Fuegos y juegos habrá en septiembre, el mes será determinante de la posibilidad de sentar condiciones de gobierno para el próximo sexenio así como de los términos en que el calderonismo entregará la administración en su momento.
Tanto como inmediatamente, los partidos y el gobierno están llamados a resolver una ecuación difícil: armar y sostener alianzas electorales sin sacrificar acuerdos políticos que, en el fondo, el país requiere y exige.
Todo en el marco del creciente malestar ciudadano por el pasmo en que la clase política tiene hundido al país y la creciente violencia criminal que, en el desacuerdo nacional, encuentra terreno fértil para sus fechorías.
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La ecuación a resolver no es sencilla, exige de hombres de Estado y de estrategas electorales, cuadros escasísimos en las filas del gobierno y los partidos. Políticos que, sin desconocer la fragilidad de la situación, tengan habilidades y estatura para resolver los problemas del día y perfilar un horizonte de bienestar nacional, sin renunciar a sus legítimas convicciones y aspiraciones. Operar bien hoy para mañana, sin perder de vista la elección del 2012.
Al priismo le resulta fundamental quebrar o vulnerar la alianza electoral del panismo y el perredismo, si quiere mantener y acrecentar sus posibilidades en el juego sucesorio. El panismo sabe que la alianza electoral con el perredismo a lo largo del año entrante es clave para contener la marcha del priismo rumbo a Los Pinos, pero entiende que ella aleja la posibilidad de acuerdos con el priismo en el Congreso. Y el perredismo corre un riesgo enorme: el resultado de la alianza con la derecha terminará por reposicionarlo o fracturarlo.
Compleja la operación entre los partidos, de semejante dificultad es la fórmula de entendimiento que los tres partidos tendrán que encontrar al interior de sus propias estructuras si quieren llegar con la cohesión mínima necesaria para competir en la justa presidencial del 2012.
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El tamaño y la dificultad de esa operación explican, de entrada, dos cuestiones: uno, el manifiesto interés priista por hacerse de la presidencia tanto de la Cámara de Diputados como del Senado y, dos, la intención de regresar el Impuesto al Valor Agregado del 16 al 15 por ciento.
El propósito priista de encabezar en su conjunto al Poder Legislativo le da, por obvio, eso: poder frente al Poder Ejecutivo.
La sola pretensión tricolor de ocupar a como dé lugar la presidencia de la Cámara de Diputados le rinde dividendos. La aspiración coloca a la bancada albiazul en un apuro: si esa fuerza mantiene su respaldo al perredismo para llevarlo a esa posición, acrecienta la dificultad de llegar a acuerdos con la mayoría parlamentaria tricolor. Si, por el contrario, a fin de favorecer los acuerdos con el PRI, el panismo abandona al perredismo, se dificultará su alianza electoral con éste. El PRI, obviamente, juega a colocar en cada movimiento en un predicamento al panismo y al perredismo. Por eso, se aferra a la idea de quedarse con la presidencia de la Cámara de Diputados.
Aunada a la importancia de esa posición parlamentaria, Beatriz Paredes requiere asegurarse de un enclave importante dentro del rejuego tricolor en cuanto deje la dirigencia del partido. Requiere mantener fuerza y presencia y qué mejor que la presidencia de ese órgano legislativo: desde ahí, puede barajar cartas hacia afuera y hacia dentro de su partido.
A su vez, el senador Manlio Fabio Beltrones tiene claro que el resultado de las elecciones estatales lo recolocó en la competencia por la candidatura presidencial tricolor y no quiere perder impulso. Por eso buscó con éxito quedar al frente del Senado sin provocar grandes turbulencias en la bancada de su partido. Esa posición le acarrea un doble beneficio: acrecienta su presencia y fuerza ante el Ejecutivo así como ante el precandidato tricolor a la Presidencia, Enrique Peña.
El gobernador mexiquense reconoce eso y, por eso, se apertrecha en San Lázaro con sus operadores, sobre todo, ahora que se viene encima su prueba de fuego: la elección de su relevo en el estado de México, donde, obviamente, la derecha y la izquierda tratarán de vapulearlo.
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Otro movimiento del priismo para dificultar la alianza del panismo y el perredismo es la intención de fijar el Impuesto al Valor Agregado en 15 y no en 16 por ciento.
Ése 1 por ciento es una bomba para aquella alianza. El perredismo está obligado a apoyar la propuesta priista y dejar colgado a su aliado panista en la defensa del impuesto en el nivel en que se encuentra. ¿Qué va a hacer el perredismo?
Poco importa qué haga esa bancada, lo importante será lo que haga el gobierno, en particular, el secretario Ernesto Cordero y el presidente Felipe Calderón. Tienen que calibrar cuánto cuesta económica y políticamente ese punto menos y determinar si no le conviene más darlo por descontando en su propia propuesta fiscal, llevando la pérdida a las partidas destinadas a los estados.
Esa audacia le significaría al panismo tres probables beneficios: le arrebataría la bandera de la disminución fiscal al priismo, evitaría poner en riesgo su alianza con el perredismo y trasladaría el problema a los gobernadores que, mayoritariamente priistas, quizá presionarían a su propio partido para mantener en su porcentaje actual ese gravamen.
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Este mes y, quizá, todo el periodo legislativo estará sembrado de engaños y movimientos político-electorales-legislativos como los que, desde ya, se advierten. Pero la magia de la política -si todavía existe- se verá en la capacidad de los partidos y el gobierno en conducir el rejuego preelectoral sin descarrilar los acuerdos políticos que requiere tanto el actual como el siguiente gobierno.
Sin esa doble visión de corto y largo alcances, en el curso de septiembre se verá cómo se desvanece la posibilidad de que la próxima administración pueda constituirse auténticamente en gobierno y de que la actual administración entregue el mandato en condiciones relativamente aceptables a quien corresponda.
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Septiembre huele a pólvora. Ojalá la clase política sepa distinguir el fuego de artificio, el fuego de fusiles y el fuego de los cerillos políticos que también puede provocar incendios.
A falta de esa voz que en el tono y en el modo expresaba cuánto muchos querían decir y cuánto muchos querían escuchar, sólo un coro feliz de vivir podrá atemperar tu silencio. Germán, te vamos a echar de menos... por fortuna nos queda tu ángel.