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Elección sui géneris

El proceso electoral en el estado de Durango está en marcha. Las precandidaturas comienzan a perfilarse. Varios factores motivan a pensar que la entidad vecina tendrá unos comicios atípicos en donde podrían darse algunas sorpresas.

Para entender un poco la peculiaridad de este proceso se debe considerar primero la realidad económica, política y social por la que atraviesa la entidad. Durango es el estado más subdesarrollado del norte del país. Sus dimensiones, su agreste geografía y la escasa inversión en materia de infraestructura lo convierten en una de las entidades más incomunicadas hacia el interior y el exterior.

El rezago económico motivado por la ausencia de inversiones de los sectores secundarios (industria) y terciario (servicios), ofrecen una reducida expectativa a los pobladores, muchos de los cuales deciden emigrar por falta de oportunidades.

La ineficiencia de las instituciones de seguridad y procuración de justicia han propiciado que Durango ocupe hoy los primeros lugares a nivel nacional en cuanto a violencia y criminalidad.

En lo que respecta a la cuestión política, el estado es uno de los pocos que no conocen aún la alternancia y en donde el control del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se ejerce a la vieja usanza del corporativismo y los cacicazgos.

No obstante, el estancamiento de Durango ha derivado en que el otrora férreo control priista comience a mostrar signos de debilidad. Una prueba de ello es la reciente escisión de José Rosas Aispuro Torres y su gente, quien se perfila como candidato de la coalición de los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Convergencia.

Aunque esta alianza resulta por demás extraña y hasta absurda, también es cierto que representa para muchos ciudadanos una opción real para que por fin se dé un gobierno no priista en Durango y que con la alternancia se propicien mejores condiciones para la sociedad del estado.

La administración de Ismael Hernández Deras ha dejado mucho que desear, y si el descontento que ha despertado lo pueden canalizar los viejos y nuevos opositores del PRI -cuya maquinaria será sometida quizá a la más dura de sus pruebas- podría darse una sorpresa. Aunque todavía es una incógnita cómo se las arreglarían la derecha (PAN) y la izquierda (PRD) para gobernar a la entidad con un ex priista, en caso de que ganaran la elección del 4 de julio. No cabe duda que estamos ante un proceso sui géneris.

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