Acróstico presidencial
F alló Presidente en la estrategia de seguridad. ¡Nos falló a los mexicanos!
E mpezó usted mal con su “triángulo dorado” y mal está acabando,
L as víctimas infantiles y los civiles inocentes en qué renglón quedarán,
I maginó quizá, que su estrategia militar sería como una varita mágica,
P ero quizá hoy ya se dio cuenta que ni mago, ni genio maravilloso,
E s usted.
C ómo dar ahora uno como padre de familia una explicación válida y entendible a nuestros hijos, de
A quellos momentos difíciles que hemos y estamos viviendo
L as balaceras, los muertos en exceso, pánico en centros comerciales por persecuciones de
D elincuentes o policías contra policías...
E xtorsiones, secuestros, robos, mutilaciones, huérfanos inocentes, etc.
R ealmente, señor Presidente, ¡ayúdeme! No a resolver la seguridad sino a cómo explicar el pánico
O el horror que mis hijos menores de edad tienen a los estrenduosos ruidos que arrullan a diario sus sueños
N octurnos en plena ciudad, en plena era de la modernidad.
H oy todos lo mexicanos sin duda añoramos el México del ayer
I lusos creímos en sus “manos limpias”, en su política del empleo, en el
N o a la alza de los impuestos, a los aumentos de los precios de la canasta básica, en acabar poco a poco con el
O rgullo de ser mexicanos empeñados en salir adelante... lo peor trata de
J ustificar en sus discursos que la lucha contra la delincuencia se está ganando
O que vamos a llegar pronto a la solución y que pronto reencontraremos la paz social y la tranquilidad económica nacional
S ólo Usted y seguro sus beneficiados hacen que se la creen... NO
A migo Presidente, los mexicanos ya no aguantamos, para mí, un humilde ciudadano. ¡USTED NOS FALLÓ!
José Arturo García Ramírez.
Torreón Coah.
***
Pequeña fábula
Dos torreonenses se encontraban en su carro “muerto” entre el agua puerca y el lodo que forman las grandes charcas del inundado bulevar Independencia; justo después de una breve tromba típica de los tiempos recientes.
A un lado de ellos, transitaba en una gran camioneta de ésas repintadas de rojo con gris; al volante, un elegante caballero que despistadamente les dirigió su mirada, uno de los torreonenses se animó a solicitarle su ayuda inmediata de rescate.
El tipo, con orgulloso acento contestó, que él era del “Gobierno de la gente” y que “la gente trabaja sólo por el rescate de Torreón” y que se hacía tarde para llegar a tiempo por su jefe, a la costosísima “Gran Plaza”; además, que no contaba con presupuesto ni autorización para rescatar a personas en desgracia al menos que pudieran comprobar que ellos también eran de su misma “gente”.
Juan A. A. T.
Torreón Coah.