y Paquistán -rivales históricos, no miembros del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP)- se sumaron a los consensos de la Cumbre, con lo que Estados Unidos envió un mensaje a dos ausentes: Irán acusado de violar el Tratado y Corea del Norte que se retiró en 2003.
Pero, en Oriente la reunión esperada fue la que Obama sostuvo con su homólogo en Beijing, Hu Jintao. En las semanas previas, el programa nuclear iraní ocupó parte de las conversaciones en los encuentros de primer nivel entre distintos líderes mundiales. Teherán ha rechazado las acusaciones de Occidente de violar el TNP y ha ignorado las cinco resoluciones que el Consejo de Seguridad le ha impuesto desde 2006 para detener el enriquecimiento de uranio con fines militares y no pacíficos como lo estipula el tratado. El nuevo paquete de sanciones contra Irán incluye colocar en la lista negra a firmas de navíos, restricciones en el sector bancario y financiero en el exterior, prohibir nuevas inversiones en el sector energético y combatir las actividades económicas de la "Sepâh", el ejército iraní.
La postura del Gobierno de China frente a Irán es trascendental en varios sentidos para Oriente Medio y el norte de Asia: tiene voz y derecho de veto en el Consejo de Seguridad, y si hiciera uso de este veto provocaría la caída de todo el andamiaje construido por Washington y sus aliados alrededor del tema nuclear iraní. Aunque puede ser lejana la posibilidad de vetar las nuevas sanciones, la utilización de esta arma para disuadir sobre las sanciones y presionar a favor de los intereses que tiene con el Gobierno de Teherán es una carta con la que sin duda Beijing gana y reafirma un poderío frente al Gobierno de Estados Unidos.
El gigante asiático quiere consolidar su poder en Oriente Medio y el norte de Asia, disputado por potencias como Rusia, Estados Unidos e incluso Japón. Después de Estados Unidos, es el segundo consumidor de petróleo en el mundo, con una dependencia cada vez mayor. Hay cada vez más empresas chinas en la región iraní, se ha convertido en su primer socio comercial y energético tras las sanciones que le han impuesto varios países de occidente. El Gobierno de Estados Unidos ha declarado que Irán contraviene sus intereses. Para China no, es su tercer proveedor de petróleo después de Arabia Saudita y Angola. La presión sobre Irán es también sobre esos beneficios.
Si el Gobierno iraní continúa desafiando a la comunidad internacional con el enriquecimiento de uranio podría desestabilizar la región. Pero si Beijing decide ir contra Irán sería ir en contra de lo que considera parte de su interés nacional. Retar a un posible bloque pro sanciones a Irán en la ONU sería quebrantar la lucha de la comunidad internacional contra la amenaza del terrorismo nuclear.
Se entiende por tanto que China busque aliados para aminorar los efectos que pudieran tener las nuevas sanciones contra Irán sobre sus intereses, al mismo tiempo que rechaza la proliferación de armas nucleares. Brasil, Turquía y el Líbano según sus declaraciones en la prensa parece que serán esos aliados. Pero si Washington logra unificar a la comunidad internacional contra Irán, será un punto a su favor con respecto al poderío que Beijing pretende afianzar en toda la región de Asia.