En otros tiempos, una noticia como la construcción de una presidencia municipal de nueve pisos, a cualquiera nos llenaría de orgullo. En estos tiempos, con la desesperación cotidiana en la cual nos encontramos, es algo que nos puede tener en la confusión. Si no logramos resolver lo fundamental para vivir dignamente en nuestra ciudad, como pensamos en grandezas como éstas, si ya hemos visto que los puentes y demás no ha sido lo suficiente para cambiarnos el sino de nuestro futuro.
Por otro lado, significa una inversión lo cual puede traer como resultado un respiro para nuestra menguada economía; aunque a veces preocupe el pensar que todo eso significa dinero que tiene que salir de alguna parte y si son de préstamos se tienen que pagar y que si no pagamos significara severidad en los próximos años o por lo menos devaluación que es una manera de cobrar y como nos han cobrado otras veces; basta recordar a Echeverría y a López Portillo que lo único que lograron con sus acciones fue aumentar ceritos, hasta tres, a nuestro peso, el que durante mucho tiempo permaneció a $12.50.
La incredulidad parte de la inseguridad de todos los tipos, no solamente de esta que vivimos a diario y que significa la cultura de la muerte. La incredulidad en las acciones y en las palabras de quienes dirigen los destinos de nuestra nación. Nos llegan noticias de Europa y el Euro, moneda que había dado la batalla al dólar y que hoy se ha venido de picada por la mala economía aplicada en varios países como Grecia. (Si te lo están diciendo, cuando se gasta mucho algún día se tiene que pagar). Lo mismo le está sucediendo a España la que ya admirábamos por su desarrollo.
No serán los grandes capitales quienes paguen los platos rotos, siempre serán los que jamás han tenido quienes verán mucho más alejado su deseo de tener.
Esta es una de al realidades que nos pueden estar construyendo. La economía es un metalenguaje a la que le produce más la ficción creada que la pretendida realidad en la que se supone que está fundada. Hoy más que nunca se teme la cantidad de fraudes que se pueden estar cometiendo. La economía vive de la apariencia, de los deseos; la bolsa es como el casino de juego, ganan unos cuantos pero pierden los demás. Por todos lados es explotada la credulidad.
Por eso, en nuestros días existe más la incredulidad, porque muy pocos consideran que sigan abundando las personas que no se puedan corromper, si de alguna manera u otra a donde hemos llegado es a base de pequeñas corrupciones que no han tenido importancia; bueno, la única importancia que tienen es que han desatado todo esto , la otra realidad que también nos han creado, los que han hecho su negocio particular el irrumpir en nuestras vidas con el miedo, el terror, la imposición, el hostigamiento, el ahogo de cualquier esperanza de salir delante.
La realidad nos la crean porque nosotros hemos sido incapaces de crearla, porque para eso tendríamos que hacernos responsables de nuestros actos y no dejar que las cosas sucedan porque a terceros les interesa que de esa forma sucedan.
En el pasado se acostumbra eso: un señor dueño de un territorio que supuestamente velaba por la seguridad de la región se cobraba con la producción de los campesinos, con impuestos, con todo lo que tenía a la mano. En realidad se convertía en el dueño de todos y decidía.
Pero hoy ya no estamos en esos tiempos; los modernos son de la democracia donde se supone que las decisiones son nuestras porque ni somos ni mercancía ni pertenencia de nadie; y ya ve lo que está sucediendo; es más fácil culpar a otro que pensar en nuestra propia culpabilidad.
¿Cuál sería el mundo que nos estamos creando nosotros? Desconozco si alguien tenga esperanza en estar creando un mundo. Ahora muchos nos estamos conformando con sobrevivir porque para que hubiera fuerza tendría que existir la unión y con tantas desconfianza y corrupción que hay se vuelve cada vez más difícil la unión. ¿A qué equipo se uniría? ¿A estas alturas confía en alguien?
Si uno se pregunta por la verdad ya no sabe en donde se encuentra. Las instituciones mismas han puesto en entredicho sus verdades. ¿La verdad del gobierno, de la iglesia, de la propia universidad, de la empresa, de los sistemas, de pensiones por ejemplo, de salud pública, de seguridad? Se vive más de la ficción que de la realidad. Lo que si hemos aprendido es que para sobrevivir en este mundo que nos rodea hay que aprender a ser un poco corrupto; para que sacar las placas, si hay muchos que bien se la viven con carros chocolates, sin palcas, sin impuestos, pagando a organizaciones que los protegen pero que las dichas no ponen un peso para tapar los hoyos de las calles o construir carreteras o el mantenimiento de los semáforos. ¿Qué servicio dicen que cobran cuando dan los engomados, cuanto cobran, a quien mantienen, a que nivel lo mantienen?
¿Qué realidad nos construyen? Ni que decir de los monarcas sindicales ya hasta el puesto se hereda.
Mejor ni le seguimos. Estas son las realidades que nos construyen porque nosotros lo hemos permitido. Es más sencillo acoplarse, corromperse un poco, sobrevivir y vivir de los ilusos; que a fin de cuentas, todo es leguaje, símbolos que nos sirven para construir una ficción y nada más.