¡Está vivo... vivo!

Torreón anoche fue testigo del experimento más alocado del Dr. Frankenstein. Como un rompecabezas, le dio forma a un hombre. Con una tormenta eléctrica le dio vida. Y con desprecio y locura le enseñó que en el mundo los sentimientos negativos tienen una contraparte.

El Teatro Nazas estaba a tres cuartos de su capacidad cuando se dejó escuchar la tercera llamada. Se podría decir que los aplausos la provocaron, pero tal vez la emoción que flotaba en el aire hizo que los llamados parecieran más cortos que de costumbre.

En el escenario había tres zombies que bailaban bajo una tormenta eléctrica que cobró vida gracias a dos proyectores a distancia.

¿La escenografía? Minimalista, pero suficiente para hacer brillar a la verdadera protagonista de la historia: la música.

Entre acordes de guitarras eléctricas y batería pesada bajo una luz azul que de pronto fue verde, se intercaló el rock más pesado con algunas suaves melodías que iban marcando el ritmo de la historia.

En la puesta en escena, ningún diálogo es hablado, todo lleva melodía, pero no resulta cansada debido a los cambios constantes que mantienen la atención del espectador de principio a fin.

Las intenciones del alocado doctor siempre son evidentes. Es inteligente e inconsciente en su quehacer, dicen los hombres del pueblo, pero él no se limita ante los comentarios de los demás y mantiene firme su meta: poder revivir a los muertos.

De pronto desciende un sarcófago negro con toques plateados. He ahí su creación, el superhombre al que quiere devolverle la vida.

Se ha encargado de comprar a los pillos del lugar que han caído en manos de la Ley y son condenados a la horca. También se encargó de escoger las mejores partes de cada uno para poder realizar su proeza.

La tormenta se siente tan real que por un momento el espectador puede creer que fuera del teatro en verdad está lloviendo.

Las cavilaciones se van a la nada con la explosión que escenifica el fin de la tormenta y el rayo que golpea al experimento del loco doctor.

Entonces surge el monstruo... pero como no es lo que espera, Frankenstein lo aleja de su vista y prefiere hundirse en el fracaso, a primera instancia.

La criatura vaga y conoce a una pequeña que le enseña que todo lo bello flota, sin embargo ella cae a un pozo y los problemas comienzan. El pueblo se enoja y nadie quiere meterse con él. El muerto viviente se vuelve víctima de las circunstancias y de pronto es más que un monstruo: un asesino.

Entonces se disparan las persecusiones y el resto de la historia...

 EL DESENLACE

Anoche quedó claro por qué la obra está nominada de nueva cuenta a las Lunas del Auditorio. Y también anoche quedó claro que es muy posible que esta vez sí se lleve la presea.

José Fors ha hecho, a su modo, lo mismo que el doctor Víctor Frankenstein, pero sin un funesto final. Ha tomado lo mejor de la música, la expresión física, letras, instrumentos y una novela que hace 192 años escribió Mary Shelly y ha realizado una verdadera obra de arte que merece ser perseguida por donde se le vea.

Anoche eso se vivió en el Nazas y hay muchos testigos que aplaudieron de pie para despedir al elenco y a la banda que emergió tras la pantalla que estaba en el escenario y que pueden comprobarlo.