Siglo Nuevo

Fiesta sin reflexión

Despilfarro injustificado

Fiesta sin reflexión

Fiesta sin reflexión

Sergio Sarmiento

La gran oportunidad era revisar la Historia, entenderla, comprender qué ha ocurrido en nuestro país en el pasado para construir un mejor presente. Hubo algo de eso pero poco. En realidad el gobierno del presidente Calderón, como el de Porfirio Díaz en 1910, prefirió irse por las fiestas de gran boato y por el desperdicio de recursos. De hecho el actual gobierno superó con creces al de Díaz, aun considerando el tiempo transcurrido entre los dos festejos.

La gota que derramó el vaso fue el cierre del Paseo de la Reforma del 6 al 11 de octubre para un festival deportivo organizado por la Conade de Bernardo de la Garza, que tuvo un presupuesto de 100 millones de pesos de lo que al final no se preservó nada. El festejo total del bicentenario costó cuando menos 3,000 millones de pesos, aun cuando si se consideran todos los costos ocultos, desde el tiempo perdido por los funcionarios, policías y burócratas para llevar a cabo los festejos hasta la pérdida de producción por los cierres de la avenida donde se concentra la mayor parte de la actividad financiera del país, el monto sin duda es bastante mayor.

Sorprende que los políticos se digan asombrados porque alguien les cuestiona que se hayan gastado 3,000 millones en estos festejos que no dejan nada permanente al país. Cómo se ve que el dinero no es suyo.

El bicentenario debió habernos servido para entender las razones que llevaron a México a separarse de España. La explicación de que esto ocurrió porque la Nueva España era muy pobre y con la independencia adquirimos un mejor y más justo nivel de vida es una patraña. La Nueva España era la colonia más próspera del continente y la independencia, lejos de promover una mayor prosperidad, produjo un deterioro notable en el nivel de vida de la población mexicana.

Tuvo que pasar medio siglo desde el momento de la Independencia, la cual ocurrió realmente en 1821, para que México reanudara su crecimiento y pudiera recuperar el nivel de vida que había tenido en la Colonia. En ello hay lecciones importantes para el México del futuro, sobre todo porque hasta la fecha el país sigue viviendo en una situación de enorme pobreza, pero en medio del dispendio de la fiesta poca atención se le puso a esta reflexión de fondo.

Lo ideal sería que los festejos del centenario de la Revolución, que se llevarán a cabo en este mes de noviembre, no caigan en lo mismo. México no es un país rico que se pueda dar el lujo de tirar carretadas de dinero en una fiesta tras otra. El centenario puede servir para hacer una reflexión real y sensata sobre el prolongado régimen de Porfirio Díaz, el cual dista de haber sido el desastre económico y social que pretende la historia oficial. Nos puede llevar a comprender, por otra parte, las fuerzas sociales y económicas que permitieron la revuelta armada y a entender también el daño que este movimiento le hizo a la economía del país. Se calcula que un millón de personas, una décima parte de la población, murió por la guerra pero más aún, por la epidemia de influenza que afectó al país en esos tiempos.

Muchas lecciones podemos derivar del estudio de la Historia. Qué lástima que en lugar de aprovechar el festejo para ello hayamos simplemente desperdiciado tiempo y dinero en fiestas costosas que no nos han dejado nada.

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