"Es cierto que fumar es
Una debilidad moral, pero debemos precavernos
Del hombre sin
Debilidades morales."
Lin Yutang
Este jueves 2 de septiembre murió de cáncer el admirado Germán Dehesa, quien casi hasta el final buscó oportunidades para echarse un cigarrito y un whisky.
No ha sido el único. Yo soy periodista en buena medida por la influencia de Rogelio Cárdenas Pereznieto, primer titular de la columna Frentes Políticos de Excélsior en la década de 1950 y fundador del periódico El Financiero en 1981, periódico con el que colaboré 13 años. En los últimos años de su vida, agobiado por un enfisema pulmonar, don Rogelio me recibía conectado a un tanque de oxígeno, escuchando a Mozart, con un cigarrillo y un vaso de whisky.
Estas experiencias deberían hacer que alguien que nunca ha fumado, como yo, defendiera el cobro de impuestos punitivos o incluso la prohibición de los productos del tabaco. Pero no. Tanto Germán como don Rogelio fumaban y bebían no por ignorancia sino por una decisión consciente. Y son decisiones en las que ningún político debe inmiscuirse.
La responsabilidad principal del gobierno es defender a los gobernados de las agresiones de terceros, pero no de sus propias decisiones. Es lamentable que un gobierno que no tiene la capacidad de protegernos de los criminales quiera utilizar los instrumentos abusivos del poder para violar las decisiones personales de los individuos.
Ya los productos del tabaco pagan un impuesto especial (IEPS) de 160 por ciento el cual está subiendo de manera gradual a 170 por ciento. De aceptarse el nuevo impuesto de 10 pesos que pretende el gobierno, el precio de una cajetilla barata de cigarrillos subirá de 15 a 25 pesos. Es un aumento brutal de 66.66 por ciento. La medida es popular, nos dicen las encuestas, pero porque la mayoría de la gente no fuma. Sin embargo, es inaceptable que las mayorías abusen de las minorías, como los fumadores o los miembros de alguna etnia, con impuestos excesivos.
Los no fumadores tenemos derechos muy importantes, por supuesto, como gozar de espacios libres de humo. Estoy de acuerdo, por otra parte, en que se cobren multas severas a los fumadores que tiran colillas en las calles o las alcantarillas. Pero acosar a los fumadores por una simple posición moralista es inaceptable.
Nos dicen que hay razones pragmáticas para hostigar a los fumadores. Sus costos médicos son, supuestamente, una carga para las instituciones públicas de salud. Pero si vamos a ser utilitarios, hay que hacer las cuentas bien y completas. Los políticos nos hablan de lo que cuesta a las instituciones de salud las enfermedades de los fumadores, pero no de cuánto se ahorra por pagar pensiones menos tiempo o por no tener que cubrir los costos de otras enfermedades más tardías que ya no sufren muchos fumadores.
Los costos de salud por sobrepeso, obesidad y diabetes son superiores a los que pudiera causar el tabaco, pero no perseguimos a quienes comen productos excedidos en grasas o azúcares con la misma saña con la que hostigamos a los fumadores.
El Estado tiene obligación de darnos a conocer la información sobre los daños de salud que pueda producir el tabaco, los alimentos "chatarra" o las acciones de los políticos. Pero no tienen por qué acosar a los fumadores o a ningún otro grupo de la sociedad.
Los mexicanos mayores de edad tenemos derecho a tomar nuestras propias decisiones. Los políticos no tienen por qué imponernos su moral o sus hábitos de conducta ni con impuestos ni con prohibiciones. El grosero intento por obligarnos a dejar de fumar a golpe de impuestos hace que me den ganas de encender un cigarrillo... aunque nunca haya fumado en la vida.
REFORMA TOMADA
Primero fue Andrés Manuel López Obrador, con su plantón político. Después Marcelo Ebrard, con su árbol de Navidad. Ahora le toca el turno a Alonso Lujambio, con sus festejos del bicentenario. Todos cierran el Paseo de la Reforma para su promoción personal.