Casi siempre cuando hablamos de historia nos referimos simplemente a las acciones e intentamos, como si fuera una simple narración dramática, identificar al protagonista y al antagonista; tildando al primero como el héroe y al segundo como villano. Hemos querido hacer, siguiendo el lineamiento melodramático, del héroe un hombre que no tiene el más mínimo vislumbre de flaqueza y al villano como el hombre lleno de maldad.
No nos preguntamos si la coexistencia de los héroes es difícil; como lo mencionamos en la revolución: héroes Villa y Zapata conviviendo con el héroe Carranza. O en el caso de la independencia, el una vez Villano Agustín de Iturbide conviviendo con Vicente Guerrero y consumando la independencia. En el discurso político que nos enseñan en las escuelas no se analiza mucho las inconsecuencias; la historia se reduce al melodrama con el fin de que se pueda digerir.
Un segundo elemento hay que tener en cuenta. El melodrama nos lo cuenta alguien y casi siempre es desde un determinado punto de vista. Por ejemplo, en la historia de Porfirio Díaz hay dos versiones el del héroe y el del villano. Seguramente fue las dos cosas pero la segunda pesa más en nuestro ánimo y nos hace desconocer la otra parte que le fue benéfica al país por lo menos en su dimensión macroeconómica. Si cambia quien la cuenta, cambiara el valor dado al personaje. Así tenemos que reconocer que la calle Iturbide de nuestra ciudad se transforma en Carranza, y que la plaza dos de abril deja de serlo en honor a don Porfirio Díaz.
¿Por qué? La cosa es muy fácil. En nuestra cultura se mueven varias tendencias y según ellas el fin social es diferente. Cuando nos referimos a la época de la independencia dijimos que hasta el 57 el país estuvo a merced de las logias masónicas que se dividían escoseses y yorkinos; liberales y conservadores. Estamos muy acostumbrados a pronunciar las palabras pero por el uso su significación se nos va de las manos. ¿Qué es un liberal y qué es un conservador? De buenas a primeras pensamos que los liberales fueron los buenos, los que imbuidos con las ideas de la revolución francesa nos dieron la libertad, y que los conservadores eran quienes pretendían mantener el viejo orden de cosas porque eso beneficiaba a sus intereses. (Los buenos y los malos).
Así catalogado se nos hace difícil aceptar a Iturbide como consumador de la independencia y la persona que nos dotó de la bandera nacional que según esto no fue la primera ya que don José María Morelos y Pavón había diseñado una. Y mucho más difícil se nos va a hacer preguntarnos porque Nicolás Bravo tiene una calle si era conservador, o ¿por qué Guerrero tiene una tan escondida y no es avenida si es quien se supone que achacamos como consumador de la independencia?
Es ahí donde debemos comenzar a comprender que la historia no es una bella novela que con tiene un final feliz sino que son hombres que viven en un contexto determinado y que los mueven ideologías y que éstas pueden plantear soluciones que no a todos convencen o que no siempre son buenas y que claro van a afectar a algunos en beneficio de las mayorías y aunque en su momento no resuelvan la problemática son un paso importante para que en el futuro se den los siguientes pasos; o si no llegan a funcionar del todo, en su momento se pensaba que era la mejor opción y que generaciones posteriores deberíamos de volver a cuestionar y a darles seguimiento.
Cuando hablamos de la ley Lerdo y la ley Juárez o del reparto agrario a esto me refiero. (De las dos primeras leyes no las hemos tocado porque pertenecen a la reforma y aunque no sea su bicentenario, irremediablemte si estamos en estos temas son el puente obligado). Fueron leyes necesarias en su tiempo, que afecta a las grandes instituciones y que no obtiene los frutos esperados porque fueron mal instrumentadas. Pero eso lo podemos decir con el paso del tiempo; en su tiempo no se podía pensar en ninguna otra cosa.
Volvamos pues a lo que nos interesa: los hombres se mueven por un contexto ideológico: Conservadores: quieren que las cosas sigan igual porque eso beneficia los intereses y las seguridades de algunos. Liberales, siguen un contexto ideológico que se Desprende de Hobbes y se desarrolla en Montesqueau y Rousseau y que claman por la libertad que es el mismo grito del romanticismo. Así como en México, en Europa pasa lo mismo, si vemos Francia, de los excesos de la revolución surge Napoleón y después de Napoleón todo el siglo XIX se la pasan pelándose los gobiernos republicanos y monárquicos. Napoleón III surge como liberal para convertirse en Emperador que nos va a mandar a Maximiliano.
El siglo XIX es un siglo de pasiones de todos tipos donde se juega mucho con las verdades a medias, se abusa de los símbolos para lograr la sumisión, se cataloga a las personas por un acto y no por su vida, o por los beneficios que esa vida arrojó a la nación.
Los hombres que participan en la historia son personas que se comprometen con algo y que son consecuentes con sus ideas o sus locuras. Buenos o malos, lo que hicieron nos afecta hoy a todos. Conocerlos es responder muchas de nuestras propias dudas, o explicarnos situaciones por las que atraviesa el país. Podemos detectar lo antiguo en lo moderno o viceversa. Nada más para poner un ejemplo: Antes del siglo XIX se protestaba contra los conventos porque estaba llenos de monjes que exigían a los pueblos que los mantuvieran para poder dedicarse tranquilamente a sus funciones. Y había infinidad de vocaciones. Hoy me imagino que los partidos políticos cumplen una función similar: están mantenidos por la misma hambre de los pueblos para que los políticos puedan dedicarse tranquilamente sus proselitismos. Como en el pasado se protestó en contra de los conventos hoy deberíamos estar protestando en contra de los partidos.
