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En busca de la libertad

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Juan Jacobo Rousseau sostenía que el estado perfecto del hombre se da en soledad.

Pues es en soledad donde el hombre alcanza la plena libertad al ser dueño de todos y cada uno de sus actos.

Con el tiempo y más, al nacer en sociedad, el hombre debe sujetarse a las reglas impuestas por ésta y cumplir con ellas, si desea pertenecer a la comunidad.

Debemos aceptar entonces que no existe la libertad completa, ni sería posible que cada cual hiciera lo que le viniera en gana si ha suscrito un pacto social.

Por eso se afirma que la libertad de uno termina donde comienza la de otro, tal cual sucede con el derecho.

Sin embargo, al lado de los condicionamientos sociales hay otros que nosotros mismos nos imponemos y nos impiden ser verdaderamente libres.

Son las limitaciones que nosotros mismos nos imponemos por torpeza o costumbre, así, aunque la jaula pueda estar abierta, permanecemos dentro de ella porque no sabemos hacer otra cosa.

Dicen que eso sucede con los elefantes, que a fuerza de estar encadenados muchos años, aun cuando ya no tengan la cadena no llegan más lejos del punto en que ésta les permitía moverse.

Somos seres de condicionamientos y etiquetas. Nos movemos condicionados por nuestras ideas y vemos a los demás, no como son, sino como creemos que son de acuerdo a las etiquetas que portan.

Dura es la vida cuando no sabemos usar nuestra libertad, ni mucho menos al descubrirnos incapaces de encontrar dentro de nosotros esa verdadera libertad.

A veces creemos encontrarla en aquellas pequeñas cosas que nos producen felicidad. Pero no somos capaces de advertir que esa felicidad es efímera, engañosa; es como el juego de abalorios.

La libertad, como la felicidad, está dentro de nosotros. En las cosas sencillas que nos producen paz y tranquilidad; no en aquellas que nos condicionan y quieren cambiar nuestra esencia.

Pero somos también dados a apegarnos a las personas y las cosas. Nos duele desprendernos de ellas, cuando que la realidad es que unas y otras sólo nos han sido prestadas por un tiempo, porque al final de cuentas nada nos llevamos de este mundo. Todo se queda aquí.

Por eso debemos recordar que cuando nacimos todos estaban felices y nosotros llorábamos, así que debemos vivir de tal manera que cuando muramos, todos lloren y nosotros estemos felices.

¿Dónde encontrar pues esa libertad plena que nos permita vivir tranquilos y felices?

Sin caer en el conformismo, en el disfrute de lo que tenemos, sin envidias ni falsas aspiraciones.

Buscando también la tranquilidad de espíritu. Que nada ni nadie nos desasosiegue, que nos permita vivir en paz con el mundo y nosotros mismos.

Siempre habrá cosas que nos alteren, que cambien por momentos el rumbo de nuestras vidas. Pero sólo hay que esperar con entereza a que esas cosas pasen.

Porque todo pasa en esta vida, lo bueno y lo malo. Así que sólo es cuestión de esperar.

Mas para lograr una libertad aceptable, tenemos que conocernos primero a nosotros mismos. Sin ese conocimiento previo no lograremos ese propósito.

El despegue de todas esas cosas y personas que significan un lastre, es requisito fundamental para poder ser libres.

La vida es muy corta como para pasar por ella arrastrando rencores y viviendo aprisionados, apegados a aquello que no puede ser.

Una honesta introspección, es fundamental para alcanzar una libertad plena. Y sólo nosotros podemos realizarla, nadie lo puede hacer por nosotros.

La vida, lo hemos dicho, está hecha de momentos. Y son esos pequeños momentos los que nos pueden hacer felices, los que pueden llevarnos al conocimiento propio y al logro de la felicidad y libertad que deseamos.

De nada sirven el éxito, los honores o los aplausos si no somos realmente dueños de nosotros mismos.

Son sólo quimeras, efímeras emociones que si bien nos dan satisfacción, no nos pueden conducir a la libertad.

La libertad, como muchas otras cosas, se conquista en el día a día. Con la plena conciencia de que lo que hacemos es por nuestro bien.

Duele desprenderse de las cosas y más de las personas. Pero si no aprendemos a vivir sin ellas permaneceremos atados a las mismas como a un lastre que no nos deja avanzar.

Y mientras esto escribo, surge una y otra vez la pregunta: ¿Somos realmente libres? ¿Podemos serlo plenamente?

Quizás lo podremos ser si renunciamos a esos apegos, que no son sino el resultado de nuestro egoísmo.

Son conductas repetidas, que hemos aprendido de aquellos que suelen decir qué es lo realmente correcto. Pero que sin duda pueden ser meros espejismos.

Vivimos así, buscando felicidad y libertad. Y se nos puede ir la vida entera buscándolas sin lograr poseerlas nunca.

Entre tanto la vida sigue, no la podemos detener. Aceptemos entonces que el conocernos es más importante que cualquier cosa que esté fuera de nosotros.

Admitamos que si "yo soy yo y mis circunstancias", debemos hacer que las circunstancias sean las más favorables para ser libres y felices; y que eso sólo depende de nosotros.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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