La cefalea se caracteriza por dolor en alguna región de la cabeza, comenzando en la parte posterior de la cabeza y se propaga hacia delante o alguno de los lados.
Cefalea o comúnmente llamado dolor de cabeza, es un síntoma que nos indica alguna anomalía en la salud. Casi siempre como indicador de enfermedades diversas.
El dolor de cabeza puede presentarse en distintas formas, con diferente intensidad y características muy específicas.
En México, el dolor de cabeza es el padecimiento más frecuente y repetitivo entre la población. El 95% de la población lo padece.
Cabe resaltar que las mujeres son quienes más sufren este malestar, tres veces más que los hombres.
La cefalea se caracteriza por dolor en alguna región de la cabeza, comenzando en la parte posterior de la cabeza y se propaga hacia delante o alguno de los lados.
El dolor puede ser de distinta intensidad: leve u opresivo. Se manifiesta en forma de pulsaciones con hipersensibilidad a la luz y al sonido.
Las causas específicas de los dolores de cabeza son diversas; se ha relacionado con estrés, depresión, ansiedad, exceso de trabajo, falta de descanso, no consumo de alimentos y la injesta excesiva de alcohol.
Existen otros factores que contribuyen a padecer dolores de cabeza: el consumo de chocolate, quesos o cafeína; así como mala posición al dormir, rechinar o apretar los dientes y largas horas frente a una computadora.
El dolor de cabeza puede tipificarse en dos tipos: primario y secundario.
Primario: es considerado como indicador de un pequeño malestar; por ejemplo: la migraña, por contracción y tensión en los músculos, cuello y hombros (cefalea tensional); otros causados por el resfriado, gripe, fiebre o síndrome premestrual.
Secundarias: Se originan a partir de otras enfermedades del sistema nervioso central: tumores, problema vascular o trastornos de la circulación cerebral; hipertensión arterial, problemas de visión, de oídos, sinusitis o parasitosis intestinales.
Cada persona presenta distintos síntomas en un dolor de cabeza, siendo los más comunes: presión muscular continua, rigidez en cuello, náuseas, vómito, insomnio, sueño excesivo, ojos llorosos y rojizos, congestión nasal, zumbido en los oídos; así como la disminución de la capacidad visual, dificultad en el movimiento de los brazos o las piernas.