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En busca del civismo

Lo que me motiva a escribir este día, es aquel sentimiento de ¿tienes qué hacer algo?, algo que ayude en tus posibilidades a que este mísero pueblo cambie y para siempre. Viene a mi mente aquel viejo chiste de mal gusto que dice ¿México sería mas próspero sin mexicanos? Sin embargo, aquí estamos, con todos nuestros miedos y padecimientos que no nos permiten poner una ¡hasta aquí!, un ¡ya basta! Pueblo dominado por las ¿leyes del mercado?, que como por gracia divina desmotiva a los mexicanos emprendedores.

Sin lugar a dudas, México ha perdido el rumbo, viajamos a la deriva con el timón averiado y las tempestades nos azotan sin tener los medios para defendernos. El sueño de convertirnos en un país próspero se ha desvanecido, quedando en nuestros adentros, la amarga pesadilla de la desilusión.

Frustrados y con la impotencia a flor de piel, nos hemos alejado de la manada manchados de sangre y estamos a expensas de los grandes depredadores, que hambrientos, esperan darse un gran banquete con nuestras riquezas. La luz de la mañana se ensombrece con la ignorancia, volviendo de noche el nuevo día y el oscurantismo de nuevo empaña nuestra patria.

El nuevo Mesías se ha tardado, aquel enviado divino que nos guíe nos ha olvidado, aquel nacimiento se ha perdido, no se ha dado. ¿Cómo un hombre viendo tanta desgracia no hace nada?, cómo come y bebe, finos vinos y manjares en su casa. Vivamos y sintamos la desgracia de nuestros semejantes, hagámosla nuestra y actuemos a consecuencia. Es cierto que tenemos derechos, pero también obligaciones, obligaciones hacia los demás, porque nuestros derechos son dados por ellos, no son por gracia divina.

Hagamos cada quien lo que nos toca, hagámoslo con un sentimiento de amor hacia los demás, no olvidemos el civismo, aquellas reglas olvidadas para vivir en sociedad, retomemos las lecciones de amor y filantropía que uno de los más grandes seres humanos decía “amaos los unos a los otros”. Estudiemos y eduquémonos con la firme convicción y vocación de servir a los demás, arranquémosle a la naturaleza sus secretos para beneficio de todos.

El origen de la miseria de nuestro pueblo viene de adentro, de adentro de nuestros gobernantes de adentro de nuestro pueblo, de nuestros traumas como individuos, de nuestros traumas como sociedad. Queriendo atesorar lo que muere con el cuerpo, dejamos en la senda del olvido lo más preciado, el diamante en bruto que llevamos dentro, la piedra filosofal. La hipocresía, las vanidades, la ignorancia y la ambición, dirigen nuestras mentes con estímulos que bombardean diariamente nuestras conciencias; nos olvidamos de lo más valioso al mismo tiempo que nos convertimos en depredadores de nuestra misma especie.

No vemos la luz de la mañana porque no hemos despertado. Le damos más valor al que tiene más dinero, seguimos el ejemplo de los ambiciosos, queremos ser como ellos, olvidando al mendigo limosnero en su miseria. Le tenemos fe a los falsos ídolos de bronce que nunca han hecho ni construido nada, olvidándonos de la fe en nosotros mismos, en nuestros semejantes, que con el sudor de nuestra frente y el trabajo de nuestros cerebros, podemos construir un mundo mejor. Se ha extraviado la esperanza y la firme convicción de realizar las grandes obras que nos permitirían avanzar en sociedad; hemos olvidado nuestro verdadero sentido de vida, el amor a nuestros semejantes.

Hemos convertido a México en el Sodoma y Gomorra de nuestro tiempo, lugar donde reina la anarquía, donde los sueños se vuelven pesadillas, donde la vida no vale más que un puñado de billetes, el país del nunca jamás; un país sin gracia, un país desgraciado; un país sin conciencia, un país inconsciente; un país sin alma, un país desalmado; un vil país, un país envilecido.

Lic. David Luna C.,

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