CIUDAD DE MÉXICO. - Siempre es interesante visitar la capital azteca y más cuando teníamos más de dos años sin pisar estas tierras en donde se decide buena parte del futuro de este país y de los mexicanos.
De entrada saltan a la vista las mejoras viales y la construcción de nuevos edificios, entre ellos la terminal 2 del aeropuerto Benito Juárez, inaugurada a finales de 2007 y que no le pide nada a los grandes aeropuertos del mundo.
Pareciera que la crisis no ha pegado fuerte en el Distrito Federal o bien los gobiernos federales y el capitalino han sido muy hábiles a la hora de negociar sus presupuestos.
Los ejes viales lucen impecables, algunos flamantes con nuevo piso de concreto, así como las fuentes, bosques y jardines de las zonas centro y turística del Distrito Federal.
Por primera vez en mucho tiempo escuchamos comentarios positivos sobre la seguridad cuando en años pasados los índices delictivos alcanzaron niveles pavorosos.
Asaltos y delitos del orden común siguen a la orden día, pero se han frenado los secuestros y los crímenes de alto impacto a decir de las fuentes consultadas.
Hay dos factores que contribuyeron a esta mejoría. Por un lado el incremento en el número de agentes y unidades policiacas y por el otro el sistema de cámaras colocadas en las principales arterias de la ciudad.
Más de 90 mil policías vigilan hoy en día esta capital y sorprende ver patrullas por todos lados y a todas horas, especialmente por la noche cuando por reglamento llevan sus torretas encendidas y en algunos casos también sus sirenas.
No obstante los avances en seguridad y vialidades, en materia política y de justicia son escasos por no decir nulos los cambios.
Tuvimos oportunidad de charlar con funcionarios federales y legisladores dentro de la misión que realizó la Sociedad Interamericana de Prensa para dar seguimiento a los casos de periodistas mexicanos asesinados y lamentablemente el nivel de incompetencia en el tema es el mismo de antaño.
Una vez más constatamos que la política, mejor conocida como "grilla", domina, invade y condiciona la vida diaria de la capital mexicana.
El mitote de la semana fue la renuncia al PAN del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, por su desacuerdo con las alianzas del PRD y su partido en varios estados mexicanos que tendrán elecciones en julio del presente año.
El tema ha durado una semana en los medios y dejó al presidente Felipe Calderón una vez más sin un brazo fuerte en Gobernación toda vez que con su renuncia estridente, Gómez Mont perdió su capacidad negociadora con Acción Nacional y el PRD.
Al mismo tiempo los partidos políticos están enfrascados en una feroz negociación para tratar de llegar a acuerdos en una reforma política, pero sin señales claras de un pronto acuerdo.
No obstante otros temas como la reforma laboral, el avance del narco en todo el país, así como la corrupción en el campo y el rezago en la educación, no tienen mayor relevancia en las oficinas federales.
Hoy en día todo tiene que ver con el 2012. Nadie da paso sin huarache y cualquier movimiento, acuerdo y desacuerdo en las esferas políticas, está relacionado con la próxima sucesión presidencial.
Por suerte la economía se deslindó hace algunos años de la política, así que con todo y los desastres y enredos de los funcionarios, legisladores y líderes de partidos, México ha logrado salir bien librado de la crisis internacional, al menos hasta el momento.
Pero ha dejado ir grandes oportunidades para adaptar sus leyes a los nuevos tiempos y posicionarse como una de las economías emergentes más atractivas, tal como ocurrió en los noventa con la apertura comercial y la reprivatización bancaria, entre otras acciones tomadas en momentos clave.
En suma hay demasiada política y muy poca acción. Algo parecido a lo vivido en los años setenta y ochenta que han sido de los más funestos para México.
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