El escritor (The Ghost Writer, 2010). El talento de Polanski, perpetuado a través de su interesante filmografía, supera por muchos los pasajes sombríos de su complicada vida.
La azarosa biografía de Roman Polanski, abultada por el escándalo y la maledicencia, no ha sido pretexto para obnubilar su privilegiada mirada y su depurado arte fílmico. Su cine, de ambientes ominosos y opresivos con auspicio del tono truculento con interés en lo sobrenatural, es una exquisita muestra de honestidad artística y compromiso intelectual.
Nacido en el seno de una familia de judíos polacos en París, Francia, en 1933, Rajmund Roman Thierry Polanski padeció los terrores de la Segunda Guerra Mundial. En 1936 su familia regresó a Cracovia, Polonia, de donde los Polanski eran originarios, y fueron confinados por el ejército nazi a un gueto para posteriormente ser trasladados a un campo de concentración. Roman consiguió escapar del lugar gracias al auxilio de algunas familias católicas. Su madre murió en Auschwitz, mientras que su padre fue enviado a otro campo de concentración, el de Mauthausen-Gusen en Austria. Al término de las hostilidades Roman volvió a Cracovia y se reunió con su padre, con quien tendría diferencias irreconciliables.
Muy joven inició estudios de actuación y de arte para posteriormente ingresar en la Escuela Nacional Cinematográfica de Lodz, en Polonia. Considerado en algún momento como la sede de la vanguardia fílmica en los países socialistas, tanto por la inspiración de sus temas como por las amplias licencias de su audacia formal, el cine polaco supo disminuir las trabas burocráticas de una administración centralizada para producir cintas de notables resultados, bajo la sombra de su más destacado referente Andrzej Wajda. En ese contexto Polanski dio a conocer su propuesta de poética surrealista a través de cortometrajes como Bicicleta (Rower, 1955) o Dos hombres y un armario (Dwaj ludzie z szafa, 1958).
En su ópera prima El cuchillo en el agua (Noz w wodzie, 1962), feroz y angustiante thriller sobre un conflicto triangular de sobresaliente sensibilidad, dio muestras de sus capacidades y accedió a la internacionalización al ser ésta nominada a mejor película extranjera en los premios Óscar.
MOCHILA AL HOMBRO
La aceptación de la crítica y la repercusión mundial de su debut en largometraje capturaron a la gente de la productora inglesa Compton, que contrató a Polanski para que dirigiera un filme para ellos. Junto al guionista francés Gérard Brach escribió la historia de Repulsión (Repulsion, 1965), radiografía de una joven y hermosa psicópata sexual (Catherine Deneuve), en la que el realizador de origen polaco dio forma a un drama de tintes psicológicos fotografiado en sugerente blanco y negro por Gilbert Taylor, quien contribuyó con planos subjetivos y un notable travelling en la secuencia final a construir una narrativa beneficiada por el rigor estilístico.
Un año después, en Callejón sin salida (Cul-de-sac, 1966) nuevamente planteó un thriller triangular aunque a diferencia de El cuchillo... cargó más las tintas en el empleo de un humor negro muy característico en el también director de Macbeth (1971). Ese impulso por desarrollar un humor cáustico le permitió de manera muy natural dar vida en la pantalla a una parodia al cine de los no-muertos, en El baile de los vampiros (The Fearless Vampire Killers, titulada originalmente Dance of he Vampires, 1967). Esta cinta -que sufrió los embates de la censura- fue importante porque Polanski rodó por vez primera en Estados Unidos, y además en ella conoció a su protagonista Sharon Tate, quien sería su compañera sentimental hasta que dos años después fue salvajemente asesinada por la secta satánica de Charles Manson.
Basándose en la novela homónima de Ira Levin, Polanski escribió y dirigió El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968), en donde delineó con minuciosidad a los personajes, confirió una ambientación claustrofóbica llevada al límite e imprimió un muy celebrado ritmo narrativo.
Tras un periodo de oscuridad en lo personal y en lo creativo, durante el cual agregó a su currículum dos obras totalmente prescindibles, el además actor plasmó por primera ocasión una película a partir de un guión que no era de su autoría en Barrio Chino (Chinatown, 1974). Inscrita en el género del film noir, logra evocar la época dorada de Hollywood sin caer en el sentimentalismo gratuito, acaso con el fin de demostrar que el pasado sirve para recordarnos que el presente surgió de sus contradicciones. Resultó ser uno de los mayores éxitos taquilleros de Polanski y todo un clásico que con la mezcla de talentos (Faye Dunaway, Jack Nicholson), la sobresaliente historia original de Robert Towne y la fotografía de aspecto realista de John A. Alonzo, consiguió trascender la rutina y el lugar común para una producción de un gran estudio.
Un año después Polanski creó la última entrega de su tríptico sobre la claustrofóbica captura de la paranoia humana desarrollada en un apartamento con El inquilino (Le locataire, 1976), inspirada en la novela del mismo nombre de Roland Topor. La fotografía opresiva del gran Sven Nykvist enmarca la demostración del dominio del suspenso y de la síntesis de las obsesiones más acendradas de su realizador y principal protagonista, quien con prestancia técnica consiguió difuminar la barrera entre la realidad y la fantasía.
SE BUSCA
Roman Polanski fue acusado de tener relaciones sexuales con una menor, Samantha Geimer, de 13 años, en la casa de su amigo Jack Nicholson. Geimer señaló que el parisino colocó en su bebida alguna especie de sedante, mientras que éste insistió en que ella no rechazó nada de lo que él le hacía. Días después Polanski fue arrestado, acusado de violación, uso de drogas, perversión y sodomía. Luego de 42 días en prisión y tras declararse culpable de tener relaciones sexuales ilícitas con una menor, fue liberado y por el temor de ser enviado a prisión por un largo tiempo salió rumbo a Londres y, posteriormente a Francia, cuyas leyes en materia de extradición son sumamente restrictivas. A partir de entonces, Polanski no viaja a Estados Unidos ni a otros países en los que pueda eventualmente ser extraditado.
En Francia llevó al celuloide El sacrificio de Tess (Tess, 1979), a partir de la novela de Thomas Hardy, que en notables locaciones naturales y con una más que destacable labor de diseño de producción de Pierre Guffroy, recrea una historia de época que terminó por encumbrar a Polanski en el panorama cinematográfico mundial.
Tras un mutismo creativo de seis años, fracasó con la producción de la fallida Piratas (Pirates, 1986). Pero regresó con renovados bríos para homenajear a Hitchcock en Búsqueda frenética (Frantic, 1987), y posteriormente para plantear el lado más oscuro y mórbido de la relación de pareja en Luna amarga (Bitter Moon, 1992).
Ya en el nuevo siglo, el también autor de La muerte y la doncella (Death and the Maiden, 1994), realizó El pianista (The Pianist, 2001), mediante la cual consiguió transmitir la opulencia estética y el equilibrio dramático, contando con una interpretación sobresaliente de Adrien Brody en el rol principal. Notable muestra caleidoscópica de sentimientos que no sabe ocultar el talento de su director ni su dominio del lenguaje cinematográfico, mismo que manipula con personalidad.
El 26 de septiembre de 2009 Roman fue arrestado de nueva cuenta, ahora en territorio suizo, en cumplimiento a la orden de aprensión emitida desde 1978 en la Unión Americana, si bien eludió la extradición gracias a los ‘defectos de forma’ en la causa promovida por la fiscalía californiana. Así, fue puesto en libertad el 12 de junio de este año. A manera de venganza, su más reciente cinta, El escritor (The Ghost Writer, 2010) obtuvo el Oso de Plata por mejor dirección en el Festival de Berlín, siendo un thriller cargado de humor y denuncia política sobre la guerra en Irak.
El talento de Polanski, perpetuado a través de su interesante filmografía, supera por muchos los pasajes sombríos de su complicada vida. En una entrevista de 1995 para el diario británico The Independent, declaró: “Cuando medito sobre ciertos acontecimientos del pasado, pienso: Dios, no debí de haber hecho esto o aquello, y luego digo que no estaría donde me encuentro hoy. Esa es la ironía. Cuando viras muy pronto o muy tarde en la esquina, tu futuro cambia completamente. Estoy donde estoy, y estoy contento, porque me gusta la vida que tengo ahora.
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