-Señor -preguntó Adán- ¿para qué diste a los cocuyos esa pequeña luz con que brillan en la noche?
-Para facilitarles sus encuentros de amor.
-Y ¿para qué diste su canto a las ballenas?
-Por la misma razón: para que puedan encontrarse y amarse en la profundidad marina.
-Y a las flores, Señor, ¿para qué les diste su color y su perfume?
-También el aroma y el colorido de las flores sirven al amor.
-Ya veo -dijo entonces Adán-. Todo está encaminado al amor.
Y dijo Dios:
-Todo está encaminado a la vida. El amor, la vida y Yo somos la misma cosa.
-Ahora entiendo -reflexionó el hombre-. Una trinidad.
-Sí -concluyó el Señor-. Una santísima trinidad.
¡Hasta mañana!..
Una chica recién casada le contaba a su amiga: "Ya no hallo qué hacer con mi marido. Es insaciable en el renglón sexual. Apenas acabamos de hacer el amor, y ya quiere hacerlo otra vez. Sólo descanso cuando él se va de viaje. Y al regresar viene con más ganas todavía". Le pregunta la amiga: "¿Cuánto tiempo está fuera?". Responde la recién casada: "Apenas el suficiente para fumarme un cigarrito"... El señor llegó a su domicilio en horas de la madrugada. Le dice su mujer: "Un hombre se metió en mi recámara". "¡Qué barbaridad! -exclama el señor-. Y ¿qué se llevó?". Responde ella: "Hizo todo con él, menos llevárselo"... Curro Cojines, torero de gran fama, llamó por teléfono a su esposa y le dio la infausta noticia: había recibido una cornada en cierta parte cuyo nombre no podía mencionar. "¡Ozú! -exclama la señora, que era de Ixmiquilpan, pero se sentía en el deber de hablar como andaluza-. El toro ¿te empitonó?". "No -responde con feble voz el diestro-. Me empitosí"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, fue a hacerse un examen médico. Le pide el doctor, hombre apuesto y galano: "Desvístase, por favor". "Ay, doctor -se ruboriza la señorita Himenia-. Usted primero"... Don Chinguetas iba por la calle con su esposa. Una guapa morena se le quedó mirando a él fijamente, y aun pareció que iba a decirle algo, pero se arrepintió y siguió su camino. "¿Quién era esa mujer?" -pregunta la señora hecha un obelisco. (Nota: seguramente nuestro estimable colaborador quiso decir "basilisco"). Responde don Chinguetas: "No sé. Y lo mismo le voy a decir a ella cuando me pregunte quién eras tú"... Trepado en la barda del corral, el perico de la casa presenciaba las hazañas amatorias del gallo. Cada vez que el erótico cantaclaro se lanzaba sobre una gallina, el loro lo animaba con estridentes gritos: "¡Duro, manito, duro!". Cierto día una ráfaga de aire hizo que el cotorro cayera en el corral. De inmediato el gallo fue hacia él con evidentes intenciones lúbricas. Y le dice el lorito en tono humilde: "Suave, manito, suave"... Pechina T. Tonna, mujer de prominentes atributos pectorales, lucía un collar adornado con un magnífico diamante. "¡Qué hermoso diamante!" -le dijo una amiga con admiración. "Precioso, sí -responde Pechina-. Desgraciadamente lo acompaña una maldición". "Gee! -exclamó la amiga, que había cursado su high school en Pecos, Texas-. ¿Qué maldición es ésa?". Contesta Pechina: "El hombre que me regaló el diamante"... Iba en el autobús una pareja con sus 10 hijos. Subió una señora y ya no encontró asiento. Le dice la prolífica madre: "Perdone usted que no le ceda mi asiento". "No tenga usted cuidado -responde la otra-. Pero si no se lo hubiera cedido usted tantas veces a su esposo, de seguro iría yo sentada"... Doña Jodoncia y su esposo, don Martiriano, fueron a un restorán. En una mesa apartada un sujeto bebía copa tras copa. Le dice doña Jodoncia a su marido: "¿Ves a ese hombre? Me pidió que me casara con él, y lo rechacé. Desde entonces se ha dedicado a beber". "No lo creo -dice don artiriano-. Ni siquiera eso es para celebrarlo tanto tiempo"... Eglogia, muchacha campesina, le contó a su madre lo que le había sucedido con Bucolio, fornido zagalón. "Me lo hallé en la nopalera, 'amá, y que se suelta abrazándome y besándome. 'Ora, tú -pensé yo-. ¿Será mi santo, o qué?'. Luego, 'amá, que empieza a quitarme la ropa. Y yo pensé: 'Ora, tú. ¿Tendré calor, o qué?'. Después, que me acuesta en el suelo, 'amá. Y yo pensé: 'Ora, tú. ¿Estaré cansada, o qué?'. Y luego, que se me trepa encima, 'amá, y que empieza pa' dentro y pa' juera, pa' dentro y pa' juera. Y yo pensé: 'Ora, tú. ¿Estaré tapada o qué?'"... FIN.