EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Escarnio

Federico Reyes Heroles

“Befa tenaz que se hace con el propósito de afrentar”

RAE

Declaraciones necesarias. Llevo amistad con el padre y con el hijo. Podría haber un sesgo en mi aproximación. Lo más fácil sería no hablar del asunto. El tema es espinoso, ello sería de nuevo motivo para evadirlo. Ante disyuntivas similares pienso que esos son los territorios que retan.

No estamos para evadir. Lo mejor que puedo hacer es declarar el posible sesgo y hacer todo lo necesario para, como diría Santiago Genovés, buscar ese invento de la subjetividad llamado objetividad. Como automovilista, pero sobre todo como esposo y padre, como simple habitante de esta ciudad, el llamado alcoholímetro me parece una medida muy sana, imprescindible. Duermo mejor desde que existe.

Tengo dudas sobre su firmeza jurídica. La libertad de tránsito no debe ser limitada de manera arbitraria cuando no existe infracción. Tampoco se vale en retenes militares. Entiendo su necesidad, pero hay un conflicto doctrinario.

Esta medida que previene potenciales accidentes camina en el límite, pero es muy útil. Los beneficios de los operativos son irrebatibles, se expresan en las decenas de vidas que se hubiesen perdido sin el alcoholímetro. La defensa de la vida es el valor supremo del Estado. No hay forma de valuar la estela de tragedias personales y familiares que dejan los accidentes provocados por conductores ebrios. Estoy totalmente a favor del alcoholímetro.

Locke decía que el verdadero acto de gobierno modifica hábitos y el alcoholímetro lo ha hecho. Conductores designados, taxis o la simple vigilancia en el número de tragos son resultado de esta medida. Hay versiones contradictorias sobre la cantidad de alcohol ingerido y sus efectos. Entiendo que hay asuntos de química personal e incluso de estado de ánimo que para algunos ponen en entredicho la convención sobre la cantidad y sus efectos. Sin embargo, no he sabido de casos de corrupción ni de maltrato. Mi crítica entonces no es contra la medida ni en contra de las autoridades sino de algo que está más allá.

Soy un convencido de que en la vida lo único que se tiene es el prestigio o desprestigio que se construyen todos los días. Difícil inventar el primero, imposible desvanecer el segundo. Un exservidor público de larguísima carrera, Jesús Silva Herzog Flores a quien, que yo sepa, no se le imputan ni arbitrariedades, ni violaciones a las leyes, menos aún actos de deshonestidad, es detenido por el alcoholímetro. En sus cabales -allí están los videosatiende a las autoridades sin el menor reparo.

Da positivo por un margen muy menor, pero positivo al fin, y cumple con la detención establecida. No cometió ninguna infracción, no hay ofensa a la sociedad, es un acto de prevención que, repito, él acata sin reparo. Sin embargo, minutos después es el protagonista de un escándalo. Imágenes por la red, decenas de reporteros lanzados a perseguirlo -¿acaso se les avisó?un acto de escarnio que no tiene proporción con los hechos. Eso ofende.

El carné de manejo del exfuncionario es impecable. Medio siglo de conducción sin afectaciones a terceros ni infracciones. Qué dieran muchos por tener un expediente así. ¿Cuál es el eje de la exhibición: su expediente o esa noche? ¿Es victimario o víctima? Su larga historia como conductor se transforma en minutos en ejemplo de violación de la norma. Algo está muy podrido. No cuestiono el derecho a informar sino a deformar la fama pública por negocio o por lo que sea. Eso es un acto de insidia. No se hace justicia, por el contrario.

La misma noche en que otros conductores ebrios causaron daños irreparables, la noticia se centra en quien no protagonizó ninguna ofensa. Hay aquí un acto de degradación ética del informante que es amenaza para todos. Imaginémonos a un causante ejemplar que por cinco décadas cumple al dedillo con sus obligaciones fiscales. Es un actor retirado con gran reconocimiento social. Un día se le reclama un pago mal hecho.

El causante procede de inmediato y sin objeción a atender el aviso. Horas después el sujeto aparece en las pantallas como un gran defraudador fiscal. Esa es una sociedad que ha convertido el acoso en negocio, la depredación en oficio. Todo personaje público está obligado a mayores precauciones. Pero en una sociedad que vive del escarnio nadie queda a salvo. ¿Acaso ninguno de los reporteros, fotógrafos, camarógrafos, redactores o dueños de losmedios y sus familiares nunca han tenido un reclamo fiscal, nunca han cometido una infracción? Así mientras la evasión y la elusión galopan, mientras el contrabando y la fayuca invaden nuestra vida cotidiana, mientras la impunidad es una burla generalizada, mientras la corrupción se consolida como un deporte nacional, mientras las policías son penetradas y el narco pone en jaque al Estado mexicano, los medios hacen escarnio de un conductor que atendió respetuosamente un señalamiento preventivo de tránsito. Una sociedad que vive del escarnio nadie queda a salvo. ¿Acaso ninguno de los reporteros, fotógrafos, camarógrafos, redactores o dueños de losmedios y sus familiares nunca han tenido un reclamo fiscal, nunca han cometido una infracción? Así mientras la evasión y la elusión galopan, mientras el contrabando y la fayuca invaden nuestra vida cotidiana, mientras la impunidad es una burla generalizada, mientras la corrupción se consolida como un deporte nacional, mientras las policías son penetradas y el narco pone en jaque al Estado mexicano, los medios hacen escarnio de un conductor que atendió respetuosamente un señalamiento preventivo de tránsito. Una sociedad que vive del escarnio da miedo, mucho miedo.

El carné de manejo del exfuncionario es impecable. Medio siglo de conducción sin afectaciones a terceros ni infracciones. Qué dieran muchos por tener un expediente así.

¿Cuál es el eje de la exhibición: su expediente o esa noche? ¿Es victimario o víctima? Su larga historia como conductor se transforma en minutos en ejemplo de violación de la norma. Algo está muy podrido. No cuestiono el derecho a informar sino a deformar la fama pública por negocio o por lo que sea. Eso es un acto de insidia. No se hace justicia, por el contrario. La misma noche en que otros conductores ebrios causaron daños irreparables, la noticia se centra en quien no protagonizó ninguna ofensa. Hay aquí un acto de degradación ética del informante que es amenaza para todos.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 573984

elsiglo.mx