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'Hey, great offer'

JUAN VILLORO

Perdona por distraer tu atención desde un periódico. Ésta no es una estafa como las de Internet. No deseo invadir tu espacio privado, sino hacerte socio de una magnífica oferta.

Soy secretario del Dr. Li, investigador de una eximiosa universidad de San Francisco. Mi identidad te será desvelada cuando lleguemos al grano que nos beneficiará a ambos. Soy mexicano y por eso me dirijo a ti en el idioma de Alfonso Reyes. Aunque jamás dominaré las cumbres alfonsinas, no puedo negar que he fustigado bibliotecas en mis ratos libres. También soy fidedigno lector de este periódico. Intuyo tu rostro frente a este texto y no me parece diverso del mío.

El Dr. Li proviene de una caudalosa familia china, que hizo fortuna en Hong Kong. Antes de que el gobierno comunista se hiciera cargo de esa legendaria, bella y heroica ciudad, la familia Li aseguró sus caudales en distintos bancos del Pacífico.

No han faltado sino sobrado los rumores, las intrigas y las disputas por tan grande herencia. El ser humano, como dijo Propercio, es malévolo.

Desde hace veinte años el Dr. Li me ha dado su aprecio y un modesto salario. Considera que un mexicano puede ser más leal que alguno de sus connacionales. ¿A qué se debe esta causalidad? Cuando llegó a San Francisco, el Dr. Li padeció la venenosa inquinina de sus paisanos. Yo soy su jardinero y cuido los bambús que el doctor plantó en la universidad. No me hago pasar por científico, eso debe ser nítido. Tampoco me finjo hombre culto, aunque en mis ratos de esparcimiento frecuente con ubérrimo provecho la robusta obra de don Alfonso.

Los chinos aprecian el arte de la jardinería. Casi todos los jardineros de San Francisco somos mexicanos. En México no valoramos lo que tenemos, pero el doctor sí me valora y ha decidido heredarme parte de su fortuna (50 millones de dólares, para ser justiciosos).

No puedo recibir el dinero porque soy indocumentado y no tengo cuenta bancaria. El Dr. Li me ha explicado que los chinos son discretos. Él está rodeado de la cizaña tan trópica del mundo científico y no quiere hacer transferencias noticiosas. ¿Qué pensarían los de Western Union si alguien girara tal cantidad? En estos tiempos tan herméticos y esotéricos, con tanto lavado de dinero, hay que guardar las apariencias.

Para llegar a ti he corrido riesgos. Hace apenas unas horas fue arrestado Julian Assange. Sus filtraciones en Internet ha sido más estropiciadoras que las mías. Éste es, apenas, el primer brote de un jardinero en la red. Logré alterar la página editorial de Reforma. Declaro que no tengo cómplices al interior del periódico ni persigo fines oscuros y mucho menos religiosos o políticos. Sólo quiero asociarme con un lector. ¿No es eso, a fin de cuentas, lo que desea todo periodista?

Esta columna aparece firmada por una persona que no conozco. Lamento haber cancelado su artículo. Me consuela pensar que era menos urgente que el mío.

Lo que en resumidas cuentas te propongo es compartir el 50% del dinero que recibiré del Dr. Li, o sea, 25 millones de dólares. Para ello, tendrías que recibir la cantidad completa en tu cuenta bancaria y, prometerme, previamente y ante notario de tu libre elección, la cesión de mis correspondientes 25 millones de dólares.

Estoy dispuesto a sacrificar la mitad de mi fortuna con tal de poder cobrarla. Mas sin en cambio, me alegra que sea un paisano quien se beneficie de la generosidad del Dr. Li, que tanto quiere a los mexicanos.

He renunciado a hacer contactos por Internet para no molestar y porque es una fuente de maledicencia. De seguro buscarás información en Google acerca del Dr. Li. Varias eminencias llevan ese apellido, desde un cirujano plástico hasta un experto en desastres del sueño. Te pido que no hagas caso de la mención al jardinero mexicano que quiso extorsionar a un Dr. Li que no tiene nada que ver con el que en verdad me contrató. Lo que menos me gusta de la red son los chismes y las calumnias. Por eso me dirijo a ti desde esta sección, tan sólida y aislada.

Como es de la imaginación, no podré repetir el truco de sustituir una columna por mi misiva. De nuevo pido disculpas: no quise molestar a nadie, en especial al autor que, de todos modos, no sé si iban a leer.

Puedes estar seguro de que lo que te digo es cierto. Un buen amigo me ayudó a descifrar el password del Dr. Li. No es que yo desconfiara de él, pero nunca se sabe cómo es la gente. Su cuenta bancaria está en forma y orden. Lo mismo que el testamento. Su salud ha empeorado mucho. Podría morir de cualquier susto, o sea que debemos darnos prisa.

Me queda poco espacio: no puedo volver a usurpar este sitio sin ser descubierto, pero puedo hacer pequeñas alteraciones. Aquí recibirás datos sobre mí. Serán suficientes para que me contactes y compartamos la fortuna. No puedo colocar mi número de teléfono ni mi nombre. La oferta no es para cualquiera. ¡Menos para los codiciosos! Colocaré claves para ser descifradas por alguien inteligente como tú. El Dr. Li me capacitó en códigos. El próximo viernes sabrás más, pero en secreto.

No dejes escapar esta oportunidad.

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