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Hombres necios

ADELA CELORIO

"El consejo de la esposa es poco, pero el que no lo oye es un loco". Yo se lo venía diciendo: ya pagamos la casa, los partos, las clases especiales, las vacaciones, las universidades y hasta las bodas de nuestros hijos; tu salud es precaria, ¿no crees que ha llegado el momento de cambiar de ritmo, de tomarnos la vida con calma y de irnos de vacaciones? -¡No, no y no!- se negó sistemáticamente mi Querubín.

Asegura que su negocio no puede sobrevivir sin él (padece el síndrome de Don Porfirio Díaz, de Francisco Franco, de Fidel Castro y de tantos hombres necios que tienen la entelequia de que son indispensables) -No es el momento de gastar dinero- dijo, y que si tanto quería irme, pues que me fuera sola.

Como ya conté en otra nota, le tomé la palabra y me fui a cambiar de aire, a mirar caras nuevas, paisajes diferentes. A comer callos en Madrid, cochinillo en Segovia y fabada en Asturias. A deslizar tanta delicia con harto vino; y como Pedro Pérez Pereira, pinté preciosos paisajes por poco precio para poder pasear por París; donde recibí el verano que puntualmente apareció soleado y caluroso para cambiar el panorama de abrigos y bufandas por caras sonrientes y ropas ligeras.

Yo no lo sabía porque la vida guarda muy bien sus secretos, pero mientras paseaba, estaba cargando energías para el infarto que me esperaba; que no era mío, pero era de mi Querubín que es como si fuera mío por todo el sufrimiento que implica para nuestros corazones, para su dura cabezota, y por supuesto para su cartera.

Diez días en el hospital y otros diez en absoluto reposo. Estarán de acuerdo en que fueron unas vacaciones mucho más costosas y menos divertidas que el viaje que yo proponía. Pero como dice mi amiga Barullo, cada quien decide la forma en que gasta su dinero: unos se lo fuman, otros se lo beben, y pues no falta quien decida medicárselo, verbigracia mi Querubín, que hoy felizmente está bien y ha vuelto a trabajar porque según asegura, alguien tiene que pagar tantos desma...nes.

Dirán que a qué viene tanta frivolidad cuando en Torreón están de luto y el miedo amenaza al país entero. Pues viene a que como ya también he dicho aquí, se podría hacer una enciclopedia con todos los temas que ignoro, especialmente sobre narcoviolencia. Si además les explico que de puro miedo no me atrevo a aplastar una cucaracha, entenderán por qué prefiero soslayar esos temas.

No entiendo por qué nos pasa todo esto, como no debe entenderlo ningún ciudadano del mundo cuando queda atrapado entre guerras, terrorismo, intolerancia, miseria...

El hecho de que me niegue a abundar sobre un tema tan doloroso no significa que no comparta, y muy en especial con la buena y querida gente de la región lagunera, el dolor, la rabia y la impotencia que sienten ante las inmerecidas desgracias que hoy los agobian. Desgraciadamente lo único que puedo hacer es intentar sembrar en su pensamiento, hoy desesperanzado y amargo, la certeza de que nada es para siempre, de que también todo esto pasará, y de un modo o de otro, todo este horror tendrá que quedar atrás.

Mientras tanto, que Dios nos guarde, que aprendamos a guardarnos nosotros mismos, a nuestros hijos, y que en lugar de feroces críticos seamos propositivos, porque estoy segura de que por ahí, en la cabezota de algún necio o de muchos, se está gestando ya la fórmula para cerrar este absurdo capítulo de nuestra historia.

Aprovecho para recordarles que por mal que se presenten las cosas, siempre es buen momento para abrazar, para llorar y para reír, con quienes amamos.

Adelace2@prodigy.net.mx

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