Hay muchas formas de ir transformando tu alrededor sin que te des cuenta, y las televisoras bien conocen eso. No hay que tener mucha inteligencia para saber que el morbo vende, que siempre ha vendido, basta con ayudarle un poquito, construyendo un referente apropiado para que la gente coma de la mano de los productores, a quienes nuestros gloriosos representantes en las cámaras bajas y altas han puesto en sus manos los grandes consorcios de las televisoras.
Últimamente, después de un accidente automovilístico donde a causa del alcoholismo de una mujer conocida, más bien, hija de rockero conocido, perdió la vida una persona, uno de esos excesos se ha visto. El dicho, utilizando un programa de televisión que vive del morbo intentó públicamente pagar daños causados a los padres de la víctima, como si la tele quisiera desplazar a los tribunales de la nación, donde deben ventilarse esas cosas. O qué ¿El poder judicial se va a trasladar a los estudios de la televisión?
Para colmo, la conductora de ese programa es extranjera y con un historial poco envidiable.
Pero en nuestro país ya todo puede pasar. A los extremos que lleva el principio que para ser, hay que tener, es éste. El dueño de la televisora, el producto del programa y la conductora, se embarran de lo mismo y las autoridades ñoñas que lo permiten, también. Después de que a tu hijo lo atropellan te prestes para un talk-show, es declarar abiertamente que lo único que te interesa es ver cuánto billete te puede dejar. Tan poco vale la vida de una persona que ya se cotiza en el mercado y hasta sirve para montar un gran show busines. ¿Qué seguirá? ¿Exhibir al muerto en el circo?
Pero deje usted eso, el circo romano en que se ha de convertir el estudio de televisión. Con tantos Césares con el pulgar hacia arriba y hacia abajo. Así como en el circo romano, que los Calígulas y Nerones daban trigo para que la gente los vitoreara, así les han de dar algo al público que por no tener qué hacer, asiste a estos programas.
¡Qué digno programa educativo para el pueblo mexicano!
Esto es el exceso. En otros canales, en donde uno quisiera refugiarse de la inmundicia, siguiendo los lineamientos de que producir un poco de dudas, vende, hacen programas o sobre ovnis o sobre los fines del mundo, sobre las profecías, sobre las medias verdades. El chiste es mantener ocupada a la gente en algo. ¿Que se va a acabar el mundo? Se acabará. Yo sé que en éste no vivo más de cien años, si tengo sesenta me quedan a lo mucho cuarenta, pero más bien siento que me quedan entre veinte y treinta así que, esto, que es una realidad, lo que me dice es ¿qué voy a hacer con estos años? Mi madre, a los ochenta y cuatro, es inmensamente productiva, no para, como la Francisca de Garrido. ¿Cómo que se va a acabar el mundo? Tanto que hay que barrer y trapear y lavar y planchar para después irse a prestar servicio social a la Casa del Anciano. Pero el ambiente que forman estos programitas son de temor, de miedo, de congoja, como si te dijeran que el mundo se va a acabar mañana. Como le hizo aquel loco, de que una nave espacial iba a venir a recogerlos y después logró que todos se suicidaran. Te olvidas de la vida porque no sabes qué hacer con ella y lo único que buscas es un pretexto para suicidarte. (Muerto ya vives).
Gratificante televisión que nos hará salir adelante. A veces se vuelve moralista. ¿Yo no sé qué tanto moralista puede ser alguien que paga millones de pesos por una fotografía de la vida privada de los famosos? ¿Se acuerdan cómo murió Diana la de Inglaterra?
Un medio tan maravilloso que se ha vendido al mejor postor. La salva uno que otro programa en los canales culturales; el único prieto en el arroz es que casi son los mismos los que hacen los programas. O sea, así como las grandes televisoras explotan a sus caras metiéndolos a todas horas, así la televisión cultural hace lo mismo. Nos faltará materia gris? ¿Entonces para qué tanta escuela de comunicación? De letras y de filosofía no hay muchas que digamos, pero que sólo cinco o seis o siete caras, en un país de más de cien millones de habitantes tengan oportunidad de aparecer en la tele, como que no. Todos queremos nuestros quince minutos de fama.
Esa es otra, en lugar de promover nuestros valores, parece que en la conducción se importa el talento como Laura, ya que somos internacionales, aunque el dicho talento no se le vea por donde brilla. Cualquiera puede ser conductor. De una manera o de otra, hemos convertido al mexicano en el "vaguito trotador de paños verdes" (perdón a Jaime Muñoz por volarme su imagen) ciudadano sin culturas. Eso quiere decir que no saben lo que Tepito produce, parte del arte acá, que es arte, a Armando Ramírez promotor de nuestros barrios. También del barrio es Raúl Prieto y tanto más que hay: José Agustín, no, ese es clasemediero. O sea que, el barrio piensa.
El otro día estaba viendo a Daniel Sada por la tele. Si se acuerdan algún tiempo estuvo por aquí y le echamos mucho. Ahora anda en altos vuelos. Es también del pueblo beisbolero, o por lo menos escribía novelas (con verso medido) sobre juegos beisboleros de rancho o barriada. Era un programa que hablaba de la revolución y más o menos dijeron lo mismo que dijimos en la biblioteca municipal el antepasado jueves; con todo lo de revalorar la novela Cartucho de Nellie Campobello y la referencia de Agustín Yáñez.
Son las televisoras las que insisten en vender a base de morbo y convertirnos en un pueblo inculto, tarado, menso, tonto, temeroso, apático y sin iniciativa; porque hasta los que agreden por teléfono utilizan la misma historia, poca creatividad.
¿Somos esto, México? ¿Podemos ser más? pregúntales a nuestros diputados y senadores y a su Ley de radio y televisión.