EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Escribir autobiografía

Las laguneras opinan...

MUSSY UROW

¿A quién no se le ha ocurrido alguna vez escribir sobre su vida? Todos tenemos historias familiares que quisiéramos compartir, algunas más interesantes que otras: un abuelo inmigrante, un tío revolucionario, una infancia truculenta. Sin embargo, no todos tenemos el talento de la narración o el don de la escritura: los orígenes de las historias no importan tanto, sino la forma en que se cuentan.

El Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, en sus memorias "Vivir para contarla" dice que "la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla..." Publicada en 2002, cuando Gabo tenía 74 años, la narración tiene todo el estilo tan propio y peculiar del escritor, de modo que la lectura de sus memorias personales parece una versión ampliada de "Cien años de Soledad" o "El amor en los tiempos del cólera." Está uno leyendo el contexto sobre el que García Márquez tejió su mundo especial.

Otro Nobel latinoamericano, el chileno Pablo Neruda, en "Confieso que he vivido", nos traslada en un viaje a través del mundo, ya que el poeta fue también diplomático y representó a Chile en varios países orientales. El recorrido por diferentes y exóticos lugares es apasionante, y el lenguaje de Neruda, una prosa poética maravillosa. Sus memorias las escribió a lo largo de varios años, y el último capítulo, en el que relata el asesinato de su amigo, el presidente Salvador Allende, lo escribió en tres días. Pablo Neruda murió nueve días después...tenía 69 años.

La escritora y tallerista mexicana Marcela Guijosa, en su obra "Escribir nuestra vida" dice que los móviles más o menos conscientes para escribirla tienden a ser la obsesión del tiempo que pasa; la necesidad de comprenderse mejor a uno mismo o a los demás; el afán de justificarse, de restablecer la verdad -corregir, rectificar, desmentir- para instruir o educar a los más jóvenes; para encontrar un orden en la vida propia.

Tradicionalmente, la autobiografía se entendía como un relato lineal, cronológico, que narraba toda la vida del autor. La mayoría de las veces, esos textos tenían un sabor más bien histórico que literario: era importante la exactitud de los datos, fechas, nombres, sucesos. Por otro lado, se consideraba que sólo los famosos podían o debían escribir su autobiografía; solamente si se había vivido una vida extraordinaria se justificaba el intento.

A partir de los años setenta, sobre todo en los Estados Unidos, al mismo tiempo que surge un "nuevo periodismo" y una manera nueva y distinta de escribir la historia, comienzan a publicarse relatos autobiográficos de vidas "comunes y corrientes". El momento histórico permite que aparezcan nuevos personajes sociales que deciden ejercer un nuevo derecho: existir, hablar, decir quiénes son. Grupos antes silenciosos y marginados comienzan a tener voz y empiezan a aparecer libros autobiográficos que quieren expresar realidades antes ocultas o negadas. Gente de raza negra, chicanos, gays, personas con enfermedades mentales, ex combatientes de Vietnam, etc. Quieren decir la verdad.

Debido en parte a estos movimientos sociales, pero también por un clima cultural predominante en el fin del milenio, por todas partes surge una necesidad de recordar, de recapitular, de evaluar.

Para qué escribir nuestra vida es una cuestión que también ha cambiado: el autor quiere tejer su historia por una necesidad más bien moral o psicológica. Quiere obtener una visión panorámica de su vida, reinterpretarla, entender qué sentido ha tenido. Tal vez quiere divertir, consolar o ayudar a otros; que se sepa alguna verdad oculta, denunciar algo, buscar una reivindicación. O quiere, con toda sencillez, el puro placer de recordar y volver a vivir por medio de la escritura; pelear contra el olvido, dejar una huella, vencer a la muerte.

Otro famoso Nobel, el portugués José Saramago (1922-2010) escritor de un estilo personalísimo y de gran profundidad, escribió una pequeña autobiografía a la que tituló "Las pequeñas memorias". En ella describe recuerdos vivos de su primera infancia, hasta el principio de su adolescencia. Saramago dice que son recuerdos de cuando tenía 4 años, hasta los 14 aproximadamente: "Me interesa conocer mi relación con ese niño que fui. Ese niño está en mí, siempre ha estado y siempre lo estará. En muchas ocasiones es bueno dejarse llevar por el niño que hemos sido y nunca olvidarnos de su existencia."

La nueva biografía, dice la autora estadounidense Tristine Rainer, "transforma el modo como vemos y valoramos aun las vidas más pequeñas, más privadas y aparentemente insignificantes. Existe una redefinición completa de quién puede escribir sobre su vida, para quién se escribe, sobre qué se escribe y qué se hace finalmente con lo que se escribió. (...) Hoy en día, felizmente, cualquiera puede escribir sobre su vida. No es necesario ser famoso ni tener una historia extraordinaria. No es necesario ser un renombrado escritor; ni siquiera tenemos que ser viejos para atrevernos a emprender esa tarea. (...) Su valor será medido no por cuánta gente lo lee o cuántas buenas críticas recibe, sino por la experiencia creativa que da a su autor.

El escritor italiano, Duccio Demetrio, en su obra "Escribirse. La autobiografía como curación de uno mismo" insiste en las funciones curativas y formativas de la escritura autobiográfica: "La autobiografía nos convierte en otra persona. (...) Emprendemos un viaje formativo, que reconstruyendo construye y busca la única cosa que vale la pena buscar -por el mero gusto de buscar- : el sentido de nuestra vida, de la vida en general. Hacer autobiografía es darse paz. Es tregua. Es un pacto con uno mismo, con los demás y con la vida."

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 537162

elsiglo.mx