Leyendo a Eduardo Punset, comprendí mejor la diferencia entre emociones y sentimientos, importante distingo para la vida diaria y la educación de nuestros hijos o nietos. Le comparto:
Los sentimientos se forman en nuestro cerebro a través de los sentidos; así, el ojo pasa el mensaje a la corteza cerebral y de ahí a los lóbulos parietales: se ve, se identifica y reconoce.
En las emociones participa el Sistema Límbico: se ve, se recuerda y relaciona con experiencias pasadas, buenas o malas, según conclusiones de Antonio Damasio, profesor investigador neurofisiólogo de Southern California University.
Los niños y adolescentes, a decir de Salvador Martínez, del Centro de Neurociencias de la Universidad de Alicante, aún no terminan de madurar en sus procesos cerebrales prefrontales; aprenderán a evitar lo que daña con experiencias significativas. Por ello, no alcanzan a dimensionar el peligro que corren al intentar atravesar a nado un río caudaloso, por ejemplo.
Los sentimientos se construyen a través de la percepción y se inicia, prácticamente, desde el nacimiento. Aún así, durante los primeros meses habrá que madurar y afinar la comunicación del cerebro con el resto del cuerpo, conocimiento que aprovechan los pediatras para circuncidar a los bebés al momento de nacer, cuando la sensibilidad es muy baja y no producen dolor.
Las emociones, se van consolidando conforme se aprende con las vivencias: el niño que acompaña a la madre al funeral, llora al verla hacerlo, aunque no comprenda el proceso de muerte; sin embargo, asimila que perder a un ser querido es sentimiento doloroso, que suma al del amor despertado por la relación intensa e íntima con sus familiares.
Educar tomando en consideración a los sentimientos y emociones, es cuenta pendiente de los sistemas educativos mundiales.
Recordemos que el acto de educar empieza en la familia: los padres somos los primeros educadores de nuestros hijos.
El profesor Carlos Valdés, gusta de recordar la cita de Quintiliano, pedagogo de la antigua Roma, a quien le preguntaba una mujer embarazada:
-Tengo cuatro meses de embarazo; ¿qué hago para educar a mi niño cuando nazca?
El filósofo le respondió:
-Mujer, haz perdido cuatro meses.
Quien no aprende a controlar -conociendo- las emociones, no desarrollará la razón y la voluntad; se quedará en el campo de "la gana", donde se hace lo que se quiere o necesita, no lo mejor o conveniente para sí y para los demás; tampoco aprende a ser socialmente útil. Los educadores -padres y profesores- del presente, estamos descuidando las emociones y queremos usar los sentimientos para que el estudiante aprenda.
El profesor que se ocupa de que el alumno aprenda a partir de premio o castigo, está despertando procesos automatizados que impiden participar al Sistema Límbico, dejando poca o nada experiencia para el futuro; así, fechas y datos de historia se memorizan sin tener un significado útil, olvidándose en consecuencia.
Cuando nos quedamos con la educación de los sentimientos, aprendemos a identificar lo que creemos, necesitamos o deseamos materialmente, sólo para "estar bien", físicamente hablando.
En cambio, cuando le damos valor a esos sentimientos y aprendemos a reconocer las emociones que despiertan, nos queda la experiencia que guardamos en la memoria, que luego ayudará a encontrar las buenas decisiones y, consecuentemente, la verdadera felicidad de ser. "Aprendizajes significativos", les llama la doctora Teresa Díaz.
Los padres enseñamos a los hijos despertando sentimientos a partir de sensaciones; la madre con un manotazo al hijo que insiste en meter los dedos al contacto eléctrico; los profesores, castigando o premiando a quienes responden exámenes conforme a su "dictado", sin llevarlos a la reflexión. Ambos, debemos aprender a enseñar con emoción, descubriendo lo bueno y malo de nuestras actitudes y estudiando, juntos, las consecuencias de uno u otro actuar.
Y ¿cómo se aprende a educar la voluntad con las emociones?: enseñando; a través del estudio, del aprendizaje emocional que los seres humanos hemos adquirido desde nuestros orígenes, pasando por los clásicos hasta la historia moderna; son esas materias de relleno que los jóvenes rechazan y algunos malos educadores eliminan para bajar costos de operación.
En el hogar: explicando pacientemente los porqués y las consecuencias de cada acción, de ser posible ejemplificando con casos prácticos por ambos conocidos.
Antonio Damasio, dice: "tenemos emociones de todos los sabores: buenas, malas y regulares". Esas son elementos de juicio y criterio que nos ayudan a discernir que está bien o mal; la educación consiste en reconocerles y aprender de ellas para cultivar las positivas y desechar las negativas.
Debemos aprender a distinguir entre instruir y educar; unos enseñan "datos y cosas", los otros explican su utilidad.
Es diferente la madre que enseña con paciencia amorosa, de aquella que sólo da la nalgada dejando sensación de dolor físico y sentimiento de desamor. ¿Usted qué hace?
Ydarwich@ual.mx