Es ya el segundo domingo de adviento, y la praxis nos dice que debemos aplicar de manera sencilla y sincera esas acciones que nos apartan del reino de los cielos. ¿Está en tus manos acercarte a tu prójimo y resolver algo? Hazlo, pues recuerda que todo lo que se atara en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que se desatara en la tierra, quedará desatado en el cielo. El odio y el rencor no se deben acumular porque eso es lo que ha perdido a la humanidad. El nacimiento del Niño Jesús es un nacimiento espiritual que renueva nuestra esperanza y lo más fantástico es que está en nuestras manos, decidámonos a hacerlo.
Está cerca el Reino de Dios. Esta afirmación del Evangelio de San Mateo (EV) parece ofrecernos un elemento unificador a las lecturas de este domingo segundo de adviento. El Reino era la más alta aspiración y esperanza del Antiguo Testamento: El Mesías debía reinar como único soberano y todo quedaría sometido a sus pies. El hermoso pasaje de Isaías (1L) ilustra con acierto las características de este nuevo reino mesiánico: "brotará un renuevo del tronco de Jesé... sobre él se posará el espíritu... habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito. Habrá justicia y fidelidad". Ante la inminencia de la llegada del Reino de los cielos se impone la conversión. Juan Bautista predica en el desierto un bautismo de conversión. Se trata de un cambio profundo en la mente y en las obras, un cambio total y radical que toca las fibras más profundas de la persona. Precisamente porque Dios se ha dirigido a nosotros con amor benevolente en Cristo, el hombre debe dirigirse a Dios, debe convertirse a Él en el amor de donación a sus hermanos: acogeos mutuamente como Cristo os acogió para Gloria de Dios (2L).
En Cristo Jesús encuentra realización la esperanza mesiánica. El pueblo de Israel esperaba un tiempo de paz y de concordia. Se trataba de un anhelo íntimo que se fundaba en la promesa misma del Señor. No sería un reino de características humanas, sino un reino divino revestido de poder y majestad. Este reino mesiánico sería como un nuevo cielo y una nueva tierra en los que ya no habría pecado, muerte y dolor. Esta esperanza del pueblo de Israel contrastaba fuertemente con las dificultadas, luchas y pecados de su historia. Sin embargo, su esperanza nunca venía a menos. Pues bien, Juan Bautista anuncia a la casa de Israel que, en Jesús, toda aquella expectación mesiánica encontraba su cumplimiento: "Convertíos está cerca el Reino de los cielos... Preparad el camino del Señor...". El Señor nos había hablado por medio de los profetas, pero ahora en los últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo amado (Cfr. Hb 1,1-2) Dios, en su eterno amor, ha elegido al hombre desde la eternidad: lo ha escogido en su Hijo. Dios ha elegido al hombre para que pueda alcanzar la plenitud del bien mediante la participación en su vida misma: vida divina, mediante la gracia. Lo ha escogido desde la eternidad y de modo irreversible. Ni el pecado original, ni toda la historia de los pecados personales y de los pecados sociales han logrado disuadir al eterno Padre de su Amor. (Juan Pablo II, 8 de diciembre de 1978). En la llegada al mundo de Cristo Señor descubrimos el cumplimiento de todas las profecías. En Él encuentra cumplimiento la Alianza de Dios con el hombre, en Él tenemos la salvación, en Él accedemos a la participación de la naturaleza divina. ¡Cómo no correr llenos de entusiasmo hacia el portal de Belén cuando es Dios mismo quien viene al encuentro del hombre! ¿Habrá quizá alguno que se quede sentado en la ociosidad cuando es Dios mismo quien ha salido a nuestro encuentro? Juan el Bautista designa a Jesús como el que viene (ho erkómenos). Es tal el amor de Dios y tan misterioso su designio que debe ser meditado en la profundidad del corazón. Con amor eterno te amé (Jer 31,3).
Continuamos con el relato de Gianna Jessen, Queen's Hall Melbourne, Australia, septiembre 8, 2008.
"Así que una enfermera llamó a una ambulancia y me transfirieron a un hospital lo cual es milagroso: en general la práctica en ese tiempo, y lo fue hasta el 2002 en mi país, era terminar la vida de un sobreviviente del aborto por medio de estrangulación, la sofocación, abandonarlo para que éste muera o tirar al bebé.
Pero el cinco de agosto del 2002, mi extraordinario Presidente Bush, firmó el acta de Protección de los Infantes Nacidos Vivos, para que eso ya no volviera a pasar. ¿Ves?... vamos muy en serio. Quiero decir, espero que me odien para cuando llegue el día de mi muerte pueda sentir a Dios alrededor de mí y así entender como fue ser odiado. Quiero decir, a Él lo odiaban, odiaban a Cristo, y no es que tenga ganas de ser odiada pero sé que en este viaje mío ya estoy odiada ¡porque proclamo la vida!
Estoy diciendo: "A mí no me ganaron. El holocausto silencioso no ganó sobre mí". Y mi misión, damas y caballeros, entre muchas otras cosas, es ésta: Infundir la humanidad a un debate que hemos compartimentado y dejado para vestir santos y decir éste es un problema. Hemos retirado nuestras emociones, nos estamos volviendo más duros. ¿Realmente quieren eso? ¿Cuántos están dispuestos a aceptar y cuántos están dispuestos a arriesgar para hablar con la verdad del amor y gracia y pararse y por lo menos estar dispuestos a ser odiados? O al final del día, ¿todo se trata de ti? ¿O de mí? Continuará...
Espero que estas palabras nos permitan sentirlas a la luz de nuestras familias, pues decía Jesús, "No me digas que me amas, dime cómo vives". Los martes primeros de cada mes a las ocho treinta de la noche reúnete en familia y amigos para rezar el rosario por la paz del mundo que tanto necesitamos. "La familia que reza unida, permanece unida". Iniciativa Laguna un proyecto de Valor y de Valores de los laguneros y para los laguneros y el Mundo! Estamos como siempre a sus órdenes en la dirección electrónica: despertar_es@live.com. Lo invito a visitar mi blog en donde encontrará más artículos de su interés:
"QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR".