Durango, la joya colonial del norte
Amigos durangueses me habían invitado reiteradamente a su hogar en la Perla del Guadiana, pero por motivos laborales e incluso de salud, no había podido visitarlos. Finalmente, hace unos días pude viajar a esta cercana ciudad y de verdad me lamenté no haberlo hecho antes. La capital de Durango puede presumir hoy de un Centro Histórico verdaderamente impresionante debido a los trabajos de recuperación, hermosamiento e iluminación financiados por los gobiernos federal y estatal a lo largo de prácticamente todo el sexenio que está por concluir.
En primer lugar destaca sin ninguna duda la Catedral Basílica Menor, enorme construcción de cantera de estilo barroco que cumple plenamente con el estilo que podemos encontrar en las ciudades coloniales de nuestro país, es el eje sobre el que se desarrolla la cuadrícula urbana y hacia donde concluyen las antiguas calles de la Nueva Vizcaya.
Al igual que Zacatecas, Puebla, Morelia y Guanajuato, en Durango la arquitectura que enriquece el primer cuadro es la religiosa, con iglesias como el Templo Expiatorio, el Templo de Analco y el Templo de San Agustín.
La arquitectura civil cuenta con excelentes exponentes y aquí sobresale por mucho, la Casa del Conde de Súchil, bien acompañada por el Palacio de Zambrano, el Palacio de Escárcega, el Teatro Ricardo Castro, el Museo El Aguacate y la Estación del Ferrocarril.
Pero también fuera de la zona urbana encontramos construcciones dignas de visitarse y en este renglón podemos contar la ex hacienda de La Ferrería de Flores, y más allá de los límites municipales encontramos los restos de la ex hacienda de Juana Guerra.
Es cierto que muchas de las construcciones que se erigen en Durango caen ya en el estilo porfiriano, tanto por la época en que fueron levantadas como por sus características arquitectónicas, pero son un complemento perfecto a las edificaciones más antiguas y a la vez permiten comparar dos estilos que llegaron a nuestro país desde España y Francia.
Qué bueno es encontrar a 240 kilómetros de Torreón un tesoro arquitectónico sin paragón en el Norte del país, muy por encima de lo que pueden ofrecer Saltillo, Monterrey y Chihuahua, capitales que también cuentan con edificaciones que acumulan varios siglos de antigüedad.
Bien vale dedicar un fin de semana, o una semana completa quien pueda disponer de ella, para disfrutar de un Centro Histórico que parecía que estaba enterrado cual tumba egipcia, pero que sólo se encontraba escondido tras muros nuevos, calles oscuras y una identidad ajena, disfrazada de modernidad comercial.
Promoverlo como destino turístico, punto integrante del Camino Real Tierra Adentro y puerta de entrada al Norte, permitirá que Durango pueda recibir un fuerte impulso turístico y económico como resultado de la atinada inversión realizada para hacer lucir un activo que desde hace muchos años ha estado ahí.
Claro que faltan cosas por hacer, como impregnar el Centro Histórico con el ambiente de otras épocas, por lo que espero que la próxima Administración estatal dé continuidad a estas acciones.
Gómez Palacio, Durango.
Jorge Alberto Rodríguez,