S Iempre que hablamos del Estado de Derecho, nos imaginamos que de ser así vamos a vivir en algo más que parecido al Paraíso Terrenal; imagínese usted el hecho de que si se falta a la observancia rígida y estricta de la ley, seremos sin excepción duramente castigados. Cada candidato que viene nos ofrece que en su período nadie quedará por encima de la ley. Y nosotros felices de que así sea, siempre que esto no se aplique a nuestras personas e intereses.
En los países considerados del primer mundo se presume que así es, en los países asiáticos definitivamente; inclusive en países como Singapur se castiga el grafiti y cualquier desorden público con azotes en público.
Entonces pensamos que sería una panacea que así fuese por acá; pero si nos detenemos a observar nos daremos cuenta que es prácticamente imposible que así sea, dadas las circunstancias culturales que nos envuelven, y que la ley permite que así sea. Si así fuera aquí en esta misma ciudad en que vivimos, de la que se dice que está condenada a desaparecer porque se van a agotar los acuíferos; tendrían que cerrar miles de pozos de los que se extrae agua para regar que ni siquiera tienen un permiso; supongamos que quedaran los que sí tienen un permiso, pues entonces tendrían que tener un medidor para constar las cantidades de agua y pagar el consumo y del mismo modo la energía eléctrica para que las bombas de esos pozos saquen el agua, pero resulta que ni se mide ni se cobra ni el agua ni la luz. Entiendo que haya un subsidio, ¿pero exención?
Este es un pequeño ejemplo que genera una indisposición a cumplir con nuestras obligaciones y crea un sentimiento de desigualdad y resentimiento. ¿Por qué una familia que tiene agua unas pocas horas al día, que tiene que acumularla "porque no hay agua", que vive en una colonia proletaria, tiene que pagarla y el que tiene unidades agrícolas enormes no? ¿Por qué el que habita una casa de renta si no la paga, al que rentó le resulta un calvario que se la desocupe? ¿Por qué los franeleros son dueños de las calles y nos cobran por el uso que debiera de ser libre de estacionarnos? ¿Por qué grandes propietarios de hoteles o centros comerciales no pagan sus prediales ni su consumo de agua? ¿Por qué los delincuentes de "cuello blanco" no van a la cárcel y la cajera sí? Porque, porque... simplemente porque la famosa igualdad ante la ley es totalmente inexistente y nadie quiere en realidad que se aplique, porque esto significaría perder privilegios.
Pero esto no pasa sólo en nuestro país, sino diríamos en prácticamente toda Latinoamérica, porque la raíz de todas estas desigualdades inicia en la colonia que prevalecía el dicho común "acátese, pero no se cumpla", el poder estaba concentrado en la persona del rey de manera absoluta su voluntad no tenía límite alguno y constituía la ley suprema. La corona española establecía un fuerte monopolio comercial y una estructura autoritaria, burocrática y jerárquica que duró más de tres siglos y que actualmente influencia de manera determinante en las costumbres actuales. Por un lado fomentaba el afán de lucro y el trabajo forzado de los indígenas y por otro expedía leyes con un gran contenido cristiano para protegerlos. Hoy se le llama de otra forma a todo, pero el fondo es el mismo.
La pirámide social de la colonia era inamovible, como lo era en la sociedad precolombina como la azteca, en la cima estaban primero los españoles, llamados peninsulares, luego los criollos, con menor influencia política, pero al fin grandes latifundistas y propietarios, luego los mestizos y más abajo las castas, mulatos, zambos y en la base de la pirámide estaban los indios y africanos. La tradición era mantener una minoría privilegiada en el poder y una mayoría pobre que era la que sustentaba el trabajo, agrícola, minero y las manufacturas; las mismas diferencias que aún vemos en nuestro país.
En el aspecto legal era la misma historia, solamente los españoles o criollos que caían de la gracia del Rey, virrey o alguna autoridad eclesiástica o en manos de la Inquisición eran detenidos, juzgados y encarcelados; fuera de esos casos, la ley con todo su rigor sólo era aplicada a las clases bajas.
La educación fuera de la religiosa nunca estuvo dentro de los planes del gobierno colonial, aunque se fundó la Universidad Pontificia, que fue la primera fundada en América, nada más tenían acceso a ella los criollos y españoles que serían los futuros administradores.
Desmontar esta cultura tan arraigada dentro de nuestro DNA de la sociedad mexicana, es una tarea titánica; para lograr la igualdad social y económica en nuestra sociedad tenemos que apostarle a la educación, cambiando las políticas en esa materia; que las escuelas públicas fueran la cima del aprendizaje, que se reinstalara la autoridad que no autoritarismo en todas las escuelas, el respeto y los mínimos conocimiento de moral y ética. Que desaparecieran las leyes de usos y costumbres que rigen las comunidades indígenas, que propician su rezago. Mientras esto no suceda, todo se queda en discursos de campaña, ya que la obvia voluntad de gobierno y gobernados es aquel principio del Gatopardo, "que todo cambie para que todo siga igual".