S On las tres de la tarde del miércoles y no podemos definir el tema para nuestro artículo semanal.
La tensión crece porque el cierre de edición lo tenemos encima. Queremos escribir sobre temas amables y constructivos, pero la terrible realidad de la violencia y el narcotráfico de nuestras fronteras brota por todas partes.
El asesinato artero y premeditado de tres personas relacionadas con el Consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez, inunda los espacios noticiosos.
La prensa mexicana no habla de otra cosa. La norteamericana también, pero además advierte que grandes grupos pandilleros han dejado a un lado sus diferencias y formaron una alianza para defender el narcotráfico, la venta de armas, el robo de vehículos y el lavado de dólares.
El diario USA Today consigna que Mafia Mexicana y Aryan Brotherhood, dos poderosas bandas delictivas, olvidaron su rivalidad y enconos raciales para apoyar desde cárceles y vecindades a los cárteles de la droga mexicanos en Texas, Colorado, California e incluso Georgia.
Kevin O'Keefe, alto funcionario del FBI, dice que "ellos se han dado cuenta que las ganancias son tan lucrativas que necesitan trabajar juntos. Todo es cuestión de negocios".
En México los medios se dedican a amarrar navajas entre los gobiernos de ambos países. Dan vuelo a las declaraciones de la secretaria Janet Napolitano sobre el fracaso de la intervención del ejército en Ciudad Juárez y de la respuesta airada del presidente Felipe Calderón.
Los cárteles mexicanos están ganando la guerra tanto en el campo de batalla como a nivel de la opinión pública. Divide y vencerás, dice el viejo refrán que siguen al pie de la letra.
En Guerrero, Tamaulipas, Michoacán, Chihuahua y Sinaloa las cosas están al rojo vivo. Y en menor grado la espiral sangrienta se mantiene en Baja California, Sonora, Durango y Coahuila.
Estados Unidos lanza una advertencia para los viajeros y días después agrega nuevas situaciones de peligro para los turistas que se atreven a cruzar la línea fronteriza.
El país se desangra irremisiblemente y las acciones que se toman son insuficientes o no se concretan. En Ciudad Juárez van más de 400 asesinatos en el 2010. Ni México ni Estados Unidos han acordado medidas urgentes y necesarias para contener este bestial fenómeno de violencia.
El presidente Calderón reaccionó con fuerza con la matanza de jóvenes en Ciudad Juárez, pero su Gobierno no ha podido contener a las bandas y pandillas ligadas al narcotráfico.
El presidente Barack Obama es ahora quien reacciona iracundo por el crimen de norteamericanos en Juárez, pero tampoco asume la responsabilidad que a su país le corresponde.
Hace mucho que debieron convocar a una cumbre de alto nivel entre ambos gobiernos con la presencia de organismos internacionales, expertos y líderes de todas las naciones que tienen vela en este entierro.
En contraste se lanzan críticas y juicios de uno u otro bando que siembran confusión y enrarecen más el ambiente. Que si México es culpable por la corrupción o Estados Unidos por omisión.
Corre la versión de que el Gobierno mexicano pactó con los cárteles para respetarle territorios a cambio de que todos combatan a Los Zetas. De ahí la reacción violenta de dicho grupo en las últimas semanas.
Los gobiernos de ambos países están enfrascados en sus líos internos y parecen no darse cuenta de la gravedad del problema. En una guerra contra un enemigo común se requiere la cooperación de todos los países afectados, México no puede solo ni tampoco Norteamérica.
Hay quienes demandan la legalización de las drogas para quitar fuerza a los cárteles. ¿Habrá que llegar al extremo de entregar el control total del narcotráfico al crimen organizado? ¿Será en serio una solución o una simple aspirina?
Por cierto, ¿en dónde quedaron las campañas para controlar el consumo de drogas? ¿Qué están haciendo las escuelas, los maestros, los padres de familia y las policías para frenar la adicción?