Este año, seguramente usted se dio el gustazo de leer todo lo que se ha publicado de nuestros héroes nacionales, sobre todo aquéllos que nos dieron independencia y participaron en la revolución, no podrá quejarse; de que hubo, hubo y junto con lo que había, el tiempo hasta se hace poco para leer todo lo que hay que leer. Nomás para abrir boca, en sepan cuantos hay una historia de la revolución de diez libros, la de Alfonso Taracena, y todas las demás biografías; hasta Frederick Katz, el mejor biógrafo de Villa, se murió para volverse a poner de moda. No hay que quedarse con la duda; hay que leer sobre los Flores Magón, Madero, Villa, Carranza, Zapata, Obregón, Calles, hasta llegar al General Cárdenas; donde según algunos se interrumpió la revolución (hay que leer la Revolución Interrumpida).
Interrumpida, o no, la festejamos, porque la palabra se hace apetecible de festejarla. Lo mínimo que podemos hacer es preguntar ¿Qué fue de nuestra revolución? Eso lo podremos saber si aclaramos un poco cuáles eran las intensiones de la misma. Ahí esta el problema, porque cada quien puede tener una interpretación de ella.
Lo más lógico sería suponer es que todas las revoluciones fueron socialistas. Lo cual me parece que no porque después de Cárdenas, el tercero constitucional lo volvieron a cambiar quitándole lo de educación socialista y de esto hace ya 70 años. Así que pronto nos decepcionamos del socialismo y preferimos entrarle a una revolución liberal. ¿Hubo revoluciones liberales? Por supuesto que sí y antecedieron a la socialista; Estados Unidos y Francia tuvieron sus revoluciones liberales lo mismo que Inglaterra, con sus ideólogos, como Adam Smith. A la revolución mexicana la podríamos enmarcar en este rubro aunque algunas veces se nos antoje que tuvo tendencias más hacia la izquierda.
A lo mejor es el problema, que nunca nos decidimos o por un lado o por el otro. Nos gusta andar experimentando con todos. Recordemos que después de Alemán, que experimentó con el liberalismo, vinieron Echeverría y López Portillo que nos llevaron por los arduos caminos de la economía de estado y las constantes devaluaciones que nos dejaron en los puros huesitos para que después llegara Salinas y nos diera el aceite de resino que nos hizo beber. Hoy, aún no decidimos el rumbo a seguir porque la contraparte nos tiene artos, (para eso esperaron tanto tiempo a llegar al poder) estamos en riesgo de entrarle a laberintos de los que difícilmente se sale (pregúntenle a Cuba).
No se trataba de que los niños buenos, que van a misa los domingos, nos guiaran, o que los paternalistas políticos nos dieran la mamila cotidiana y nosotros se los agradeciéramos infinitamente. Creo que no se trataba de eso. Ni de buscar la imagen del buen padre que se va a sacrificar por nosotros y únicamente lo que nos pide es nuestra libertad, nada más eso, para construir el paraíso donde, si no se es feliz es que la culpa la tienen el sucio capitalismo de los otros.
Se trataba de construir una nación de adultos. Por lo menos el liberalismo parte de construir una nación de adultos, por ello existe una democracia donde todos podemos opinar con nuestro voto sobre el rumbo a seguir y somos responsables de nuestras opiniones porque la libertad, según los propios autores de esta corriente ideológica, exige una responsabilidad.
Nuestra responsabilidad era no dejarnos arrebatar aquello que habrían logrado y que se tardaron en lograr, los que salieron al campo de batalla a ofrendar la vida por el futuro de nosotros. ¿Por este futuro? ¡De haberlo sabido!
El campo, la gente del campo ¿Come? ¿Vive? ¡Tierra y libertad! ¿Para qué le sirve el campo a un pueblo que ya no puede producir el suficiente maíz para alimentación de sus pobladores? Según nuestros ancestros indígenas, ¡El maíz nos los dios Quetzalcoatl! Somos el pueblo del maíz.
Derecho al trabajo y a un sueldo que nos permita vivir con nuestro trabajo. Dudo que la mayoría de la población pueda presumir estar a gusto con su trabajo y con lo que gana. La familia se ha pulverizado porque padre y madre tienen que producir. ¿Quién educa a los hijos? La televisión, esta televisión.
Educación. ¡Ah! Como presumimos con la educación y andamos tan preocupados con los nuevos sistemas que aún no acabamos de entender, cuando en los cuarenta cualquier niño de primaria tenía una cultura superior a los preparatorianos de hoy. ¿Para qué nos educamos? ¿Para ser hombres? ¿Para ser ciudadanos? ¿Para ser obreros? ¿O puras extensiones de las máquinas? Creo que nos avocamos a producir a los épsilones. (Léase el mundo feliz de Huxley)
¿Cómo anda de salud la revolución? Habrá que preguntárselo al seguro social. Para ello tiene que llegar a las cinco de la mañana, esperarse hasta las ocho a que le recojan su papelería y esperarse toda la mañana a ver a qué hora lo reciben. Y eso que mensualmente le rebajan el seguro de su sueldo. Y luego la jubilación... Ya está en riesgo la jubilación. Vean lo que sucede en Francia. Nuestros patanes que nos gobiernan nada más están esperando el motivo para decir: "Inocente palomita que te dejaste desplumar".
La seguridad pública: Corrompida, gracias. Las vacaciones ¿Cuáles?
Este artículo iba a tratarse de la revolución. Una cosa de éstas; digo, una revolución se hace para algo, que por lo común se llama utopía. A cien años de distancia, cuál fue la utopía de nuestra revolución. ¿Dónde quedó el bienestar pretendido?
No, mejor ni le buscamos en los sueños de opio. Ya me conformo con que los míos y las mías salgan a diario a la calle y vuelvan sanos. ¿Conformarse con vivir? , ¿solamente eso? ¡Huy que revolucionzota?
Seguridad, trabajo, salud, educación, diversión, futuro, y aunque suene cursi, amor.
Esto es todo lo que nos falta.