Belcebú y su orquesta le pusieron ritmo a la final del futbol mexicano en el estadio Nemesio Díez de Toluca. Es el Infierno el lugar más hostil para ajenos
Toluca, Edoméx.- No importa si lleva la batalla hasta sus últimas consecuencias. Belcebú se las ingenia para que el "infierno" no sea profanado, mucho menos por un santo lleno de fe.
Eso entendieron los miles de aficionados escarlatas que celebraron efusivamente, tras aquel atajadón de Alfredo Talavera, el que oficializó el décimo título de los Diablos Rojos. El festejo se alargó, con varios litros de alcohol y pulque en las venas. El nuevo campeonato bien lo valió, en especial por lo dramático que fue.
Día de desenfreno en el Nemesio Díez, de meterse con cualquiera que no pertenezca al equipo toluqueño. Desde Oswaldo Sánchez y demás Guerreros, hasta Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México, y los integrantes de la televisora que transmite los juegos de los rojos en casa.
El guardameta santista fue el principal objetivo. Ni siquiera con la derrota a cuestas se salvó del escarnio popular.
Es el "infierno", el lugar prohibido para casi todos. Hasta José Manuel de la Torre intercambió acalorados puntos de vista con algunos aficionados durante los tiempos extra, cuando la tensión estaba al máximo.
Los comentaristas de Televisa no la pasaron mejor. Cada instante de silencio era aprovechado para increparles la poca publicidad que suele dársele a los mexiquenses. "¡Les volvimos a dar una final y ni así nos quieren!", les gritaron.
Para el gobernador del estado, algunos reproches por la resolución al caso Paulette, pero todo se olvidó cuando Antonio Naelson levantó el trofeo.