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¿Acaso soy invisible?

Recientemente en una reunión familiar sólo para “chicas”, mi madre, abuela, tías y algunas primas, surgió un comentario que me llevaron a esta reflexión que pongo a su consideración.

En un pasado no muy lejano, ser mujer era ser una persona invisible, ¿Qué significaba esto? Realmente no requerí de mucha explicación pues algo en mi interior me decía por dónde iba la palabrita. Imagínate, una mujer debía ser preparada para el hogar; esto no me representa tanta inquietud pues la persona que se dedica al hogar es tan digna como el de la más renombrada de las profesiones; el verdadero problema estriba en las funciones que se podían generar según el estilo del marido. Para algunos maridos e incluso novios su pareja sólo debía centrar su atención en las indicaciones de éste. En algunos casos las situaciones rayaban en la exageración pues si se atrevían a expresar su opinión era posible recibir un “correctivo” físico. Si esto ocurría en los hogares, qué podríamos esperar en la actividad política y la participación social.

Ser invisible por imposición representa un reto. Cuando alguien decide por ti lo que habrás de decir, pensar y hacer. No eres tomada en cuenta para las decisiones que puedan ser significativas en tu vida y en las de los seres que son importantes para ti. El reto consiste en romper con esa imposición con esa fuerza que te desea someter a seguir siendo invisible.

La situación toma otro matiz cuando eres tú la que decide ser invisible. La que decide no tomar sus propias decisiones, cuando no eres capaz de tomar las riendas de tu propia vida, mucho menos en el ámbito político y social. No hay alguien a quién hacer responsable en ese momento; pero con una reflexión más profunda podremos entender que eso no es sino el resultado de un proceso de tiempo atrás de cultura.

Es necesario que las mujeres tengamos claro qué es lo que queremos, que seamos asertivas, que afrontemos y asumamos nuestras responsabilidades que exigen estos nuevos tiempos, que no dejemos de lado los logros de algunas, en una lucha del día a día que durante años, se han enfrentado a obstáculos, y que continúan en esa lucha para reclamar nuevos y mejores espacios.

¿Qué es esto? Es el momento de posicionarnos, prepararnos para no ser desplazadas o ser invisibles por el hecho de ser mujer en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en la política. Si en el pasado a las mujeres no se nos permitía el voto, hoy vivimos otra realidad que nos permite la capacidad del sufragio.

La realidad actual reclama una participación ciudadana más dinámica y las mujeres no podemos quedarnos atrás. El esfuerzo y trabajo de mujeres y hombres que hicieron posible la participación de la mujer en la actividad política nos obliga y exige a tomar decisiones para el bien de mi familia y mis conciudadanos.

Creo que la mujer invisible hoy en día es la que decide serlo, la que no tiene convicción para participar, la que quiere seguir siendo víctima la que sólo decide quejarse de su vida sin hacer nada para cambiar a una situación mejor.

Vive intensamente, sé feliz con tus convicciones, con resposabilidad, si éstas te permiten mejorar tu situación y la de los demás; sin afectar o transgredir la integridad de quienes te rodean.

Patricia Gabriela Cardona Díaz.

Torreón, Coahuila.

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