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ENSAYO SOBRE LA CULTURA

LA REFORMA

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

En estas fiestas patrias de ciento y doscientos años de recuerdo, cuando iniciaron las gestas no se considera la etapa de la reforma porque aún no es su onomástico. Faltarán algo así como 48 a cincuenta años. Sin embargo, la historia es un continuo que una cosa te lleva a otra.

Si podemos recordar, nos independizamos y la gesta no nos proporcionó ni la justicia social requerida ni siquiera la paz. Por el contrario, se desbocaron las pasiones y hubo bronca entre los grupos masónicos unos representado a los liberales y otros a los conservadores, tendencias políticas que ya tratamos de explicar en qué consistían en el artículo pasado.

Otra de las circunstancias que vivimos fue estar en manos de un loco general lleno de soberbia que no se decidía ni siquiera a gobernarnos porque cada vez que era elegido presidente dejaba el gobierno en manos de su segundo para después volverse a levantar en contra de él porque ya no le gustaba lo que estaba haciendo. Por las grandes tonterías de Santa Ana y de aquéllos que lo dejaron hacer, perdimos la mitad del territorio, que entre paréntesis no había sido conquistado del todo y por ello se había permitido la entrada de los americanos que posteriormente hicieron la petición de la separación de Texas primero como país independiente para después integrarse a la Unión Americana. Y con la invasión americana perder California y demás estados en los cuales hoy tratan de deshacerse de los mexicanos que no tienen sus papeles en regla.

Ya para el cincuenta del Siglo XIX con tantas guerras y tantas necedades el país no encontraba su calma y su paz y estaba también quebrado. La libertad, la paz y la justicia tan deseada no se encontraba debajo de ninguna piedra, sobre todo porque los intereses personales de cada quien seguía prevaleciendo. Así es como surgieron los hombres de la reforma, que provienen de la línea liberal y fueron centro de las siguientes etapas de la lucha armada, primero en contra de los recalcinantes conservadores y luego en contra de la intervención europea.

La guerra de los pasteles, la primera intervención, demuestra qué tan ridículo puede ser el motivo por el cual un país del primer mundo le declara la guerra a otro completamente destruido por sus guerras intestinas. Nos quisieron cobrar una cantidad de pasteles que muchos dudan de su existencia pero afortunadamente el problema pudo solucionarse por al vía diplomática. Sin embargo, los franceses se quedaron picados con establecer una especia de colonia en nuestro país.

Aquí es donde surge don Benito que venía de Oaxaca y cuyas circunstancias le habían hecho irse situando en su lugar histórico con pie firme. Cuando los liberales llegan al poder, Conmofort no da el ancho y don Benito lo reemplaza y ahí se va a quedar un buen tiempo, hasta que muere. Pero todo este tiempo tiene que soportar las guerras intestinas con los conservadores y luego la invasión europea y posteriormente el imperio de Maximiliano. El hombre tenía de su lado la legalidad y ése fue el escudo con el que pudo defender al país.

¡Ah! Cómo le han echado a don Benito sobre todo aquéllos que se sintieron amenazados por las resoluciones tomadas en un tiempo caótico y catastrófico y donde era necesario sobrevivir. La ley Lerdo primero y la ley Juárez después, como antecedentes de la constitución del cincuenta y siete a muchos les cayó mal. Pero aquí viene una comparación: ¿qué hubiera pasado en aquellos días en que Cristo predicaba y le fueron a decir que la gente tenía hambre y que en lugar de buscar quién traía alimentos y encontrar los dos peces y los cinco panes les hubiera dicho a sus poseedores que se los guardaran que no los repartieran? Hubiera sido más difícil realizarse el milagro de los panes y de los peces.

El país necesitaba de dónde y hubo de intervenir para que lo que había sirviese para curar un poco la problemática nacional. Estoy de acuerdo que la repartición no se hizo con buen tino pero eso es un hecho posterior.

Así enojadotes los conservadores y haciéndoles el caldo gordo a los embajadores europeos sobre todo a Saligny, el francés, algunos se lanzan a las Europas a codearse con las casas reales europeas tanteando los terrenos a ver quién quiere venir gobernarnos. El primer loquito de éstos fue Gutiérrez Estrada y después uno de apellido Hidalgo que nada tenía que ver con don Miguel, quien se pudo colar con al nobleza francesa (Ya sabemos cómo los Bonaparte llegaron a ser nobles) y a donde posteriormente introdujo a Almonte, el hijo de Morelos.

Le hicieron creer a Napoleón III (y éste muy crédulo) que en el país había un partido monárquico muy fuerte que estaba clamando porque los fueran a gobernar. Entonces comenzaron a buscar prospectos uno de ellos Maximiliano el hermano incómodo del emperador austriaco. Otras de las opciones era encontrar un Borbón pero ya ven cómo le fue a España con ellos en los Siglos XIX y XX.

Así las cosas, tres países fuertes: Inglaterra, Francia y España pactaron para venirse con uno que suponían bárbaro. El motivo la suspensión de pagos (pues de dónde) y a la cabeza de ellos venía El General Prim y esto a la larga nos convino, porque este general no se dejó que lo embarullaran y supo ver a tiempo las pretensiones de los franceses y cuando logró pactar su problema personal, (además que la primera guerra que tuvo que combatir fue en contra de las fuerzas naturales de nuestro país, las de Veracruz que diezmaron a sus ejércitos) Prim se devolvió y los ingleses también lo hicieron, dejando solitos a los franceses con sus colegas mexicanos, Miramón por ejemplo, y un padre Miranda, que también sacerdotes hubieron del lado conservador.

Así las cosas, se nos acaba el espacio.

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