Siempre que nos encontramos al inicio de un nuevo año, surgen las ganas de agradecer al Señor todas sus bendiciones.
Pero muchas veces nos detenemos porque en estos espacios no se acostumbra hablar de la divinidad, cualquiera que ésta sea. Eso se lo dejamos a los curas que para ello se han preparado.
Pero, la verdad, es que entre más cerca estemos de Dios menos tonterías cometeremos en nuestro paso por la Tierra.
Como se ha dicho y con razón, decidimos sacar a Dios de las escuelas, las fábricas, los talleres, el campo y la vida cotidiana; y cuando vemos la desgracia en que se ha convertido el mundo, le reclamamos el porqué de tanta tragedia, cuando no nos hemos preocupado por difundir los valores fundamentales de la convivencia humana.
Quiero entonces, esta vez, parafrasear un texto que me llegó y en el que se agradece a Dios, por todo lo que recibimos en el año. Lo bueno y lo malo, porque lo uno nos hace apreciar lo otro.
Gracias Señor, por todo cuanto me has dado en este año que termina.
Por los días de sol y los nublados tristes. Por los días tranquilos y las noches sosegadas. Porque me diste un techo donde guarecerme y un lecho tibio para reposar mis fatigas.
Porque me das fuerza para sobrellevar y atender mis enfermedades y me haces saber con ello cuánto vale la salud.
Porque conozco el amor y sus encantos y por las penas que a veces me envías para que lo aprecie más.
Porque tengo un trabajo para satisfacer mis necesidades y puedo compartir con otros sus frutos.
Gracias Señor, por la sonrisa tierna que me alienta y la mano amiga que me ha ayudado a levantarme cuando caigo.
Por la risa de los niños y por todas las almas buenas que se han cruzado en mi camino y de las que he aprendido tanto.
Gracias, porque cuando mis fuerzas llegan al extremo y sucumbo, siempre estás ahí para cargar conmigo y seguir el camino entre tus brazos.
Gracias por todos los seres buenos que me prestaste un tiempo y que luego me pediste, llevándolos de regreso a tu casa; porque yo no supe comprender tus designios en el momento en que eso sucedió.
Gracias por los momentos que me regalaste y en que tomado de la mano de la mujer amada, me paseé en silencio por bellos lugares, hasta entonces desconocidos para mí.
Gracias por darme la paciencia para escuchar los problemas de otros y tratar de ayudarlos a solucionarlos, así como la tolerancia frente a las ideas de aquellos que no piensan como yo.
Gracias por las lágrimas que me enviaste y que limpiaron mi vista y me permitieron ver con mayor claridad lo que debía hacer en adelante.
Gracias, en fin, por darme todo lo que Tú sabes que necesito y yo no sé pedirte.
Disculpa mi alejamiento del rito religioso, porque no creo que unos cuantos sean los hombres que pueden hablar en Tu nombre, sino que es toda la humanidad la que habla por Ti.
Gracias por preservar mi vida un año más y te pido fuerzas para enfrentar los retos del porvenir.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".