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En Arizona: por la apariencia

GILBERTO SERNA

 L Os ve usted, a los "paisas", en una céntrica calle de cualquiera de las poblaciones, son reconocibles a distancia (por la apariencia). Todo mundo sabe que están en ese lugar. Los güeros acuden desde muy temprana hora en "trockas" que tras un brevísimo diálogo les indican (a pesar de la apariencia) que suban en la parte trasera del vehículo. Son uno de los grupos de latinos indocumentados. Las patrullas con policías tejanos, lentes oscuros colgados del lomo de sus narices; los "pelos de elote" les asoman debajo de sus cachuchas, pasan rodando lentamente sin detenerse. Estamos en la calle Mac Collough, la ciudad empieza a despertar, en un rato más se vendrá una avalancha de autos que provienen de casas en el campo donde viven los residentes. Había un acuerdo tácito que permitía que los hombres sin "papeles" fueran contratados en labores agrícolas. Los salarios son injustamente rebajados sabiendo los "gueros" que no habrá quejas pues dada la ilegalidad en que viven, la autoridad puede deportarlos. Es pues un acuerdo mutuo no escrito: te doy trabajo a pesar de tu calidad migratoria ilegal, pues cruzaste la frontera de manera clandestina.

Es la rutina en una ciudad cualquiera del vecino país del Norte. Las condiciones de vida no son de las más óptimas, pero no hay más, ¿qué se le va a hacer? En las ciudades de la República Mexicana la falta de plazas atosiga a las nuevas generaciones que, contrariamente a los venturosos años de mediados del siglo pasado, cuando se decía que cada niño que nacía traía una torta debajo del brazo; y antaño, en los años cuarenta, se premiaba a la mujer más prolífica; hogaño muchos jóvenes se han visto obligados a ir "al otro lado" en busca de mejores oportunidades. Eso se advierte en los pueblos, muchos de los cuales han quedado desiertos, quedando solamente los dos extremos: niños y viejos. En nuestro país se da la paradoja de que, ante la falta de empleo, muchos jóvenes son reclutados para pelear en contra de las fuerzas del orden, en tanto que otros engrosan las mermadas filas de la Policía.

En el estado americano de Arizona, cunde el miedo ante una ley intolerante y xenofóbica pues desde tiempo atrás, con el proyecto Minuteman, se abría la puerta a que hubiera vigilantes ciudadanos encargados de hacer efectivas las leyes migratorias en Estados Unidos dispuestos a jalar del gatillo pues para ellos era una diversión, como matar conejos con escopeta, lo que produjo un revuelo de críticas.

Se pretendía sembrar el pánico entre nuestros connacionales pretendiendo convencerlos de que no cruzaran el estado de Arizona para introducirse ilegalmente en territorio estadounidense. En esa ocasión los rancheros de aquel lado (por la apariencia) en una noche oscura tirotearon a un indocumentado aduciendo lo habían hecho al confundirlo con un animal. Eso fue en el reciente pasado, ahora en el estado de Arizona se promulga una ley que convierte en un delito estatal el solo hecho de encontrarse ilegalmente en la entidad. También autoriza a los agentes policiacos a que interroguen a toda persona cuya conducta consideren sospechosa (por la apariencia). Por el estatus migratorio se harán redadas, en Arizona sin mandamiento judicial, júrelo usted, a unos 460 mil inmigrantes que cruzaron la frontera sin papeles.

Poco puede hacer nuestro Gobierno como no sea el de tachar de racista, discriminatoria, y vergonzosa la ley que entrará en vigor 90 días después de promulgada. Por la pura apariencia puede ser detenido provisionalmente un alienígeno cuyo aspecto se le haga sospechoso a la Policía.

Es decir que para la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, a quien desde aquí le mandamos una sonora trompetilla, la facha es suficiente motivo para que se rompan todas las normas de convivencia internacional, sin fijarse que la penuria es el acicate para que las familias se trasladen de un país a otros en la búsqueda de mejores oportunidades; además acá en México debería tomarse en cuenta la situación de un país que vive momentos dramáticos, trágicos y, a veces, espeluznantes, producidos por la inseguridad y el desempleo.

Quieren echarlos sin tomar en cuenta que debe haber un reconocimiento implícito a la dignidad y a los derechos pues igual son miembros de la familia humana, que deberían ser respetados por todos. Me enteré que los migrantes piensan regalarle una capucha blanca, con la punta cónica, como grotesco cucurucho invertido, con dos hoyuelos al frente y una túnica de igual color. Podemos decir que, de la mano de la supremacía blanca, en Arizona (por la apariencia) reaparece el Ku Klux Klan.

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