A veces es necesario voltear al pasado, para actuar en el presente.
Recordar que somos una sociedad de hombres y mujeres forjados en la arena del desierto. Emprendedores, luchones, acostumbrados a bregar contra la adversidad.
Así eran nuestros antepasados empecinados en sacarle frutos al desierto y así construyeron buena parte de esta ciudad, de la que, con todos sus avatares, nos sentimos muy orgullosos.
¿Qué no se puede construir ahí una plaza de toros? Claro que se puede y la plaza se construyó, aunque para cuando se terminó se debía toda: El cemento, la varilla, la madera y creo que hasta los terrenos.
¿Qué no hay espacio para construir un Casino en la plaza principal? Claro que lo hay, compremos el que le dieron al Municipio para construir la Presidencia, en lo que valga y hágase el Casino.
Así se solían hacer las cosas en otro tiempo y también de otra forma que más delante contaré. Por eso me preocupa que uno de los dos grandes proyectos que se tienen contemplados para nuestra ciudad esté en riesgo, por cuestiones meramente burocráticas y políticas.
El primer proyecto, el de la Gran Plaza, ya arrancó esta semana, después de tiempo de negociaciones para comprarles a los propietarios de las manzanas donde se construirá en sus terrenos y comenzar el desalojo y demolición de esos inmuebles.
Será una obra monumental que terminada, nos enorgullecerá a todos. Costará, según se informó, 350 millones de pesos y será una obra moderna que hermoseará esa área de la ciudad.
Me dio gusto saber que varios propietarios de inmuebles ubicados en la zona que abarcará la plaza, se mostraron accesibles y hasta afirmaron que "ellos no iban a lucrar con un proyecto tan importante", que venderían sus terrenos a valor de avalúo. Sin embargo, otros vendieron a precio de oro, pero en su conciencia lo hallarán.
Es más, terminada la plaza, deberían poner una placa con los nombres de aquellos que mostraron generosidad y de los que no lo hicieron, para que quede ahí para la posteridad.
La otra obra es la que me preocupa, es el proyecto sobre el margen del río Nazas.
Será una obra semejante a la que se hizo en Monterrey sobre el río Santa Catarina y que le daría vida a Torreón de manera significativa.
Pero me entero que el proyecto no avanza, porque instancias federales, como Semarnat, han puesto muchas trabas para su realización.
¿Qué está pasando ahí? Una de dos: o se están mostrando muy legalistas o de plano, quieren entorpecer la obra por motivos políticos; y ninguna de las dos son válidas.
Por citar un ejemplo histórico, de cuando la Federación se pone muy legalista, contaré la siguiente anécdota, que me platicó uno de sus protagonistas. Claro, era el tiempo en que en este país había orden.
En el sexenio de Flores Tapia, el Gobierno del Estado había estado realizando trámites ante Ferrocarriles para que levantaran las vías del tren que estrangulaban Saltillo, pero aquéllos se ponían muy legalistas y burocráticos. Un buen día, don Óscar citó a un grupo de sus colaboradores principales a desayunar en su casa. Se trataba de un desayuno de trabajo.
Al final del desayuno, el gobernador le pidió a quien esto me contó, que lo acompañara a caminar por las calles de la ciudad, como a él le gustaba. Se fueron caminando hasta donde estaban las estorbosas vías y ahí estaba reunida una cuadrilla de trabajadores, quienes a la vista del gobernador y un movimiento de su cabeza, comenzaron a levantar las vías.
Inmediatamente la noticia llegó a México y de Ferrocarriles comenzaron a buscar al gobernador, pero éste no les tomaba las llamadas.
Llegando a su oficina pidió que lo comunicaran con su gran amigo Luis Echeverría, quien ya estaba enterado de lo que pasaba.
-¿Qué hiciste, Óscar?.- Dicen que le dijo el presidente.
-Nada Luis, hice lo que me dijiste. Ordené que levantaran las vías del tren.
-¿Cuándo te dije yo eso, Óscar?
-Acuérdate, me lo dijiste cuando te visité en Los Pinos tal día y te platique lo que estaba pasando en Ferrocarriles. -Ah qué caray. Pos ahí te mando una gente de Ferrocarriles para que arreglen ese problema.
-Ta' bien, Luis, aquí los atiendo.
Obviamente don Óscar jamás consultó el problema con el presidente ni éste le dijo que levantara las vías, pero las cosas ya estaban hechas y el tren jamás volvería a pasar por esa zona porque ya no había vías.
Y todavía más. Cuando llegaron los representantes de Ferrocarriles, los del Gobierno del Estado, por instrucciones de don Óscar, los citaron en una oficina del Cereso de Saltillo.
Cuando comenzó la reunión, a los de México les dijeron los de Saltillo:
-Señores, como habrán advertido, para salir de esta oficina nomás hay dos puertas. Una que da para adentro del Cereso y otra que da a la calle. O arreglamos y ustedes se regresan a sus casas, o no nos arreglamos y usan la otra puerta. Así que ustedes dicen: ¿comenzamos a negociar?
Así me dicen que se escribió esa historia. Pero lo dicho, eso fue cuando en este país había orden.
No podemos permitir por tanto que una obra como la del Nazas se deje de realizar porque la Federación le está poniendo trabas al proyecto. Tenemos que unirnos y exigir a quien sea para que se comience cuanto antes, si no lo hacemos así, seguiremos lamentándonos como otras veces, de que en Torreón no se haga nada digno de mostrarse a los visitantes. Tenemos que retomar nuestro espíritu lagunero.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de su mano".