Bajo porcentaje. Atari es la única obra mexicana que ha entrado al circuito comercial en la última década, aunque su autor tuvo que aceptar un porcentaje de 7 por ciento.
MÉXICO, D.F.- El dramaturgo Antonio Zúñiga deja sonar, siempre, tres veces el teléfono de su casa antes de contestar. Descuelga la bocina y dice con voz de viejito: "Bueno, ¿con quién desea hablar?". Con el dramaturgo Antonio Zúñiga, por favor. "¿De parte de quién?" pregunta el Zúñiga "viejito", quien finge la voz hasta que se convence de que del otro lado del teléfono no hay un cobrador bancario que exige el pago de una tarjeta de crédito.
Un poco en broma y mucho en serio, Zúñiga dice: "Soy un dramaturgo mexicano con problemas económicos, algo muy raro en este país, ja, ja".
En realidad es algo muy común. A la pregunta ¿se puede vivir de ser dramaturgo en México?; los dramaturgos reaccionan con una sonrisa. No es, sin embargo, la misma: a veces es una sonrisa irónica, otra es de resignación, de nervios, de que la pregunta de una broma.
No. Se vive, por ejemplo, de las becas, sobre todo cuando se es un dramaturgo joven en busca de oportunidades: Verónica Bujeiro tardó catorce meses en escribir su primer montaje, La Inocencia de las Bestias y durante ese tiempo la engorrosa vida cotidiana fue pagada con una beca del Fonca y el premio La Gruta.
Se vive, pongamos otro caso, de actuar en comerciales de televisión: Juan Ríos Cantú es el único dramaturgo mexicano que ha colocado una obra en el circuito comercial en los últimos diez años (Atari fue producida por el emporio Ocesa) pero él confiesa que en cuestiones de dinero esa obra "no estuvo bien económicamente". Ríos es, seguramente el televidente asiduo lo reconocerá, uno de los amigos ficticios de Alejandro Fernández en la campaña de comerciales de cerveza. No tiene reparos en hablar de su realidad: "Me vale que sea políticamente incorrecto; yo lo que hago son comerciales en tele para gastar mi dinero en escribir teatro".
Y si de joven se vive de las becas, siendo un dramaturgo de trayectoria el dinero viene de los talleres, de las clases, de escribir en periódicos. Estela Leñero responde a la pregunta con otra pregunta: "¿Se podrá vivir con el diez por ciento de lo que se recauda en taquilla? Los dramaturgos cobramos, en general, a través de la venta que se reporta a la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y recibimos el diez por ciento".
Aunque a veces, según ha experimentado en Irela de Villers en cabeza propia, los dramaturgos ganan cero pesos: "Hay muchos proyectos colectivos en los que el diez por ciento terminas por gastarlo en la propia obra; en estos casos es muy común que recibas nada o que termines poniendo de tu dinero".
El mal es crónico. Tomás Urtusástegui, nacido en 1933, miembro del Sistema Nacional de Creadores desde 1993, escribe en el libro compilatorio. Se buscan dramaturgos: "Yo tengo una estadística. Cuando hablo de derechos de autor en alguna clase, les digo a los alumnos que tengo registradas unas 260 puestas; pero de esas 260 me han pagado derechos de autor como seis o siete, o sea que esto indica que de eso no se puede vivir".
Otra manera de vivir siendo dramaturgo es tomar las maletas, ganar una beca para cursar un diplomado en el País Vasco y fundar allá una compañía mientras se siente una rara nostalgia por el país natal. Enrique Olmos de Ita es un dramaturgo de la generación de los noventa, ganador del Premio Nacional Gerardo Mancebo 2004 por la obra No Ganarás, pero fue en el país Vasco donde encontró, además del amor, la posibilidad de fundar Nuerodrama, una compañía que indaga en las posibilidades dramáticas de la neurociencia. En entrevista desde el País Vasco, hace cuentas: "Pensemos que México tiene 110 millones de habitantes; creo que en esa población pueden surgir cien dramaturgos profesionales que vivan del teatro, aunque no sólo sea de escribirlo sino también de dar clases, talleres".
Ya lo dijo José Antonio Alcáraz: "Se puede vivir de ser dramaturgo, vivir mal, dando tumbos. Nadie en México puede darse el lujo de ser Arthur Miller".
Hay una última opción: tomarlo por el lado romántico. Jesús González Dávila (1940-2000) en una entrevista publicada por Armando Partida en 1994, dijo: "Yo creo que por eso estoy vivo: porque se puede vivir de la escritura dramática. En 1970 escribí mi primera obra y yo no creí que viviría hasta 1994. Vivo gracias a que escribí teatro; como quien dice: si yo no hubiera escrito, me muero".