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Imitamos lo malo

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Durante muchas décadas nuestro país ha sufrido la influencia de la cultura norteamericana. Pero donde más se ha acentuado esa influencia es en el norte, entre nosotros.

Su mayor cercanía nos lleva a tratar de imitarlos en muchos aspectos, la mayoría de ellos negativos.

Nuestros jóvenes imitan su forma fachosa de vestir y son dados a andar en la calle con el tiro de los pantalones casi a ras del suelo, camisetas sueltas y peinados estrafalarios.

Muchos quieren "hacerse" un tatuaje, cuando que andar así es cosa casi de convictos; y las muchachas creen que es muy moderno y sexy traerlo a la altura de la rabadilla.

El rock pesado es algo atractivo para ellos y desdeñan la música mexicana. Creen que las canciones que canta Luis Miguel son de su autoría y difícilmente ubican a Lara, Palmerín, Cantoral o Cárdenas.

Igual nos pasa con ciertos festejos, celebramos el Halloween como si en realidad creyéramos en esas costumbres de calabazas y brujas; y desdeñamos el "día de muertos", cuando que los gabachos se apantallan cuando están en uno de nuestros festejos, sobre todo en el sur; no se diga en Michoacán o Oaxaca.

Si a nosotros nos alucinan esas costumbres, a los gringos los dejan con la boca abierta.

Sin embargo, no solemos imitar otras que ellos tienen y que son de un gran significado, como la fiesta del tanksgivin o "día de gracias".

Es esa una festividad muy antigua que en su origen tenía que ver con el dar gracias por las buenas cosechas y después lo hacían (y lo siguen haciendo) para agradecer los dones recibidos durante el año.

Pero además, es una fiesta en la que todo mundo trata de estar ese día en su casa materna, reunido con la familia (que quizá sólo vean ese día del año) y cenar juntos para agradecer unidos por las bendiciones recibidas.

Para ellos, más importante que el día de Navidad es el de "dar gracias". Los aeropuertos y estaciones de transporte se congestionan porque todos quieren estar en casa esa noche.

Como es lógico, la mercadotecnia hace lo suyo y las tiendas ponen grandes ofertas que por lo común resultan un fraude, pero bueno, entre ellos eso es "normal".

Nosotros, en cambio, somos muy dados a pedir. Solemos ir a los templos a pedir, pero raro es el que llega a agradecer. Tengo sólo tres amigos que acostumbran a hacerlo y para ello se trasladan lo mismo a la Basílica de Guadalupe que a la Iglesia de San Juan de los Lagos, pero son casos raros.

Tanto tenemos que agradecerle a Dios o al Ser Supremo en que cada cual crea, que deberíamos de tener un día especial para agradecer en familia esas bendiciones.

No tiene que ser el último jueves de noviembre, como ellos lo acostumbran, pero sí un día en especial, porque a veces ni siquiera en Navidad nos tomamos tiempo para dar las gracias.

Los antiguos cuáqueros norteamericanos sellaron así un pacto con los indígenas, que luego por supuesto rompieron. Pero se reunían a cenar pavo y pan de maíz, que dicho sea de paso en el norte de Coahuila lo hacen riquísimo.

Muy pronto olvidaron los colonizadores que esas tierras no les pertenecían porque eran de los indios, como ellos los llamaban y acabaron masacrándolos o confinándolos a reservaciones.

Pero la festividad perduró al paso de los siglos, porque los colonizadores, al fin puritanos, tenían cierto temor de Dios; no mucho por cierto, pues no se tentaron el corazón para asesinar a pueblos enteros y arrebatarles sus tierras.

Pero el caso es que esa reunión en familia deberíamos imitarla y cenar para agradecer a Dios todos sus dones.

Por que tenemos techo, familia, amigos, trabajo y un plato en la mesa, que es mucho más de lo que otros tienen.

¿Cuántas familias hay que ni siquiera una vez al año se reúnen ni saben lo que pasa en las vidas de sus integrantes? Esa sería una buena oportunidad para mostrar agradecimiento y solidaridad con los nuestros.

Pero no, ahí andamos imitando otras costumbres que nada nos dejan de positivo.

Hagámonos el propósito de reunirnos en familia para dar gracias a Dios por todo cuanto tenemos, aunque sólo sea a cenar unos tamalitos, si no hay para más. Pero juntos, como lo que somos: Una familia.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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