La ciudad de la violencia
El sombrero destrozado, las botas manchadas, las ilusiones truncas, la madre desolada, en los vecinos el miedo, la impotencia y la angustia reflejada. Este fue el cuadro que encontramos mi esposo y yo al regresar a casa, ¿hasta cuándo vamos a continuar con este tipo de actos, no que nos iban a rescatar?
Ahora quiero ver a nuestros políticos recorriendo las calles sin protección alguna, como lo hacemos los ciudadanos comunes, pero la realidad es que no les importamos nada, ni al Municipio, ni al Estado, ni a la Federación.
Exigen el pago de nuestros impuestos, ¿y en qué los usan?, en realizar sus ansias de figurar con macroplazas o fregándonos todo el día con anuncios o espectaculares de lo bien que hacen su trabajo, es aquí, en la realidad, en el vivir diario, donde queremos ver su trabajo.
¿Dónde está la prevención al delito que compete al Municipio?, ¿dónde las averiguaciones e investigaciones de las agencias investigadores del Ministerio Público?
Necesitamos más acciones y menos palabras, aquí es donde la sociedad civil debemos exigirles que cumplan su trabajo, y no pagar nuestros impuestos hasta que veamos resultados, pues lo que debería gastarse en mejores policías, con buenos salarios, seguros y armamento, mejor educación, de más calidad con profesores capacitados, no bailarines, un mayor nivel en atención médica dándoles al personal médico los elementos necesarios para realizar su trabajo.
Todo esto no se hace y se gasta en tonterías manteniendo zánganos del presupuesto, mientras nuestra ciudad sigue bañándose de sangre, de robos, secuestros, despojos terror y nosotros callados, sólo orando por que no nos llegue esa ola de violencia.
Es pues necesario despertar, y termino con una oración de Larrañaga: acepto con paz, las leyes de la mediocridad y del fracaso, pero a cambio de eso dame paz, Señor; y yo agregaría haz justicia y termina con la iniquidad, y a nosotros danos fuerza, entereza y valentía.
Torreón, Coahuila.
Flor Medrano.
