Muy exigentes. En su visita a México, varios famosos han hecho sudar a los empresarios.
Para algunas celebridades que han visitado México hace varios años, presentarse en un escenario no sólo es cuestión de recibir un cheque con muchos ceros, sino de sentirse consentidos y especiales a cada minuto del día... cueste lo que cueste.
La disquera de Jennifer López tuvo que cumplirle la petición de que en su habitación de hotel hubiera muchas flores blancas y el borde de los pétalos rojo, las cuales tuvieron que ser pintadas a mano por no haber naturales como ella quería. También exigió que toda la comida y bebidas que solicitó incluyeran una carta que explicara en dónde fue comprada o preparada y qué ingredientes contenía.
El brasileño Roberto Carlos es conocido por su fobia al negro, al mal de ojo y a las vibras negativas, por eso pide siempre una habitación con dos puertas (no sale por la misma que entró), no permite que su chofer dé vueltas a la izquierda y todo contacto con desconocidos depende de su gurú espiritual.
A Mariah Carey le gusta mantener a raya a los curiosos, y ni siquiera el Sol puede entrar sin permiso a su habitación, por eso todas las ventanas debieron estar cubiertas con cartulinas oscuras, además cada mueble tenía que ocupar un lugar específico, al grado de que su gente mandó planos para explicar cómo debía estar ubicada la cama con respecto a las ventanas y cómo tenían que estar montados la TV y electrodomésticos respecto a la pared. Las especificaciones venían con ángulos y grados.
La no menos excéntrica Diana Ross, en su visita al país en 1992, solicitó dos asistentes, pero en ningún momento debían verla a la cara.
Los mexicanos no se quedan atrás, y mucho menos Fher de Maná. Como nunca se sabe a qué hora se le ocurrirá tomar un café en el baño o en plena grabación de un video, la gente que le prepara su comida carga a todas partes con una máquina para preparar expresos y capuchinos. Las flores e inciensos no pueden faltar.
