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FAMILIA SIRVIENDO A LA VIDA

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ESPERANZAS DEL 2010

Continuación...

Esto a la luz de las costumbres judías, así entendemos el contexto. En Judea no hay agua, prácticamente no hay ríos, sólo el lejano río Jordán, pero en la región de Jerusalén, no hay ríos, no hay agua, escasos pozos. La gente no se baña, simplemente porque no tiene agua, claro que la gente muy rica tendrá agua, pero los pobres no la tienen, viven semanas, meses con la misma túnica, ¿a qué olerá? Sus pies desnudos tocan el lodo, se ensucian con las porquerías del camino y días, semanas, meses, nunca se limpian, no usaban desodorante simplemente porque no había, viven sucios, nacen sucios y morirán sucios, como millones de nuestros hermanos pobres, eso pasaba. Pero si te invitaba un señor rico a sus comidas, tenían unos esclavos que te recibían, y antes de que pisaras el umbral te lavaban los pies, esa porquería que traían entre las sandalias, pies sucios, asquerosos, manchados con costras de mugre, entonces éstos se acercaron a Jesús para limpiarle los pies, pero Simón les gritó, dándoles una orden: "lárguense, no le laven los pies", imaginemos la humillación de Jesús en esos momentos, la vergüenza; se estaba tratando de quitar las sandalias y vio que sus pies estaban muy sucios, asquerosos, la alfombra dé Simón el fariseo estaba muy limpia. Sería pobre, pero tiene dignidad, y tiene vergüenza. La sonrisa de los invitados y de Simón fue la única respuesta. Y había un segundo rito, no se bañaban, ¿imagínense a lo que olerían? Entonces había otro esclavo que se dedicaba a echarles un perfume fuerte, que despistaba cualquier mal olor, de muchos días, de semanas sin bañarse, se acercó entonces este buen hombre a Jesús para ponerle perfume en la cabeza, en las axilas, en el pecho. Y otra vez, la sonrisa burlona del patrón de la casa, Simón; "¡lárgate! No le pongas perfume". El bueno de Simón está bien echado, bien apoltronado, con su sonrisa burlona. Ya después del perfume, se atrevía el anfitrión a darte un abrazo y a besarte las mejillas. Jesús en el umbral, sucio y maloliente esperó inútilmente un abrazo... Humillado entonces buscó el último lugar y ahí se acomodó, sin dejar de oír las risas y las burlas de la gente. Allá afuera donde están las mujeres, pues nunca entraban, una de ellas fue testigo de esta humillante, innombrable escena... y entonces corrió a una de las últimas casas del pueblo, una casa que daba vergüenza, donde los fariseos se persignaban seguramente y echaban agua bendita, porque era la casa de una prostituta, una mujer que toda su vida buscó la luz, pero la buscaba en lugares equivocados. Buscó el AMOR, tenía IRA contra ella misma, tenía VERGÜENZA, CULPA, MIEDO, OSCURIDAD, SOLEDAD. Cuando se iba el último amante y la noche cubría su llanto de vacío y de soledad. Para vivir después otra noche igual, mendigando cariños, amores que nunca recibió. Esa tarde, una mirada la había herido de luz. Un hombre puro, el más limpio, el más inocente de todos los hombres, la había mirado. Sin avergonzarse de ella, sin juzgarla, simplemente la miró y la estrella se hizo luz en su corazón. Ya no podía seguir viviendo igual. Esta mujer en su casa buscó y buscó ahí entre sus perfumes, quizás el pago de alguno de sus últimos amantes, ese perfume que olía a pecado quizás, a sexo, a soledad. Lo tomó y regresó a la casa de Simón el santísimo, el castísimo Simón, escuchando todavía algunas burlas y risas de los invitados. Jesús al verla entrar, levantó los ojos y varios esclavos se lanzaron sobre ella para detenerla, para golpearla, para lanzarla a patadas. Simón le dijo "¡Lárgate!" ¡Saquen a esta prostituta! Pero esta mujer ya había avanzado, ya había corrido demasiado hacia la luz, y la luz la protegía, y lloraba y lloraba lágrimas de vida, de AMOR, como nunca en su vida había llorado. Qué distintas eran estas lágrimas a aquéllas de sus noches solitarias. Y estas lágrimas caían lentamente sobre los pies sucios de Jesús, que humedecían el barro y el polvo de sus pies, y al verse esta mujer en esos pies humedecidos, con su hermosa cabellera los empezó a enjugar, rompió el frasco de perfume, echándoselo a Jesús en la cabeza, en las axilas, en el pecho, y en los pies de Jesús. Eso era inaudito, Simón se paró indignado; "¡Sáquenla de aquí!". Entonces con una voz fuerte y firme exclamó Jesús; "Simón, espera, espera. Te tengo algo que decir. Entré a tu casa, y no me lavaste los pies, no me pusiste perfume Simón. Yo te quise abrazar y me diste la espalda y me negaste un beso. Mira a esta mujer, mírala. Esta llena de luz, buscó tanto AMOR en su vida, buscó tantos placeres, tantas cosas, siempre sola, en tinieblas, en caos, mírala bien. Hoy se dejó iluminar por una estrella, por una luz". Jesús lentamente la levantaba, la abrazaba. Le sonrío, le enjugó las lágrimas y le decía: "Ten paz mujer, quedas perdonada de todo. Porque al que mucho ama, mucho se le perdona". Aquella mujer encontró el camino hacia una estrella (Lucas 7, 30-50). Continuará...

Espero que estas palabras nos permitan sentirlas a la luz de nuestras familias, pues decía Jesús, "No me digas que me amas, dime cómo vives". Estamos como siempre a sus órdenes en la dirección electrónica: despertar_es@live.com. Lo invito a visitar mi blog en donde encontrará más artículos de tu interés: www.familia.blogsiglo.com

"QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR".

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