El término ya tiene su tiempo de haber sido inventado, como más de cincuenta años. Si no me equivoco, fue un término inventado por los apocalípticos para referirse a los medios de comunicación masiva. Estos consideraban que todo producto que viniera de esta industria, necesariamente tendría que ser de escasa calidad porque su único objetivo era la venta.
Mientras que los integrados le encontraban ciertas posibilidades a la industria cultural para hacer llegar a las clases menos favorecidas privilegios que anteriormente sólo estaban destinados a las clases altas, los apocalípticos temían que la influencia de este nuevo modo de hacer cultura (y es cultura) iba a deteriorar irremediablemente a lo que se consideraba la cultura clásica, o lo que los mimos autores dieron por llamar la cultura superior.
El otro lado del problema es la relación entre la industria cultural y el pueblo. En este caso, por una parte se confunde lo que tradicionalmente se ha considerado popular con lo que hoy se considera masivo. Ya lo he dicho muchas veces, algunos se refieren al pueblo peyorativamente, pero yo, al menos, no puedo dejar de pensar que soy pueblo, porque soy una persona que pertenece a una sociedad y que participa con ella de un espacio y de una historia en el tiempo, que es lo que puedo considerar como una definición de pueblo y esa historia y este tiempo me ha conformado los paradigmas con los cuales rijo mi existencia, que lo mismo pueden provenir de los mitos, los rituales, la religión, que de la ciencia o de la ideología; lo mismo puedo decir del arte que del entretenimiento.
Yo pueblo, que pertenezco a una sociedad México, no me considero tan tonto como para no pretender que los mensajes que recibo del exterior tengan una calidad superior. La razón de esto es porque a través de ellos recibo y enriquezco los paradigmas con los cuales escruto la realidad y le doy un sentido a mi existencia.
Yo, pueblo, sé que mi voz es una entre mas de ciento diez millones que existe en el país, y que por lo tanto no tengo ninguna representatividad en un país que se dice democrático. Pero si sé que estoy representado por un político en ambas cámaras y que a ese político parece no interesarle el problema al que me enfrento al tratar de esclarecer mi percepción del mundo, porque, de alguna amanera u otra, le ha de convenir más satisfacer ciertas voracidades que dejar de cerrar los ojos ante la situación del país y buscar resolver los problemas de raíz arrancando las raíces que lo provocan.
¿Qué tiene que ver la industria cultural con los problemas que sufrimos?
Todo.
Por principio de cuenta, ha sido el medio por el cual nos han publicitado el modo de vida americano cuya ley fundamental es que para ser hay que tener. La felicidad americana consiste en obtener el refri, la tele, lo digital, el andar como menso con un celular que nunca tiene saldo. Si te llenas de cosas materiales entonces no vas a sentir el vacío existencia y si acaso lo sientes entonces cuentas con la extensión de los sentidos, el placer, el onanismo, la droga, la animalidad emocional que embota el adjetivo que establece la diferencia con el resto de los animales, la racionalidad.
Pero también, como escaparate de la modernidad, subraya la decepción que tenemos del mundo y la inutilidad de pensar en nuevas utopías que nos permitan construir nuevos puertos para lo que llamamos civilización. Ya nos decimos que no lo hay más que el momento, y si ese momento es melodramático o morboso mucho mejor.
En tercer lugar, ha dejado en manos del niño la libertad que no supone responsabilidad. Eso es lo malo, la libertad siempre supone responsabilidad. Tú puedes pasar todas las noches de placer que quieras siempre y cuanto te haga3s responsable de las consecuencias. No puedes ser libre si no aceptas que los efectos que vienen detrás de tus acciones son tu responsabilidad.
La libertad mal entendida es una de las principales cosas que nos han traído hasta donde estamos. La inseguridad pública debido al tráfico de drogas porque los mercados prohibidos son los de máximo rendimiento quieren gozar de la misma libertad que gozan los medios que se pelean por las personas que habiendo perdido todo pudor y ética, hacen quiméricas fortunas explotando el morbo y el melodrama ante un pueblo al que consideran de escaso entendimiento. Si fomentan eso, es que así quieren que siga siendo, y esa libertad, tan llena de billetes capaz de corromper legisladores, harán las leyes apropiadas para que estos mismos negociantes sigan acumulando medios para seguirnos dando más de lo mismo, o sea, mas de estos paradigmas, y de exportación, que nos alejan del verdadero sentido de lo humano.
Si el político no tuviera tanta libertad para corromperse a lo mejor ya hubiéramos dado con las leyes necesarias para perfeccionara nuestro país. Que para eso son las leyes. Si no, el esfuerzo que hicieron nuestros ancestros para darnos la constitución del 17 y antes todas las proclamas e intentos de reformar este país para encontrar a una vida digna y humana, sobre todo humana, ha sido inútil.
Hoy por hoy no vivimos una vida digna de vivirse. Hoy por hoy, no hay nada que nos indique que estemos cerca o lejos de resolver nuestros problemas. Hoy por hoy la decepción se ve reflejada en los rostros porque la vida se nos ha vuelto un absurdo. (Le estamos dando la razón a los escritores de los años treinta, sobre todo a los del teatro del absurdo, "esperando a Godot" y demás).
Quienes nos plantean los paradigmas no pasan de imaginar morbosidad y melodrama. Si eso produce, como la droga produce, en una país de libertad pues está bien. Y que lo sufran los 110 millones de mexicanos.