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Emergencia

FEDERICO REYES HEROLES

Lo primero es combatir la indiferencia. La tragedia de Haití, el terremoto y lo que le sigue, pueden quedar en los anales como una página de horror de los tiempos recientes. Ken Keen, comandante estadounidense encargado de las operaciones en la isla, afirmó que el piso serían 200 mil muertos de los cuales 70 mil han ido a dar a las fosas comunes. Estamos ya en niveles similares a los del tsunami de 2005. Pero las diferencias son muchas. Aquel fenómeno azotó a varios países en condiciones socioeconómicas muy distantes de la miseria enraizada en Haití. La capacidad de respuesta de los gobiernos estaba allí. El horror se dividió entre varios. Un terremoto de esta magnitud y características en cualquier sitio hubiera sido una tragedia, pero en Haití cobra otra dimensión.

Podíamos estar apenas en la puerta de entrada al infierno terrenal. La ONU ha ordenado un repliegue de sus elementos, incluidos los cascos azules de Polonia, España y Bolivia, ante las agresiones que están sufriendo en el Centro de Puerto Príncipe. El vandalismo se extiende en las calles con la consecuencia de beneficiar a los más bárbaros y fuertes y no a los débiles. Las brigadas internacionales están siendo arrinconadas por la violencia desatada sin un Gobierno capaz de imponer el orden. Ahora sí estamos ante un Estado fallido, la expresión que algunos trataron de aplicar a México. Por si fuera poco los delincuentes han sido liberados por la naturaleza. Miles caminan ufanos en medio de la desgracia que no les inhibe de cometer sus tropelías. Haití nos recuerda que la barbarie sólo duerme narcotizada por la civilización.

Los hechos caminan como siempre por delante. Estados Unidos despliega efectivos ante el previsible grito de Chávez que habla de "ocupación" estadounidense. ¿Pero acaso es mejor el vacío? Recordemos que una de las peores vergüenzas recientes que la humanidad llevará en su memoria se llama Ruanda en donde precisamente el vacío, ese acto de volver la mirada para ignorar, facilitó el genocidio que llevó a la muerte a alrededor de 900 mil seres humanos. Ni la Cruz Roja, ni Naciones Unidas con sus propias fuerzas pudieron restaurar el orden en Ruanda, tampoco podrán solas en Haití. Esos son los hechos. La comunidad internacional no debe mirar a otro sitio y permitir que el horror previsible se instale. ¿Qué hacer? El "acto imperial" estadounidense debe acreditar su intención humanitaria ante los ojos del mundo. Pero eso no basta. Haití es un reto de racionalidad para el orbe.

Recordemos los principios del derecho internacional. La Carta de Naciones Unidas en su artículo 24 concede al Consejo de Seguridad las facultades de mantener la paz y seguridad internacional. Pero no es el caso. Tampoco estamos frente a un conflicto entre estados-nación. No es una sublevación armada en contra de un Gobierno establecido. No es una guerra civil. No hay un conflicto armado entre partes, por lo tanto los tratados de Ginebra no encajan. Hay violaciones evidentes a los derechos humanos, hay linchamientos, hay muerte. Se camina hacia la violencia generalizada, pero ¿quién hace la declaración? Los Estados Unidos o cualquier otro país tendrían que acudir al llamado Derecho Internacional Humanitario (DIH), una suerte de uis in bello que en realidad se constituye por una serie de convenciones internacionales de derechos básicos. Uno de los ejes principales de esa figura jurídica es el Comité Internacional de la Cruz Roja que, al amparo de varios protocolos recientes, pone a la población civil como sujeto protegido en el centro de la discusión. Es el caso. Es un retorno al derecho de gentes como mínimo acto de civilidad.

Esta ruta podría conducir a la necesaria intervención de fuerzas internacionales de paz. La enorme diferencia sería el aval doctrinario, que no es poca cosa. El problema son los tiempos. Los Estados Unidos son ya parte y, por justificada que sea su presencia, necesitan responder por la condición jurídica de la operación.

Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, ha declarado que la ayuda deberá llegar a dos millones de seres humanos en un mes. Pero cómo hacerlo si las brigadas no pueden circular sin riesgos. Los 550 millones solicitados a la comunidad internacional por Ki-moon, más los 100 prometidos por Estados Unidos más otros 100 de la Unión Europea, más lo que se logre sumar a partir de la reunión del 25 de enero en Montreal se miran como un horizonte de muy largo plazo. A siete días del terremoto Naciones Unidas no ha podido distribuir agua y alimentos necesarios y además tuvo que "abortar" su misión. Ese es el escenario.

Retomo una idea de Rafael Tovar. México se encuentra en una situación privilegiada y obligada de mediación entre Estados Unidos, Venezuela y otros. El presidente Calderón podría convocar a una reunión inmediata en el Caribe mexicano, que está en las narices de La Española, para que el continente acuda de manera civilizada en auxilio de Haití. Podemos y debemos. Es una emergencia.

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