Desde hace más de una década, en noviembre, el Foro Iberoamérica se reúne para discutir los asuntos de la región. Encabezado por Carlos Fuentes y ahora por Ricardo Lagos, el Foro convoca a miembros de segmentos que no necesariamente se encuentran en el camino: empresarios, periodistas y medios de comunicación e intelectuales. Españoles, portugueses, brasileños, argentinos, bolivianos, colombianos, chilenos, peruanos, nicaragüenses, dominicanos, por supuesto mexicanos entre otros, nos reunimos dos días en un ambiente de total camaradería donde circulan Felipe González, Manuel Arango, Sanguinetti, Sergio Ramírez, Nélida Piñón, Aguilar Camín, Joao Roberto Marinho, Ignacio Polanco o Juan Luis Cebrián. Parte de la gracia del foro es que grandes figuras se confrontan sin más andamiaje que una libreta de apuntes. Se puede comentar qué se dijo, pero no quién lo dijo. Resumo al lector algunos ejes de la discusión de este año.
La reunión fue en Santo Domingo. El presidente del país anfitrión y una mesa especial llamaron a la recuperación de Haití en la agenda internacional. La economía ocupó un lugar relevante. La crisis europea -España, Grecia, Irlanda entre otros- no podía sino dejar un sabor amargo. Desequilibrios fiscales enormes, desempleo galopante y un candado monetario producto del Euro que obliga a salidas compartidas, llevaron a poner la mira en la pesada burocracia comunitaria que pareciera llegar siempre tarde. Sin embargo ante la provocación de una ruptura, se generó un consenso en el hecho de que la Unión Europea era una decisión política que estaba mucho más allá. En ese nivel de reflexión las variables demográficas -el empequeñecimiento proporcional de Europa frente al mundo y la necesidad de importar mano de obra joven para mantener al aparato productivo y al sistema de pensiones funcionando- nos regresaron a la realidad. Hay muchas lecciones que aprender de la crisis, pero no hay para atrás. Si quieren seguir siendo la primera economía regional deben continuar unidos.
El debate se encaminó al papel de los Estados Unidos con pronósticos sobre el debilitamiento del dólar. Ese hecho abre la puerta para un reacomodo mundial en el cual China continúe fortaleciendo su posición en dólares con el consiguiente cambio de equilibrio y poder en la toma de decisiones mundiales. El cambio global va. ¿Cómo se verán representados esos nuevos equilibrios en las instituciones como el Banco Mundial, el FMI o el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas? Curiosamente al hablar de las economías de América Latina en esta ocasión hubo optimismo. Las altas tasas de crecimiento de Brasil, pero también de Perú o Chile condujeron la discusión a territorios inimaginables hace diez años. Por ejemplo, ¿hasta dónde el auge chino -el galopante consumo de comodities producto del crecimiento de las clases medias en ese país- impulsará a Chile, pero sobre todo a Brasil y con ello a Argentina, a una etapa de crecimiento sostenido?
La estrella de optimismo que más brilló fue el caso brasileño. Incluso en las proyecciones más rupestres su futuro se avizora muy prometedor. La continuidad en las políticas de La Concertación en Chile entre socialistas y democracia cristiana y de los gobiernos de Cardoso y Lula quedó como pieza clave de ese éxito. Continuidad que, por cierto, llevó a muchos aplaudir el abierto apoyo de Lula a Rousseff. Vueltas da la vida, en otras latitudes eso sería calificado como DEDAZO, así con mayúsculas. La continuidad como requisito para generar prosperidad justificó el hecho. ¿Qué papel jugará Lula, qué será de los radicales del PT? Preguntas y problemas en Brasil hay muchos, desde un analfabetismo alto hasta una corrupción incrustada en el propio PT. Y sin embargo el aura brasileña era de éxito inexorable y próximo.
¿Qué se dijo de México? A diferencia de otros años México no fue tema. México está eclipsado por la violencia. De nada sirve que hayamos sorteado la crisis de manera eficiente y sin factura -ni déficit ni endeudamiento graves- que la flotación haya mostrado sus bondades y que la devaluación y recuperación del peso no hayan sido traumáticas, que la inflación esté controlada, que el empleo se recupere sensiblemente, que las reservas estén en niveles históricos, que la inversión pública haya crecido, que el salario casi no haya decrecido, que la recuperación sea franca, que nuestras exportaciones a Estados Unidos sean muy superiores a las chilenas e incluso a las brasileñas, que nuestro ingreso per cápita o esperanza de vida sean muy superiores a los brasileños. Eso está oculto, fuera de foco.
Un costo mayor de la guerra contra el narco es la brutal sangría de autoestima nacional y de imagen en el exterior. La incapacidad del gobierno para presentar mensajes alternativos y el encadenamiento entre hechos y la reproducción de los mismos por los medios son parte de la explicación. No creen ni creemos en nosotros mismos. Estamos envenenados.