Ser feliz también en la vejez
Muchas personas que llevaron una existencia enajenada, que, por decirlo así estuvieron entregadas a su ego, a más tardar en la vejez experimentan amargamente que todos los esmeros de su vida terrenal apenas si les trajeron ganancia y prestigio. Decepcionadas, amargadas y marcadas por el dolor, empiezan entonces a vegetar.
Llevar una vida digna en la juventud significa tener una muerte digna en la vejez. La juventud espera encontrar en el hombre, en la mujer, en la familia un refugio seguro y sentirse acogido. En la vejez se está a menudo muy solo, uno se siente incomprendido, no se puede conversar con nadie de lo que a uno le preocupa; cada cual sigue su propio camino.
Pero lo realmente valioso no es lo que uno ha recibido, o lo que incluso ha tomado para sí, sino lo que ha ganado espiritualmente a fuerza de trabajar en sí mismo, y lo que ha dado a otros desinteresadamente. Sólo aquello que contribuye a la dicha y alegría de los demás es lo que por último hace realmente feliz. La verdadera dicha es la felicidad interna, la riqueza interior.
Maximiliano Corradi.
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Salarios mínimos, economías mínimas
Los salarios mínimos implican un freno para el desarrollo de la economía doméstica y el anhelado bienestar social, dado el bajísimo poder adquisitivo de la población, medida que sólo sirve para la explotación de la fuerza de trabajo de millones de mexicanos asalariados, beneficiando principalmente a las empresas transnacionales y grandes consorcios mexicanos, las primeras, dejando únicamente en el país el “beneficio” de las nóminas con los sueldos castigados y desproporcionados que “retribuyen”, única razón de su presencia y permanencia en nuestro país, entidades cuyas exorbitantes utilidades provienen del “ahorro” derivado de los salarios de hambre que pagan, solapados por legislaciones y disposiciones verdaderamente injustas y anacrónicas.
Con los consorcios mexicanos aplica el mismo rasero, con la diferencia de ser nacionales. Mas con la esperanza -no la certeza- de que sus utilidades sean reinvertidas en nuestro país.
Es momento de evaluar y rectificar las recetas económicas inoperantes, caóticas y devastadoras, muchas de ellas regidas por la ancestral corrupción al proteger intereses determinados, anteponiéndolos a los de nuestra nación y detonar la economía y el bienestar social mejorando los ingresos de los población y así transformar a los pobres en consumidores, catapultando nuestra patria hacia el lugar que le corresponde permeándola del beneficio de sus infinitos recursos.
Cuernavaca, Morelos.
Francisco Benavides Beyer,