El canal del Sufrimiento
Muchos nos hemos emocionado con La Ilíada y La Odisea, relatos extraordinarios y mitológicos que abren nuestra imaginación y el interés por lecturas como éstas al margen de otras de igual contenido en prosa poética, profético y de excelsa ilustración.
Sin embargo, ahora es posible escribir una nota más igual de emocionante sobre lo que pasa en el canal de Sacramento en su tramo de Lerdo, Durango, y les voy a decir por qué.
A partir del entronque yendo de Oriente a Poniente empieza la aventura y la emoción.
Durante el trayecto se tiene que cuidar usted, como Odiseo, de tres cosas: los baches de esa mal llamada carretera, de los moscos de todos tamaños, texturas y colores, producto del estancamiento de las aguas del canal y finalmente de los más peligrosos especímenes: los agentes de tránsito que como los moscos usted no se les va vivo.
La gran cantidad de hoyos en la rúa hace que los automovilistas pongan a prueba su destreza para esquivar los hoyos cada cinco segundos sin orillarse mucho al canal, que para variar tiene ya ¡qué digo oxidadas! ¡podridas! las dizque barras de contención para que en una maniobra desafortunada no caiga al agua con todo y coche.
Mientras eso pasa debe usted manejar con una sola mano ya que con la otra deberá espantarse los terribles moscos, cuyo asiento en el canal, lo hallan muy confortable y a la vista de los conductores se le lanzan cual político en día de quincena, en montón y sin decirle agua va. Es muy viable que como regalo por transitar en esa vía pueda sacarse la rifa del dengue.
Y por si esto fuera poco, al menos cinco agentes de tránsito puestos y dispuestos con camuflaje y todo, al color de la sombra, ya que en el sol brillan (sus motos) lo que sería advertir al conductor de su presencia, pero lo mejor de todo es que nunca lo infraccionan, son tan compren$ivo$ que le evitan la fatiga y ahí mismo le cobran la multa, ¡claro, sin recibo! si no, le cargan el IVA.
Por ello le sugiero que no vaya para allá o si tiene que hacerlo llévese un salvavidas o llanta por si se va al canal, una llanta más de refacción por si se le deshace alguna con tremendos hoyancos.
¡Ah! y un buen “gato”; lleve también repelente o de perdido matamoscas y su billetito de a veinte o cincuenta pesos, ya ve que dependiendo del sapo es la pedrada y así ayudar al honorable cuerpo de tránsitos de Lerdo y si no es a todo el cuerpo al menos al estómago del que le toque pararlo por cualquier motivo.
Hace tiempo se los dije... que nos íbamos a quedar así. ¿No que no?, pero ahí la llevamos.
Por ello le cambiaremos el nombre al canal y en lugar de canal de Sacramento le diremos “el canal del Sufrimiento”.
NOTA: Quiero hacer un reconocimiento a un verdadero agente de tránsito de Lerdo cuyo nombre desconozco, pero usted sí sabe de cuál hablo: ese hombre humilde y cortés que está todos los días en el bulevar Miguel Alemán, frente a la escuela Justo Sierra, por el vivero, que es una muestra real y viviente de un verdadero servidor público.
Miguel Gerardo Rivera,
Gómez Palacio, Durango.