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Caos y amenazas

Bien decía uno de mis maestros en la Facultad de Medicina: “El cerebro humano pesa en el adulto 1,500 gramos como promedio y luego en afán de broma nos agregaba. Lo importante es que sepan que sólo se requieren dos gramos de ese kilo y medio para ser inteligente”.

Al momento de iniciar este escrito, son las 21:15 horas del domingo 21 de noviembre de 2010. Voy llegando a mi casa luego de asistir al partido en el estadio Corona entre Santos y Jaguares. Asisto a todos los partidos de mi equipo y por comodidad soy usuario del estacionamiento que se ubica frente al estadio por la autopista a San Pedro. Tiene tres puertas de acceso y absurdamente, en los dos últimos juegos, sólo una de salida, lo que convierte en un terrible embudo el flujo de los autos que intentan abandonar el estacionamiento y por lo mismo casi una hora para lograr por fin cruzar la única salida.

Parece increíble que lo absurdo sólo sea factible en las autoridades que se encargan por obligación, de controlar la vialidad y que por motivos verdaderamente incomprensibles, también se encargan afanosamente de bloquear con patrullas, motocicletas o con los propios elementos de vialidad, las salidas disponibles con las que rápidamente desfogarían el referido estacionamiento y en lugar de dedicarse a vigilar y evitar que la gente abra por su cuenta las puertas, bien podrían coordinar el flujo de salida alternándolo con el flujo de vehículos que circulan por la autopista con dirección a Torreón.

Lo peor es que estas brillantes e inteligentes estrategias, provocan el enojo de los ocupantes de los vehículos que infructuosamente intentan avanzar y más aún cuando éstos hacen la sugerencia a los elementos de vialidad para que abran las puertas. Contrario a lo anterior, su respuesta (por carecer de criterio), no llega más allá de un rotundo no, ocasionando mayor enojo y reclamos más intensos.

Viene luego la más inteligente de las respuestas. Los encargados de mantener el orden, apoyados por elementos de seguridad que también están presentes en apoyo a los de vialidad y con la intención de poner orden y acallar los reclamos de la gente, al tiempo de emitir intensos haces de luz que enfocan directamente al rostro, se dirigen a los conductores y ocupantes de los autos como si éstos fueran verdaderos delincuentes. Les muestran empuñando amenazadoramente sus armas de cargo fingiendo cortar cartucho como queriendo ridículamente decir: “Sigue insistiendo y verás cómo con mi arma te pongo en orden”.

Cómo me acordé de mi querido maestro. No hay la menor duda, se requieren sólo dos gramos de cerebro para ser inteligente, empezando por los directores. Pongan a funcionar sus cerebros y verán cómo las cosas se resuelven con mayor facilidad.

Por que tengo mis dos gramos de cerebro funcionando, también por que no quiero exponerme a riesgos innecesarios adicionales a los que a diario me expongo en la cotidianidad de mi vida. También por que no confío nada en la totalidad de los huecos guardianes del orden carentes de criterio y que piensan que sus armas los hacen más, solicito se guerde mi anonimato.

Torreón, Coahuila.

Aficionado y médico anónimo,

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